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Así sobrevive a la precariedad un aula pública para niños con autismo

El colegio público Vicente Aleixandre de Alcorcón lleva ocho años funcionando con un aula preferente para niños y niñas con autismo. Fue el primer centro de la localidad madrileña en iniciar una experiencia de este tipo y la noticia no tuvo buena acogida: el aula TEA tenía que crearse a partir de un pasillo, había que hacer obras y los docentes necesitaban formación específica para tratar con chicos y chicas con este trastorno.

Lo cuenta Francisco Díaz, maestro en pedagogía terapéutica (PT) responsable de este espacio adaptado a chicos y chicas con Trastorno de Espectro Autista (TEA). Cuando entró tenía cinco; ahora suma hasta siete. A pesar de la sobrecarga y de la falta de regulación administrativa, el trabajo de este centro por la inclusión ha sido premiado por la Fundación SM por sus buenas prácticas. Entre otras cuestiones, gracias a un documental que muestra cómo trabajan diariamente los profesionales.

“Es un día a día muy intensivo y también muy gratificante. Estos niños y niñas tienen derecho a una educación inclusiva que les permita ser parte de un grupo social. Para ello necesitan tener un adulto como modelo que les ayude a ir rompiendo su inflexibilidad mental, que les angustia y en el extremo provoca que tengan conductas disruptivas”, comenta Francisco Díaz. El pedagogo trabaja mano a mano con un integrador social, encargado de la parte más conductual y de la relación con los demás. Y desde este curso cuentan con un especialista en Audición y Lenguaje como apoyo.

Conseguir este extra les ha costado mucha lucha, desde dentro y desde fuera del aula. Las familias se movilizaron el año pasado para presionar a la Consejería de Educación. “La clase se estaba convirtiendo en un almacén de niños y niñas”, denuncia Pablo Peláez, padre de un alumno de siete años y vicepresidente de SuresTEA, la asociación que llevó la voz cantante en las denuncias. En su colegio, en la localidad de Arganda del Rey, la ratio había aumentado a seis.

La situación se repite en más de la mitad de los centros de la región. Un informe elaborado por SuresTEA con datos de 188 centros (de los 204 que hay) revela que el 51% de ellos tienen sobre-ratio. En los peores escenarios (un 9%), el número está por encima de siete. Estos alumnos y alumnas permanecen varias horas al día en el aula preferente y el resto del tiempo en su clase de referencia, con el acompañamiento necesario. “Este último año he estado como una pelota de ping pong. Apoyaba a un niño en su aula de referencia y no me podía quedar hasta el final de la clase porque tenía que atender a otro”, reconoce el pedagogo Francisco Díaz.

Al final les escucharon: la Consejería de Educación ha concedido un pedagogo, un especialista en audición y lenguaje (AL) o un integrador social por aula si la ratio es igual o superior a los siete alumnos. Si es de seis, medio, pero no necesariamente con dedicación exclusiva para el aula TEA. “Esto demuestra que el problema existía y han tenido que tomar medidas. Son un primer paso pero no suficientes porque, en el caso de nuestro centro, los niños y niñas no van solo a clase la mitad de la semana. Y el integrador solo está algunos días porque se reparte con otro colegio”, sostiene Pablo Peláez.

Sin regulación tras 15 años

Estas aulas “pasarela” forman parte de un programa piloto puesto en marcha por la Comunidad de Madrid en 2001 para la escolarización preferente de alumnos y alumnas con TEA. La idea es que fuera piloto solo durante dos años, pero ya han pasado quince. Que esté aún en esta fase implica que la experiencia no tiene un marco regulador específico.

Lo único que existe es un documento de 2003 con algunas especificaciones no vinculantes y una guía de buenas prácticas creada en 2007 por la Dirección General de Centros Docentes. “La Consejería utiliza el documento a conveniencia, a veces se acoge a él y otras no porque no tiene carácter de normativa”, se queja Pablo Peláez. Las familias llevan años solicitando la creación de un marco que regule la estructura, organización y funcionamiento de estos centros preferentes.

Pese a las lagunas regulativas, el número de centros de este tipo aumenta año tras año. En septiembre se abrieron 17 aulas TEA en Madrid y el próximo curso está prevista la inauguración de otras 45. Según datos de la Consejería de Educación, hay 204 centros públicos y concertados con aulas preferentes para alumnado TGD.

De ellos, solo 46 son institutos y se cuenta únicamente una escuela infantil. “En los últimos años se han cerrado hasta seis aulas en centros 0-6 porque la Comunidad de Madrid se ha cargado el segundo ciclo de Infantil en algunas escuelas”, explica Marina Prieto, portavoz de la plataforma Cinco por Aula TGD. En relación a los institutos, la plataforma subraya que la escasez de centros preferentes “es un problema” porque “si al llegar a esta etapa el alumnado que lo necesita no puede entrar en un aula adecuada es derivado a educación especial y esto se carga todo el proceso inclusivo”.

La Comunidad de Madrid no precisa la dotación presupuestaria que requiere un recurso de este tipo y asegura que el proyecto, pese a estar en fase piloto, fue evaluado en el curso 2013-2014 “con unos resultados muy positivos y una alta valoración por parte de los centros, los profesores y las familias”. Estas últimas, sin embargo, dicen no tener noticia de esta evaluación.