Cuando terminó el año 2021, año Sabatini por el tercer centenario del nacimiento del arquitecto italiano, emblema de la arquitectura dieciochesca de la capital, Madrid se quedó con ganas de celebrar a Antonio Palacios, acaso su otro gran constructor. Quizá por ello, el año pasado se adelantaron algunos de los fastos que harán de este 2024 –sesquicentenario de su nacimiento– el año Palacios (como la exposición del COAM, visitable hasta el 12 de este mes). El año dedicado al arquitecto gallego, además, empieza hoy por derecho propio, ya que nació el 8 de enero de 1874. Habrá que estar muy atentos a los eventos que corresponde preparar a la Dirección General de Patrimonio Cultural del Ayuntamiento de Madrid.
En pocos metros, podemos entender la importancia capital de Antonio Palacios para Madrid. Los que median desde el palacio de Telecomunicaciones –actual Ayuntamiento de la ciudad– al Círculo de Bellas Artes, una de nuestras más importantes instituciones culturales. En el mismo entorno encontramos otros bellos ejemplos del Madrid financiero, cabeza del Estado, como el Banco Español del Río de la Plata o el Mercantil Comercial, ambos en la calle de Alcalá. Son también numerosos los ejemplos de vivienda residencial burguesa que ayudaron a poner Madrid a la altura del resto de capitales del mundo, o edificios tan singulares como el Hospital de Jornaleros de Maudes.
La importancia de Antonio Palacios para Madrid hay que buscarla, además, en su legado estético y la influencia que tuvo en sus discípulos como profesor en la Escuela de Arquitectura de Madrid, tal y como explicaba a este medio Álvaro Bonet, arquitecto y estudioso de la obra de Antonio Palacios.
Nacido en Porriño (Pontevedra) en 1874, estudió ingeniería en Madrid, donde comenzó a trabajar ya antes de titularse con su compañero Joaquín Otamendi Machimbarrena. Juntos, dan forma al primer metro madrileño (empezando por su reconocido logotipo).
El cénit profesional de Palacios coincide con la transformación de la ciudad en sus dimensiones cuantitativas y cualitativas. Participa de la metrópoli en sus vertientes administrativa, comercial, de oficinas o de las residencias de la creciente burguesía mercantil en el ensanche residencial.
La segunda mitad del siglo XX no sentó bien ni al final de su carrera profesional (muere en 1945) ni al prestigio de su legado. Sin embargo, en las últimas décadas Madrid se ha rendido a la evidencia de la influencia del arquitecto en la ciudad.
En la recuperación de Palacios como gran valedor estético del metropolitano madrileño debemos contar con los últimos esfuerzos de Metro de Madrid por rescatar su rastro, recreando el templete de acceso en Gran Vía (tras la negativa de Porriño a ceder el original) o colocando réplicas de las farolas anunciadoras de las bocas de metro de los tiempos de Palacios y Otamendi al mando del diseño del metropolitano.
Sin embargo, estos esfuerzos de Metro de Madrid no han compensado para muchos la pérdida de elementos originales, la de más contestación social la de las cocheras históricas de Cuatro Caminos, cuya supervivencia para albergar infraestructuras públicas fue largamente peleada por la plataforma Salvemos Cuatro Caminos y otros actores vecinales antes de su derribo.
El olvido del arquitecto durante años, por cierto, lo convierte hoy en candidato permanente ser redescubierto…y recuperación. Así ocurrió el año pasado con a raíz de una investigación de la asociación Madrid Ciudadanía y Patrimonio (MCyP), que encontró las barandillas del desaparecido Hotel Florida de la plaza de Callao en otro edificio del cercano barrio de Malasaña.
A buen seguro, escucharemos hablar mucho de Antonio palacios durante este año. Esperemos que la ciudad, en cuanto que hija de su pulso, en parte, esté a la altura del padre del Madrid más monumental del siglo XX.