Hace un par de semanas, una carta del Ayuntamiento llegó a una vivienda del distrito de Barajas. Avisaba del “inicio del procedimiento sancionador” contra una vecina por “abandonar una caja fuera del contenedor establecido para el depósito de papel y cartón” e imponía una multa que no ha dejado dormir a la presunta infractora desde entonces: 2.001 euros, 1.200,60 euros si se acogía al pronto pago.
“Es desproporcionado, no soy una delincuente”, explicaba hace unos días a este periódico, relatando los hechos. Su caso era el segundo que se conocía -el primero, en Aravaca, lo había desvelado El País, también por una caja de cartón- y marcaba el inicio de una oleada de sanciones ejemplarizantes de número todavía desconocido por el Ayuntamiento pero que “irá a más”, informan a este periódico fuentes del área de Medio Ambiente.
Más allá del cuestionado importe de la multa, que el Ayuntamiento defiende escudándose en una ley estatal (ninguna otra ciudad impone esta sanción con tal dureza), el mensaje ejemplarizante que se manda desde Cibeles está coincidiendo con una presencia cada vez más constante de fotos de basura acumulada en Madrid en redes sociales y -lo que es peor- la sensación de que la suciedad madrileña es un problema endémico que tampoco el nuevo equipo de gobierno puede resolver, de momento. Tampoco ayudan que recurrentemente aparezcan noticias sobre la presencia de ratas o contando que hay vecinos que limpian su calle después de un año esperando a que lo hagan los operarios municipales.
El problema de la limpieza en Madrid es uno de los pocos que reconoce en público su alcalde. José Luis Martínez-Almeida confiaba en que la entrada en vigor del nuevo contrato de limpieza acabara con años de suciedad en las calles, fruto de los recortes impuestos por Ana Botella en el anterio pliego, firmado en 2013 y que mantuvo atada la gestión de los barrenderos durante ocho años. “No es que ahora estuviera sucio, pero no estaba lo suficientemente limpio como los madrileños queríamos”, dijo Almeida cuando se pusieron en marcha las nuevas concesiones, practicando cabriolas lingüísticas para no criticar a una exalcaldesa de su partido.
Madrid gastará hasta 2027 la mareante cifra de 1.636 millones de euros en limpiar las calles de la ciudad, además de otros 435 millones en mantener sin basura los parques hasta 2025. El gasto por habitante ha subido un 45% respecto al contrato anterior, lo que ha servido para contratar a 2.500 barrenderos más. Entonces... ¿por qué Madrid sigue pareciendo sucio?
El olvido de los interbloques: cientos zonas sin limpiar por contrato
A las pocas semanas de entrar en vigor el último contrato de limpieza, los vecinos de muchas zonas de Madrid -principalmente en el sur- comprobaron que la limpieza municipal había dejado de pasar por su calle: las obligaciones de las concesionarias dejaban fuera de su limpieza cientos de lugares en 14 distritos. Son los llamados espacios interbloques, zonas privadas de uso público con dudosa calificación urbanística y titularidad. Los denostados contratos que suscribió Ana Botella sí que incluía su limpieza; los nuevos de Almeida no. Y la basura se acumuló allí durante meses hasta que el Ayuntamiento lo reconoció.
El área de Medio Ambiente, dirigida por Borja Carabante, tuvo que sacar rápidamente un nuevo contrato para limpieza exclusiva de 262 de estas zonas, en el que gastará otros 47,2 millones de euros y que ejecutará la empresa Eulen, según datos a los que tuvo acceso este periódico. La adjudicación se produjo hace solo dos semanas y todavía no se ha formalizado, por lo que los espacios interbloques siguen acumulando desperdicios, ya desde hace más de diez meses. Y para sus vecinos, se refuerza la sensación de que la limpieza allí era igual o peor que durante anteriores legislaturas.
Algo parecido ha sucedido con la limpieza de las pintadas en las paredes. El Ayuntamiento de Madrid las gestiona ahora a través de un nuevo contrato del Servicio de Limpieza Urgente (Selur), que no ha entrado en vigor hasta este mismo agosto, después de su adjudicación a Urbaser. En él, los madrileños gastan otros 167,2 millones de euros. Hasta su llegada se produjo una notable acumulación de tags en muchas zonas de la capital.
El servicio se presentó el pasado 31 de agosto en el Dos de Mayo (Malasaña), cuando los trabajadores municipales se afanaron por eliminar unas pintadas que después han vuelto a llenar los muros de la plaza. Aunque está previsto que los operarios recorran las calles de forma periódica limpiando las paredes, lo que mejor funciona en este servicio es enviar un aviso a través de Línea Madrid y el graffiti desaparece en pocos días (o en horas si alude a alguna persona). Pero la mayoría de ciudadanos, poco acostumbrados al nuevo sistema, lo desconocen y siguen esperando a que alguien acuda a limpiar los muros sin que les tenga que avisar. Por lo que muchas paredes siguen mostrando suciedad.
El problema del cartón que no acabará pronto
El otro punto negro de la limpieza en Madrid son las islas de reciclaje, que se gestionan con un contrato distinto a los citados anteriormente. Es algo que necesita de pocas estadísticas y que puede comprobar cualquier ciudadano que pasee por las calles de la ciudad. Un ejemplo es este hilo del periodista Javier Casal en una de las principales vías de Chamberí:
El área de Medio Ambiente achaca los problemas de recogida al aumento de la venta online a raíz de la pademia. Los cartones cada vez son más abundantes y los contenedores de reciclaje de papel pueden desbordarse en cualquier momento del día. El contrato de recogida viene de la legislatura de Manuela Carmena y no preveía este aumento, aunque su vigencia acabará pronto: el consistorio ya ha sacado a licitación las nuevas condiciones, que incluyen contenedores más grandes y soterrados en puntos céntricos de la ciudad. También se recojerán los cartones con mayor frecuencia, para evitar las actuales acumulaciones.
El problema para el equipo de Almeida es que hasta el verano de 2023 no entrarán en vigor las mejoras, por lo que se expone a que se multipliquen los hilos de Twitter como el antes citado y que los ciudadanos acaben pensando que la subida en el gasto de limpieza no ha servido de nada. En este contexto es el que han llegado las multas de 2.001 euros de las que hablábamos al inicio de este artículo. Unos importes que se han impuesto interpretando de la manera más severa una ley estatal aprobada en verano.
La legislación, que castiga como falta muy grave el abandono de “basura dispersa” en la calle, también indica que será leve “la comisión de alguna de las infracciones indicadas en los apartados anteriores cuando, por su escasa cuantía o entidad, no merezcan la calificación de muy graves o graves”. Y en su artículo 110, recuerda que “las administraciones públicas deberán guardar la debida adecuación entre la sanción y el hecho constitutivo de la infracción”.
Pero el área de Medio Ambiente ha preferido emplear la mano dura para castigar estos comportamientos e intentar evitar por la vía de las sanciones ejemplares las imágenes de contendores llenos. No van a ser casos aislados: la nueva Ordenanza de Limpieza y Gestión de Residuos, actualmente en trámite de aprobación, prevé multas de 2.000 euros para las personas que abandonen una lata o vidrio en la calle después de hacer botellón. Y 3.000 euros si alguien es pillado pintando con spray sin permiso las paredes de la ciudad.
Con estas cuantionas sanciones, el Ayuntamiento endurece notablemente su discurso sobre limpieza en poco menos de un año. Su lenguaje era mucho más tranquilo cuando en noviembre de 2021, lejos aún de las próximas elecciones, el alcalde aseguraba que con los nuevos servicios y “la imprescindible colaboración ciudadana”, esperaba conseguir “que recordemos ese Madrid limpio que todos tenemos en la cabeza”.