Cuando Alba sale a pasear a sus cuatro perros por su barrio, Villa de Vallecas, a menudo se encuentra con miradas de recelo, viandantes que se cambian de acera e incluso comentarios sobre sus “perros asesinos”. Los lleva atados y con bozal, pero Negri, Sulti, Roko y Duke son dos American Staffordshire y dos Pit Bull, razas que les hacen ser considerados Perros Potencialmente Peligrosos (PPP). Son cuatro de los cerca de 5.000 canes inscritos en el Registro de Animales Potencialmente Peligrosos (RAPP), según los datos publicados en el Portal de Datos Abiertos del Ayuntamiento de Madrid.
Esta cifra supone un aumento del 34% en apenas tres años, pero ¿a qué nos referimos cuando hablamos de perros potencialmente peligrosos? El anexo II del Real Decreto que regula la tenencia de perros potencialmente peligrosos recoge ocho tipo de razas y una serie de características. Algunas de estas particularidades son la “fuerte musculatura” del animal, que tenga un “perímetro torácico entre 60 y 80 centímetros” o la complexión de su mandíbula.
Todos los propietarios de animales están obligados a inscribir a sus mascotas en el Registro de Identificación de Animales de Compañía (RIAC), pero los de animales considerados peligrosos deben hacerlo, además, en el Registro de Animales Potencialmente Peligrosos (RAPP). Gracias a los datos de este registro municipal no sólo es posible conocer cuántos nuevos canes se inscriben cada año en la ciudad, sino también en qué distrito lo hacen. Esta información revela que es en los barrios de renta más baja donde el número de perros peligrosos registrados desde el año 2002 es más elevado.
Puente de Vallecas representa el caso extremo, pero esta tendencia se repite en los distritos de Carabanchel, Usera, Villaverde o Villa de Vallecas. En todos ellos, los ingresos medios de los hogares es inferior o igual a los 30.000 euros anuales, y en todos ellos el número de perros de razas peligrosas registrados desde 2002 supera los 200 y hasta los 400 ejemplares.
Ocurre lo contrario en las zonas ricas de Madrid. En Chamartín, donde la renta media de los hogares es de 61.000 euros al año, sólo se registraron 58 perros peligrosos en dieciséis años. Lo mismo sucede en Moncloa, Salamanca y Retiro: barrios acomodados donde la renta media de los hogares no baja de los 50.000 euros anuales y el número de este tipo de canes en más de una década no llega al centenar.
Si ponemos en relación estas cifras con las de población de los distritos —publicadas por Urban Audit—, encontramos que la ratio de perros potencialmente peligrosos por cada 10.000 habitantes es de 29,4 en Puente de Vallecas, 25,1 en Usera o 22,4 en Latina. En los barrios de rentas altas, en cambio, esta tasa no llega a 10: 8,1 perros peligrosos por cada 10.000 habitantes en el distrito de Fuencarral, 5,8 en Salamanca y 5,1 en Chamartín.
Saray, veterinaria de Parla, traza el perfil habitual de quienes tienen estos perros: “La mayoría de la gente que tiene perros de razas peligrosas lo hace por aparentar, para demostrar 'mi perro es el más malo y yo soy el más chungo del barrio'. Lo veo en la clínica todos los días”, cuenta la profesional. Oliver, dueño de una Rottweiler y vecino de Vallecas, comparte la percepción de Saray: “Quien tiene uno de estos perros por aparentar se nota, y es muy triste ver en qué condiciones los tienen”.
Sin embargo, apunta la veterinaria y dueña de dos American Bully, esto no siempre es así: “A mí particularmente me gusta el carácter de este tipo de perros, son mucho más tranquilos de lo que la gente cree. Y además me gusta su constitución y musculatura”. Alba también tiene debilidad por estas razas, por eso adoptó a Roko cuando éste iba a ser utilizado como perro de pelea. Oliver adoptó a Sasha hace siete años, cuando fue abandonada junto al resto de la camada. Admite que a la educación de la Rottweiler ha dedicado muchas más horas que a las del labrador que también tiene, pero asegura que Sasha nunca ha mostrado ningún signo de agresividad: “Es como un bebé, cariñosa y buena”.
American Staffordshire y Pit Bull son las razas preferidas por quienes optan por tener un perro potencialmente peligroso: 1.621 y 1.437 registros, respectivamente, desde el año 2002. Sólo en los ocho primeros meses de 2018 hubo 150 y 110 nuevos registros de cada una de ellas en la ciudad de Madrid. El tercer grupo más numeroso lo componen los cruces de estas u otras razas que, por sus características físicas, también entran dentro de esta categoría.
“Es indiscutible que el tamaño es un factor importante de peligrosidad, debido al mayor alcance de las lesiones que pueden producir”, explica Manuel Lázaro, vocal del Colegio Oficial de Veterinarios de Madrid (COLVEMA). No obstante, asegura el experto, “la genética tiene un papel muy inferior a la correcta socialización y educación de los perros”.
¿Una legislación apropiada?
En el año 1999 se aprobó la Ley que regulaba el régimen jurídico de la tenencia de animales potencialmente peligrosos. Sin embargo, el texto hablaba de “animales” en general, no de canes. De ahí que pocos años después, en 2002, se aprobara un Real Decreto para regular la tenencia de la “especie canina”. Es en este decreto donde se recoge desde el tipo de razas que tienen la consideración de perros peligrosos hasta los requisitos necesarios para obtener la licencia, así como las medidas de seguridad que deben aplicarse a los canes.
“Claro que es necesaria una normativa sobre PPP, con exigencias en cuanto a control en la vía pública, seguros, licencias y demás requisitos”, asegura Lázaro. Sin embargo, señala, “el problema es identificar a qué ejemplares se le debe aplicar (...) en el anexo II podrían encuadrarse una gran mayoría de perros”. Para el vocal del COLVEMA, “la legislación basada en razas se ha mostrado ineficaz, existiendo una enorme variabilidad de razas dependiendo de países o incluso de comunidades autónomas”.
Una opinión que comparte Elena Repullo, jefa de la Unidad Técnica de Animales Potencialmente Peligrosos del Ayuntamiento de Madrid, que asegura que “la agresividad no es una característica inherente a un animal, sino una reacción frente a un determinado estímulo, por lo que no debería hablarse de razas sino de individuos”. “Hay tanto mestizaje que habría que ser un auténtico experto en morfología para determinar a qué perro se le aplica la ley, y esto lo que genera es una inmensa confusión en los ciudadanos, en la policía y en los legisladores”, argumenta Repullo. Una confusión que se ve agravada, según la experta, por las existencia de distintas legislaciones autonómicas y municipales sobre este tema.
La consecuencia de esta suma de factores, explica Repullo, es que los refugios y protectoras se van llenando de perros considerados peligrosos debido al estigma y al rechazo que recae sobre ellos. “Ahora mismo, el porcentaje de este tipo de razas en el Centro de Protección Animal del Ayuntamiento de Madrid ronda el 60-70%, una cifra que coincide con la de otros centros”, asegura.
La clave está en la socialización
“La socialización de los cachorros es algo en lo que insistimos enormemente ya que es una de las mejores maneras de conseguir ejemplares equilibrados”, explica Manuel Lázaro, e insiste en que “los perros no se vuelven locos de repente y atacan, sino que detrás de cada incidente siempre hay signos previos de aviso”.
Es el caso de los “perros de finca”, apunta el experto. “En general, se trata de perros menos atendidos, poco controlados, que pasan mucho tiempo solos, mal socializados, y que en muchos casos no se cumplen la normativa”. “Como sucede con cierta frecuencia, al escaparse o entrar una persona en su parcela, protagonizan agresiones”, explica.