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Bomberos, chulapos y mantones de Manila: estampas de las viejas fiestas de La Paloma en blanco y negro

Muchos tenemos nuestras propias imágenes de las fiestas de La Paloma en la retina. Noches calurosas de risas y camaradería en La Latina jugando a ser de Madrid si llegaste de fuera, o fingiendo que ser de aquí tiene una forma definida. 

Hoy la fiesta os la dejamos a vosotros. Nosotros os acercamos otras imágenes, antiguas, la mayoría en blanco y negro, que tratan de captar la esencia de cómo jugamos a las fiestas de agosto en Madrid. O, al menos, cómo lo hicieron los que llegaron antes.

La gente es siempre la protagonista de las fiestas de La Paloma. En el caso de esta fotografía son Pepita y Eduardo en los años cincuenta, tal y como refleja la información de la imagen en Memoria de Madrid. En otros, podrían ser tu abuelo y tu abuela saliendo a pasear el palmito por la calle Toledo.

Uno de los aspectos más simpáticos de la vertiente religiosa de la fiesta es el protagonismo del cuerpo de bomberos de Madrid en la misma. Es un bombero quien baja el cuadro de la virgen de su retablo el día 15 de agosto (miembros del piquete de gala del Cuerpo de Bomberos, que pertenecen a la Hermandad de la Virgen de La Paloma). Luego, el cuadro queda expuesto en el templo para la veneración de los fieles y sale la procesión, donde los bomberos también son protagonistas.

Cuenta la leyenda que en su día se declaró un importante incendio en la zona, que los bomberos no conseguían reducir. Los vecinos trajeron todas las imágenes religiosas para ayudar pero no fue hasta que llegó el cuadro de la virgen cuando se consiguió sofocar. El cuadro enmarcado fue descubierto a finales del XVIII por unas monjas en un corralón y se llamó en origen de la Virgen de la Soledad. Al principio, fue expuesto en el portal de la casa de una vecina de la calle de La Paloma llamada Isabel Tintero. La devoción por la imagen, de autor desconocido y origen plebeyo, fue creciendo hasta ser la imagen de la patrona de los bomberos y de todos los madrileños.

Las fiestas de La Paloma siempre han sido de callecita y taberna en su vertiente más de barrio. El viejo Madrid está asociado a las cada vez menos tabernas históricas de la ciudad. En la imagen vemos a los vecinos en Casa Osorio, una taberna de la calle de La Paloma que ya no existe.

Los balcones y las calles (sobre todo la de La Paloma, pero no solo) se engalanan con mantones de Manila y guirnaldas por las fiestas del barrio.

Las fiestas de La Paloma y sus manifestaciones más populares en la calle, ajenas a los eventos religiosos y la propia feria, resurgieron durante los primeros años de la democracia, aunque los patios de vecindad nunca se habían dejado de engalanar.

Chulapos y chulapas, organilleros, vendedores de barquillos…son tipos clásicos del casticismo madrileño que a algunos se les deben antojar animales mitológicos pero que existen (a duras penas) y se pueden ver en estas fiestas, en Las Vistillas y en el resto de plazuelas de La Latina. La feria siempre fue, también, el espacio mágico de la fiesta, que cobraba una dimensión especial durante el verano y las vacaciones.

Como sucede con otras fiestas populares, los carteles oficiales de los diferentes años nos ayudan a entender los cambios de las sociedades que, todas ellas, hacen parón en agosto para celebrar las fiestas patronales de Madrid. Evoluciones estéticas que tienen anclaje en su tiempo. Aquí podemos ver los carteles de 1955, de 1970 y otro de la Hermandad de la Virgen de la Paloma de 2002. Entre los dos primeros hay una evolución de lo castizo a la psicodelia. En el tercero, pese a ser relativamente reciente, asoma más la vertiente religiosa de las fiestas que su componente festivo y popular.

Estas son las imágenes que hemos elegido, como podrían ser otras. Lo bueno es que son infinitas y se renuevan cada quince de agosto, reinventando el mestizaje relajado entre modernidad y tradición de los días de verbena. Dentro de unos años, un artículo similar a este se verá obligado a seleccionar otras fotos de entre las miles de instantáneas que cada día tomamos con nuestros teléfonos móviles. Que no pare la fiesta.