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Los primeros refugiados ucranianos llegan a Madrid huyendo de la guerra: “Es una situación horrorosa”

Dos refugiados ucranianos esperando a entrar en "Las Caracolas".

María Santos Viñas

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Los primeros refugiados ucranianos que han conseguido cruzar la frontera con Polonia y entrar así en la Unión Europea han comenzado a llegar a Madrid. Según los datos de ACNUR, más de un millón y medio de personas han salido de Ucrania desde que empezó la invasión rusa. La mayoría han llegado con redes familiares y se encuentra acogida con familiares, según los datos del Ministerio de Inclusión, pero algunas ya han llamado a las puertas de las instituciones ante la falta de recursos económicos.

Algunos de estos refugiados, aunque no tienen formalmente esta consideración, han recalado en “Las Caracolas”, un centro de acogida temporal de emergencia en el barrio de Vallecas en el que ya residían ciudadanos ucranianos que se encontraba en España cuando Rusia comenzó la invasión total de su país. En el albergue se palpa el miedo y la preocupación. Quienes han llegado lo han dejado todo atrás, incluido parte de sus familias, que siguen en su país.

La mayoría de los ucranianos que han llegado a lo largo del fin de semana a “Las Caracolas” prefiere no hablar con la prensa, están asustados y se han encontrado con una situación para la que nadie esta preparado. Aún no asimilan qué está pasando. Fuentes del Gobierno municipal cifran en 45 las personas albergadas inicialmente en este centro porque “no tenían alternativa”. Tras la apertura por parte del Ministerio de Inclusión de un hotel para atender a los ucranianos solicitantes de asilo, “se han derivado a todas las personas a este recurso”.

Los primeros días, ante la falta de activación de un procedimiento claro para tramitar su petición de protección temporal -la vía impulsada el pasado viernes por la UE para garantizar la acogida de quienes huyan de la guerra de Ucrania- y el colapso habitual del sistema de asilo, familias de refugiados han recurrido a los servicios sociales municipales en busca de acogida.

Dos de estas personas son Andrii y Natalia, quienes buscan conseguir asilo en España. Ella es del Donbás y él de Crimea. Huyen de la guerra, aunque para ellos “comenzó hace 8 años”. Están enfadados. Explican que la Unión Europea solo se ha empezado a preocupar por el conflicto porque se ha extendido por el resto de Ucrania, pero la ofensiva empezó mucho antes y “hasta ahora no se ha hecho nada”.

La pareja ha asegurado que está teniendo problemas para formalizar su petición de protección en España. Han llegado a “Las Caracolas”, ya lo intentaron en otro centro de refugiados, pero este fin de semana seguían esperando a que alguien les acoja. Esperaban recibir información, pero sobre todo ayuda. Este lunes, según confirmó el alcalde de Madrid, todos los ucranianos acogidos en el centro municipal ya han pasado a ser acogidos en la red estatal de acogida, competencia del Ministerio de Inclusión, que en los últimos días ha habilitado 500 plazas en la región para atender la crisis ucraniana.

Una mujer, que prefiere que su nombre no trascienda, llegó este fin de semana a “Las caracolas” con su hija en brazos. Iba acompañada por una traductora voluntaria, que también prefiere permanecer en el anonimato, su cuñado y su madre, que trata de consolarla. La mujer llora desesperada. Ella ha conseguido salir del país, pero su marido sigue allí, en el frente. La traductora cuenta que la mujer llegó hace tres días a España y necesita que la atienda un médico. Está embarazada de cinco meses y le preocupa el estado del bebe.

El trayecto hasta España no ha sido fácil y tiene miedo de que el pequeño haya podido sufrir algún daño. Sin embargo, la refugiada ha preferido no quedarse. El centro no contaba con traductores y en la vivienda en la que la querían alojar había más hombres y mujeres, y para ella, en su estado y con una niña pequeña, no era “un lugar adecuado”.

“Es una situación horrorosa, porque no tienen estatus de refugiado, no tienen ningún tipo de papel, no tienen nada”, explica enfadada la traductora, que denuncia que no se está haciendo lo suficiente para ayudarla. Los 27 han acordado facilitar una protección temporal automática a los refugiados ucranianos en todo el suelo comunitario, pero los Estados miembros aún ultiman su puesta en marcha. El Ministerio de Inclusión ordenó el pasado miércoles aligerar los trámites de la acogida de las personas que huyan del conflicto ucraniano. A ellos no se le pedirá solicitar protección antes de su ingreso en la red de centros del Gobierno, una situación excepcional activada por la invasión rusa. No fue hasta esta semana cuando los ucranianos acogidos en este albergue municipal han sido trasladados al lugar que le corresponde.

Alona ha conseguido huir de la guerra, pero su esposo, Artem (34 años), sigue en Ucrania. Luchó en Donbás y sigue en el frente. Los hombres ucranianos de entre 18 y 60 años tienen prohibida la salida del país, deben quedarse para luchar.

Alona consiguió salir de Ucrania, llegó a Polonia y ahora está en España. Está embarazada y necesita un lugar donde quedarse, también acudió a “Las Caracolas” en busca de ayuda. Está preocupada porque ha perdido la comunicación con su marido y ya no sabe dónde está. Cada día lee las noticias para tratar de averiguar algo. Su familia sigue allí y espera poder regresar, pero su casa ha sido destruida.

En la puerta de “Las Caracolas”, entre el ruido de los coches que pasaban y el bullicio de los allí presentes, se han contado muchas más historias que no verán la luz porque sus protagonistas lo prefieren. Allí, en esa calle junto al centro de refugiados se ha visto la otra cara de la guerra, la de los exiliados, la de niños que lloran sin entender del todo qué está pasando, la de personas que han perdido el contacto con sus familiares, la de aquellos que no saben cuando regresaran a sus casas y si seguirán en pie cuando puedan hacerlo.

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