“Somos conscientes de que van a mirarnos”. Esta idea recorre los pasillos y los despachos de la Puerta del Sol, sede del Gobierno de la Comunidad de Madrid. Cuando el PP regional está aún encajando el golpe de la caída de la expresidenta Cristina Cifuentes y termina de cuadrar todas sus piezas, una moción de censura ha dado la estocada al partido por arriba. La pura descomposición.
La salida abrupta de Rajoy ha puesto al PP frente al precipicio. Muchas preguntas aún sin respuesta. Si seguirá al frente del partido nacional vertebra todas ellas. “Esto ha dado un vuelco a todo que no esperábamos”, aseguran fuentes cercanas al presidente de la Comunidad de Madrid, Ángel Garrido.
Garrido, el eterno concejal de distrito enfundado en la chaqueta de presidente por sorpresa tras la caída de Cifuentes, se ha convertido con la salida de Rajoy en el cargo institucional del PP con un gobierno más grande en sus manos. A gestionar 20.000 millones de euros de presupuesto y a cientos de altos cargos se le añade, además, una compleja tarea: liderar desde Madrid la oposición a Sánchez hasta la convocatoria electoral.
Una misión de responsabilidad para un presidente sin peso político que sabe que tiene una vida limitada en el poder. Génova le ha dejado muy claro que su liderazgo es una venda a la herida y se terminará tras las elecciones de 2019. Él mismo asume, de hecho, que es más que improbable que sea candidato.
En los próximos meses, deberá conjugar la gestión regional mientras mantiene el pulso a Pedro Sánchez y libra la batalla electoral con Ciudadanos a nivel regional, unos socios que le han dado los votos para la investidura pero que prometen desgastar al PP para –en palabras del portavoz Ignacio Aguado– “salir a ganar” en 2019. Queda por ver, además, cómo queda tras la salida de Rajoy la relación con Ciudadanos en el Congreso.
En la Puerta del Sol, por el momento, “esperan las órdenes del partido”. Fuentes próximas a Garrido fían las primeras señales al Comité Ejecutivo Nacional convocado para el próximo martes por el aún presidente del partido, Mariano Rajoy. A nadie en Sol le extrañaría que en el Gobierno regional desembarcaran altos cargos afectados por el repentino desalojo del Ejecutivo por la moción de censura.
El presidente del Gobierno de la Comunidad de Madrid se enfrenta a esta coyuntura sustentado por un PP regional que ha quedado despojado de 'cifuentistas'. Las personas colocadas por la expresidenta en las vicesecretarías del partido regional han sido desplazadas por Génova y en la Comunidad de Madrid se vive, como añadido al embrollo, una bicefalia de poder como se no se recordaba. Un Gobierno “continuista” con Cifuentes y un partido “renovado” que ha recolocado, paradójicamente, a la vieja guardia en la cúpula.
Partido y Gobierno habían sido uno solo en Madrid hasta ahora. Esperanza Aguirre marcó la senda –seguida por Cristina Cifuentes– cuando empezó a controlar ambas plazas en 2004 tras desplazar de la presidencia del PP regional al actual presidente, Pío García-Escudero. La expresidenta de la Comunidad de Madrid tuvo un papel muy relevante en la oposición a la políticas de José Luis Rodríguez Zapatero. Su capacidad de influencia mediática era incluso superior a la del propio Mariano Rajoy, jefe entonces de la oposición.
Las relaciones no bien avenidas entre Aguirre y Rajoy son de sobra conocidas. Algunos dicen incluso, en la hipérbole, que Aguirre le hizo la oposición al PP nacional, que tuvo que apagar algún que otro incendio a su cuenta. En todo caso, la expresidenta era un polo fuerte de oposición a la gestión del PSOE de Zapatero, una peso pesado frente al gobierno socialista.
Ahora, en estas circunstancias inéditas, el que agitó el fantasma de Suárez para ofrecerse como un presidente de “consenso” y “abierto al diálogo” tiene sobre sí la responsabilidad de revalidar una oposición firme a un gobierno de otro color en España. La que se presupone de un periodo preelectoral que cuenta, esta vez, con un añadido de presión: el PP ya solo conserva la mayoría absoluta en Galicia. Alberto Núñez-Feijóo, como Ángel Garrido, tendrá que hacer fuerza contra Sánchez mientras se decide algo mucho más grande: si es o no el sucesor natural de Mariano Rajoy.