Mucho más que un podcast, Tamayazo (Rtve audio) se erige en un bestiario de la política madrileña y, a la vez, es la explicación de por qué la izquierda no gobernó en 2003 –pese a haber ganado las elecciones a Esperanza Aguirre–, no lo hizo en las siguientes dos décadas y está todavía a años luz de lograrlo. Pero, sobre todo, es un recuerdo imprescindible de cómo se arrebató el resultado de las urnas y la posibilidad de un gobierno legítimo de izquierdas, y despegó la carrera política de un personaje sin el que es imposible entender los últimos treinta años de la vida pública española: Esperanza Aguirre.
Por los diez capítulos del podcast desfilan varios de los sospechosos habituales en los business de todos estos años en Madrid: constructores vinculados al PP que reservaron hoteles para los tránsfugas, empresarios de la comunicación cercanos a la extrema derecha que les pusieron escolta, familiares de cargos del PP que hablaron con Eduardo Tamayo una docena de veces hasta el mismo día de la espantada, pero que cuando fueron preguntados en la comisión de investigación de la Asamblea de Madrid aseguraron que seguramente sería para comentar corridas de toros.
Al final de todos ellos, el hombre al que reportaba el emisario del PP que conversaba con Tamayo a todas horas, era Ricardo Romero de Tejada, exalcalde de Majadahonda, y secretario general del PP madrileño en aquella época. El mismo que no recordó cuando se le preguntó en la Asamblea de Madrid que estaba contratado con un sueldo de 3.000 euros como asesor de una copistería a nombre de empresarios con intereses en el ladrillo.
Los periodistas Aitor Sánchez y Juanjo Cubero, apoyados en el imprescindible archivo de TVE y Radio Nacional, entrevistan ahora a la mayoría de protagonistas del fraude electoral más grave en la historia reciente de España. Hablan casi todos y miente más que ninguno el protagonista que dio nombre al pucherazo: Eduardo Tamayo, el diputado socialista que protagonizó la espantada y que, por negar, llega a negar incluso ser él mismo cuando los reporteros lo abordan la primera vez a la salida del Metro.
Tamayo –imposible saber cuándo dice la verdad pero fácilmente identificable en sus mentiras– contó a su manera en 2003 durante la comisión que investigó –sin ningún éxito– la operación que impidió constituir un gobierno legítimo de acuerdo a lo votado en las urnas: que es cierto que habló muchas veces con el novio de una concejala del PP de Madrid, José Esteban Verdes –quien tras colgar con él llamaba inmeditamente a Romero de Tejada–, pero que nada de esto tenía que ver con el golpe en la Asamblea. Tamayo defiende todavía hoy que no cobró un euro por frustrar el Gobierno de izquierdas y culpa a quien iba a ser su presidente, Rafael Simancas, por ignorar a su sector, 'Renovadores por las base', en las negociaciones y la configuración del Gobierno de Madrid se estaba preparando el PSOE en las negociaciones con Izquierda Unida.
'Renovadores por la base' es cómo se autodenominaron un grupo de dirigentes liderados por José Luis Balbás, colaborador habitual hoy de las tertulias ultras, y que en su día ganaron influencia dentro del PSOE tras votar a la candidatura de Rodríguez Zapatero en el congreso extraordinario que lo aupó, contra todo pronóstico, a la Secretaría General. Quien era secretario de Organización entonces, José Blanco, declinó participar en el podcast. Pero los que frecuentaban en aquella época la FSA describen al clan de los Balbás y al propio Tamayo como un grupo de arribistas sin muchos escrúpulos ni más interés en la política que la influencia y los cargos.
Si todo lo que rodea al PP y a sus amigos constructores y empresarios de medios es sórdido, la captación de talento del PSOE para Madrid en aquella época no sale mucho mejor parada en la reconstrucción periodística de aquel golpe a la democracia. El relato más estremecedor del podcast, con todo, es el de la supuesta secuaz de Tamayo, Maite Sáez, que también miente en sus explicaciones, aunque menos que su compañero, pero por el camino admite que ella nunca entendió nada de política –ni siquiera sabía lo que era una enmienda, llega a decir la exdiputada– y que ejerció de títere de los Balbases, porque ella formaba parte de ese “grupúsculo” que además había contratado a su marido.
Su entrevista, en el décimo y último capítulo del podcast, es una tragicomedia postmoderna: 43 minutos de conversación en la que María Teresa Saez, quien se hizo famosa por responder “no a todo” a la retahíla de preguntas que se le plantearon en la comisión de investigación de la Asamblea de Madrid, asegura que fue engañanada por Tamayo, que le contaron que la idea no era tumbar al Gobierno de izquierdas, sino lanzar un aviso al PSOE para que les tuviera en cuenta en el reparto de consejerías, y que hoy, ya jubilada, sabe no solo que la utilizaron sino que nunca debió ocupar un escaño en la Asamblea de Madrid.
Sáez cuenta mucho, calla más de lo que dice y quiere pasar de puntillas por las explicaciones que fue a pedir años después a Romero de Tejada, cuando empezó a sospechar que Tamayo había cobrado por impedir aquel Gobierno.
Tampoco sale muy fotogénica Izquierda Unida en Madrid o, al menos, una de sus familias, a la que representaba Morál Santín, que llegó a la vicepresidencia de Caja Madrid, acabó condenado por sus gastos con las tarjetas black, y que en el podcast es acusado por un diputado de la asamblea madrileña entonces, Jorge García Castaño, de sondearlo para ver si podía abstenerse en la investidura de Simancas. En el podcast se plantea que este podría ser el plan B si Tamayo y Sáez se echaban atrás en el último momento y se vincula a Morál Santín con una operación para evitar la salida de Miguel Blesa de la presidencia de la caja de ahorros. Morál Santín lo niega.
Es otro de los misterios que permanecen dos décadas después. En una era en que la derecha ve golpes de Estado cada semana, Tamayazo. El podcast constituye un minucioso relato sobre la última vez que se robaron unas elecciones en España, el principio del fin de la izquierda en Madrid, y el lanzamiento de la carrera de Esperanza Aguirre y todo lo que vino después.