Hay promesas que acaban en la basura. Los vecinos de Montecarmelo, una zona de alto poder adquisitivo en el distrito de Fuencarral-El Pardo (Madrid), no se resignan a que ese sea su caso, aunque lo temen ante las últimas maniobras del Ayuntamiento que lidera José Luis Martínez-Almeida. Luchan contra la instalación a pocos metros de un centro educativo del barrio de un nuevo cantón, una parcela dedicada a la acumulación de maquinaria, vehículos y material del personal de limpieza municipal, pero en algunos casos también de residuos.
La amenaza parecía espantada cuando en abril, un mes antes de las elecciones municipales, el consistorio paralizó la construcción de esta y otras once infraestructuras de este tipo para estudiar nuevas ubicaciones. Pero, una vez pasado el periodo electoral, algo ha comenzado a moverse.
Concretamente la tierra, como ha denunciado en un comunicado la Asociación Vecinal Barrio de Montecarmelo: “Ante los primeros movimientos de tierra detrás del cementerio de Fuencarral el pasado mes de julio, junto al Colegio Alemán, trasladamos una pregunta a la Junta Municipal del Distrito, en el sentido de conocer el objetivo de estas actuaciones. No recibimos respuesta”. Lamentan que el delegado de Medio Ambiente, Movilidad y Urbanismo, Borja Carabante, no les ha dado novedad alguna desde el pasado 8 de mayo.
En ese encuentro, según recoge la organización de residentes, Carabante se comprometió a que “el Ayuntamiento de Madrid no comenzará las obras de ninguna de las instalaciones de limpieza que no es están ejecutando hasta que se acuerde con los vecinos la mejor solución posible”. Pero la Junta Municipal de Fuencarral-El Pardo habría comunicado a la entidad vecinal que la ubicación del cantón en las inmediaciones del Colegio Alemán “ya es definitiva”, una decisión que el Ejecutivo local “tenía tomada desde julio, al menos”.
Fuentes del área de Medio de Ambiente confirman a Somos Madrid que “el pasado mes de julio se llevaron a cabo catas para comprobar si se podía ubicar la instalación de limpieza y la semana pasada se hicieron pruebas geotécnicas”. Avanzan además que “esta semana se va a citar a los vecinos para trasladarles toda la información”. Es decir, el Gobierno de Cibeles atribuye a “catas” y “pruebas” esas primeras operaciones sobre el terreno antes de la formalización de una ubicación definitiva.
“Ya hemos hablado con el Colegio Alemán y a lo largo de los próximos días vamos a tener reuniones con las asociaciones de vecinos para explicarles los motivos de esa ubicación y cumplir el objetivo y el compromiso que habíamos adquirido con ellos, que era estudiar la reubicación y darles a conocer la misma”, se ha explayado al respecto Carabante en unas declaraciones recogidas por Europa Press.
Sin embargo, según denuncian muchos afectados, ese “compromiso adquirido” hacía referencia a un estudio previo de la localización final con los posibles afectados, no a una comunicación posterior. De hecho, el concejal justificó el aplazamiento efectuado un mes antes de los comicios municipales ante “las quejas vecinales y la información que tienen derecho a recibir los vecinos”.
Un “horror” en un barrio con pedigrí
Mientras Carabante, responsable de la cartera municipal con más competencias, insiste en que será un cantón “sin gestión de residuos” y culpa de la polémica a una izquierda que “solo sabe quejarse”, la movilización vecinal se ha trasladado a una petición de change.org que ya supera las 5.000 firmas. Francisco Arranz, firmante de la propuesta por la paralización del proyecto en su concepción actual, lo expone así: “Con la ubicación del cantón en esta parcela, se verá comprometida tanto la calidad de vida de los vecinos que hemos elegido este barrio por su tranquilidad y limpieza, como el medio ambiente de la zona, que cuenta ya con escasos espacios verdes, tan necesarios, y que linda con la zona protegida de El Pardo. Es más, la nueva ubicación se ha previsto precisamente en una de las zonas con más árboles que hay detrás del cementerio”.
Pero, como explica este vecino, la gran preocupación está en la afectación que una instalación de este tipo pueda causar a entornos especialmente sensibles, como la guardería Sol Solito, el centro educativo Santa María La Blanca o el ya mencionado Colegio Alemán. En total, más de 3.2000 alumnos convivirían con el cantón a unos cientos de metros, algo que inquieta a padres y docentes.
Se verá comprometida tanto la calidad de vida de los vecinos que hemos elegido este barrio por su tranquilidad y limpieza, como el medio ambiente de la zona, que cuenta ya con escasos espacios verdes y que linda con la zona protegida de El Pardo
Arranz teme “el continuo transitar de maquinaria pesada cargada de basura durante todo el día (incluida la madrugada), mayores retenciones y tráfico (con el consecuente riesgo para nuestros hijos), generación de ruido constante e ininterrumpido, emisión de malos olores e insalubridad por la acumulación de basura, residuos y desechos”.
Las asociaciones vecinales son conscientes de la importancia de estos espacios para que los trabajadores municipales de limpieza dispongan de zonas que faciliten su desempeño, pero animan a instalarlos “en áreas industriales, en algunos de los numerosos terrenos propiedad del Ayuntamiento alejados de barrios residenciales”.
Un padre movilizado por el efecto que el cantón puede tener en el Colegio Santa María La Blanca de Montecarmelo lo califica de “un horror que cambia por completo el concepto del colegio y del barrio”. Almeida y su equipo ya saben los quebraderos de cabeza que acarrea enfrentarse a residentes que no suelen movilizarse contra otras políticas no tan próximas. Porque aguantar molestias cada día, pero también romper un compromiso, produce una indignación que no entiende de ideologías.