El éxodo madrileño: la pandemia ofrece la oportunidad de repensar el urbanismo de la ciudad
Por primera vez en más de una década, la Comunidad de Madrid ha visto cómo se va más gente a otras provincias de la que llega: el saldo migratorio interno de la región fue negativo entre enero y junio de 2020, un fenómeno que solo se vio compensado por la entrada de extranjeros y que frenará previsiblemente el proceso de crecimiento demográfico que se venía dando en la capital española y sus alrededores. De acuerdo con los expertos, aunque auguran que seguramente esta es una coyuntura puntual y no una tendencia, puede servir como oportunidad para pensar en modelos de ciudad alternativos.
Las restricciones de movilidad, la falta de empleo o la alta incidencia del virus fueron razones suficientes para que mucha gente saliese de Madrid durante el primer semestre del año y otros que quizá sin pandemia se habrían mudado desde otras provincias a la capital decidieran no hacerlo. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), el saldo migratorio interno fue de -1.264 personas. Se trata del primer descenso desde la segunda mitad de 2010, cuando se fueron 920 personas más de las que entraron. Los destinos preferidos de quienes se marcharon, según el INE, fueron Toledo, Guadalajara y la costa levantina.
Los expertos consultados por elDiario.es coinciden en que, si bien el saldo migratorio interno fue negativo, la población de la comunidad ha seguido creciendo, aunque, eso sí, a menor velocidad que la de los últimos años. Por lo tanto, dicen, habrá que esperar para ver si esta es una tendencia que se mantiene o un efecto coyuntural de la pandemia antes de analizar las consecuencias económicas y movilidad que puede suponer una pérdida de población en la ciudad.
“Con el coronavirus tenemos dos elementos negativos. Primero: ha fallecido más gente de lo que venía siendo normal; y segundo: la capacidad de atracción de población exterior se ha visto reducida por las restricciones de movilidad y, ahora, por la crisis que se va a desprender”, repasa María Romero, consultora de Economía Aplicada de Afi. La economista asegura que durante los últimos años la capital se había caracterizado por una constante atracción de población de otros países y provincias, un dinamismo que ahora se puede ver interrumpido. “Que esto se detenga puede tener consecuencias económicas negativas, sobre todo desde el punto de vista del mercado de trabajo y el comercio, y sobre todo en el corto plazo”, explica.
Para José Ignacio Conde-Ruiz, subdirector de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea), una eventual pérdida de población tendría que verse acompañada de un descenso de la productividad para que la economía madrileña sufriese un impacto. “La población siempre es un activo de crecimiento, pero si se pierde algo de población y se gana en productividad ese impacto va a ser menor”, asegura. Esa mejora de la productividad, opina además, podría estar dándose gracias a la implementación del teletrabajo.
Lo que sí parece claro es que la tendencia, hasta ahora, en Madrid y en la mayor parte de ciudades del mundo era de crecimiento continuo. Según un informe de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) de 2018, en 2050 un 68% de la población mundial vivirá en ciudades, frente al 55% actual. “El atractivo de las ciudades sigue siendo muy alto por muchas razones. Por la actividad económica, mejores oportunidades profesionales o de acceso a la salud y a la educación que en zonas más despobladas… La gente sigue saliendo de los núcleos pequeños y se va a los grandes. Eso seguía pasando en Madrid hasta antes de la pandemia”, dice Julio Gómez-Pomar, miembro del Colegio de Economistas de Madrid y ex secretario de Estado de Infraestructuras, Transporte y Vivienda.
La población global de Madrid crecía de manera sostenida desde 2010, cuando los efectos de la crisis afectaron también demográficamente a la ciudad. Desde entonces, el censo se fue recuperando hasta registrar en 2020 más de 3,3 millones de personas, según los datos del Instituto de Estadística de la Comunidad de Madrid. Algo similar sucedió a nivel regional, donde la caída se experimentó en 2013.
“En España, y en Madrid también, la capacidad de crecimiento vegetativo venía mostrando síntomas de agotamiento, con una población más longeva y una tasa de fecundidad baja. Pero habíamos sido capaces de volver a atraer flujos de población de otras ciudades y otros países de la misma envergadura que la del anterior boom inmobiliario”, apunta Romero. “La evidencia internacional que tenemos es que parece que la densidad de las poblaciones aumenta el dinamismo, y el crecimiento económico, porque se acumula talento e intercambio de ideas”, explica Conde-Ruiz.
Cambio de modelo urbano: 'Hacia la ciudad de los 15 minutos'
Pese a los efectos positivos en términos estrictamente económicos que provoca la mayor densidad de población en conglomerados urbanos, de acuerdo con los economistas, las externalidades negativas son evidentes. Contaminación, atascos y aglomeraciones o alquileres desorbitados son razones que ponen peso en el otro lado de la balanza.
“Esta crisis ha puesto de manifiesto que nos gusta vivir de otra manera, no hacinados, y que valoramos espacios abiertos. Por eso hemos detectado en los últimos meses salidas de gente hacia áreas colindantes”, dice Romero, que añade que aunque parte de la población trabaje desde otros lugares, la actividad económica se sigue generando en la ciudad.
“Una de las cuestiones que tiene Madrid, como otras grandes ciudades, es que no es compacta en términos de infraestructura, económica, social o demográficamente. Empieza a verse un cambio de hábitos en la población, sobre todo en la que está teletrabajando, que considera que vivir en una ciudad como Madrid ya no le comparta ninguna ventaja”, coincide Alfonso Perona, experto en movilidad urbana.
Hay que hacer frente a diario al problema de la contaminación, a las pérdidas de tiempo en el desplazamiento, a las dificultades en la movilidad
Gómez-Pomar se expresa en el mismo sentido: “Madrid es una ciudad que tiene un tamaño muy grande, posiblemente la dimensión óptima de las ciudades no necesite ser tan grande”. El economista entiende que los beneficios de la concentración de población se ven más que superados por las consecuencias negativas: “Hay que hacer frente a diario al problema de la contaminación, a las pérdidas de tiempo en el desplazamiento, a las dificultades en la movilidad”.
Por ello, entienden que es un buen momento para replantear el modelo urbano. Perona habla de la “ciudad de los 15 minutos”, el proyecto del arquitecto y catedrático de la Sorbona Carlos Moreno que ya están implementando capitales como París y que consiste en diseñar núcleos urbanos dentro de las ciudades donde todos los servicios, tanto básicos como de ocio o recreación, se encuentren en un radio de menos de un cuarto de hora a pie o en bicicleta. “Estas megaciudades no acaban de funcionar. Hay que trabajar por diseñar las ciudades de otra manera para que sean más habitables”, dice Perona.
Hay estudios que detectan una predisposición de los habitantes madrileños a cambiar de hábitos de movilidad que irían en esta línea. “Nosotros hemos visto que la gente en Madrid está dispuesta a cambiar sus hábitos de movilidad”, dice Juan Luis Alonso, de la consultora Kantar, que subraya que un 40% de los madrileños, según sus informes, se mostraba favorable a dejar el automóvil por un medio de transporte más sostenible. “Tenemos una estimación que dice que, en un plazo de 8 o 9 años, el uso del vehículo privado va a caer entre un 14% y un 15%”, apunta.
“Es evidente que en Madrid hay unos movimientos de punta a punta y por los anillos concéntricos que impactan mucho en la movilidad. Hay que trabajar por crear zonas que no requieran tanta movilidad en vehículos, que se puedan utilizar otros medios”, dice Gómez-Pomar que habla de los nuevos desarrollos urbanísticos, como ‘Madrid Nuevo Norte’, como ejemplos donde se pueden empezar a aplicar estos modelos: “Es importante que sean zonas autosostenidas, que no creen grandes movimientos, donde se usen medios de transporte más sostenibles”. “La pandemia ha acelerado un cambio en la movilidad en las ciudades que yo creo que es inevitable para garantizar la movilidad sostenible y accesible para todos”, cierra Alonso.
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