Al pasear por las calles de Madrid existen elementos arquitectónicos que, por cotidianos o poco espectaculares, pasan desapercibidos. Es el caso de los encierres, que forman parte de muchos edificios, especialmente de los situados en calles empinadas.
Las buhardillas, desvanes o áticos, en la parte superior de las construcciones, tienen mucha más fama que estos espacios oscuros ubicados en la zona inferior de un inmueble, utilizados también en ocasiones como viviendas. Carpinteros, cristaleros, guarnicioneros, impresores, tapiceros ,etc., han sido tradicionalmente los moradores y habitantes de esta especie de cuevas, donde instalaron los talleres de sus oficios.
Es tal la invisibilidad de estos lugares que el vocablo que los denomina ha desaparecido, incluso, de los diccionarios modernos y, por supuesto, del uso cotidiano del idioma.
No podremos encontrar el término “encierre” en entrada alguna del diccionario de la RAE, pero sí podremos verlos en directo paseando por calles de Malasaña como, por ejemplo, Santa Lucía o Escorial (tal y como se ve en las imágenes que ilustran este artículo) porque, sin estar en su mejor siglo, quizá lo fuera el XIX, perduran en el barrio con usos diversos.
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