Kubaba fue una reina de la ciudad de Kish hace más de 4.000 años, la única que aparece en la Lista Real Sumeria; una excepción no sólo por eso. Se dice que reinó y reinó bien durante cien años, aunque igual se exagera. Y también se dice que fue convertida en ídolo y pudo suponer el origen de la diosa Cibeles, que tan presente tenemos en Madrid. La anomalía de Kubaba no es sólo que reinase siendo mujer, sino que alcanzó el puesto tras haber sido una más de la clase trabajadora. Kubaba era tabernera antes de llegar al poder y tal cosa, a pesar de hacerla formar parte de la clase más baja con permiso de los esclavos, no era poca por entonces.
Fabricar y vender cerveza era uno de los oficios con más futuro que se podía tener en aquellas ciudades-estado del pasado. La birra servía como moneda de cambio y las tabernas también hacían las veces de banco, ya que daban préstamos a los agricultores con problemas, además de cumplir su función social: la de fomentar la socialización, precisamente.
Las primeras ciudades nacen en Mesopotamia después del proceso por el que dejamos de ser cazadores-recolectores para convertirnos en agricultores. Una vez dedicados a la siembra, los humanos fuimos agrupándonos en poblados cada vez más grandes y diversificando al tiempo que especializándonos en nuestras formas de ganarnos la vida. El mercadeo y el comercio es, por tanto, parte esencial de nuestra raíz urbana.
El asentamiento que acabó siendo Madrid, a pesar de surgir por la abundancia de agua, de tener a un labrador como patrón y de ser corte desde 1561, siempre ha tenido fama de bullicioso, festivo y superficial, sin que esto tenga nada de malo. Aquí, históricamente, nos hemos dedicado sobre todo a los servicios, también al de dar de beber y de comer.
Ahora, el sector terciario representa más del 85% del PIB de la región. El comercio, alrededor del 30%. La hostelería, en torno al 7%. Hay más de 30.000 establecimientos del ramo en la Comunidad. No se sabe cuál fue el primero pero sí que el más antiguo que sigue abierto es el restaurante Botín, desde 1725. También permanece activo la Taberna de Antonio Sánchez, que lo está desde 1787.
Todo esto forma parte de nosotros. Somos comerciantes, mercaderes, taberneros, también somos clientes bulliciosos y festivos de comercios, mercados y tabernas. Es lo que hacemos y lo que parece que queremos seguir haciendo pase lo que pase. Más allá de guerras culturales y politiqueos, creo que es conveniente reflexionar sobre ello para entender la sociedad que hemos ido creando desde hace siglos, la que ha encumbrado a la nueva Kubaba.
Kubaba fue una reina de la ciudad de Kish hace más de 4.000 años, la única que aparece en la Lista Real Sumeria; una excepción no sólo por eso. Se dice que reinó y reinó bien durante cien años, aunque igual se exagera. Y también se dice que fue convertida en ídolo y pudo suponer el origen de la diosa Cibeles, que tan presente tenemos en Madrid. La anomalía de Kubaba no es sólo que reinase siendo mujer, sino que alcanzó el puesto tras haber sido una más de la clase trabajadora. Kubaba era tabernera antes de llegar al poder y tal cosa, a pesar de hacerla formar parte de la clase más baja con permiso de los esclavos, no era poca por entonces.
Fabricar y vender cerveza era uno de los oficios con más futuro que se podía tener en aquellas ciudades-estado del pasado. La birra servía como moneda de cambio y las tabernas también hacían las veces de banco, ya que daban préstamos a los agricultores con problemas, además de cumplir su función social: la de fomentar la socialización, precisamente.