Los arquéologos han confirmado lo que ya adelantaba el blog “Arte en Madrid”: los restos hallados en las obras del Canal de Isabel II en la calle Fuencarral se corresponden con un “viaje del agua” de 1632. Y es que, aunque se tenía conocimiento de su existencia, no se había geolocalizado hasta la fecha.
Todo ello a pesar de que se aprecian tubos de comunicaciones y algunas canalizaciones que cruzan las galerías y que hacen sospechar, como confirman algunos vecinos, que ya se habían ejecutado obras anteriores que habían pasado por alto los restos arqueológicos de este viaje de agua del siglo XVII, procedente de los de Fuente Castellana y La Alcubilla, que servía para abastecer a madrileñas y madrileños de agua hasta el siglo XIX, y que se encuentra en muy buen estado de conservación.
Según explican los expertos, nos encontramos ante una galería documentada con una longitud de más de 180 metros y, aunque no se podrá visitar por el público en general, sí que se va a dejar un registro en superficie para que los arquéologos, estudiantes e investigadores puedan acceder a él para realizar futuras investigaciones desde dentro.
La posibilidad de acceder a las galerías ha permitido a los arquéologos realizar un exhaustivo trabajo de documentación: fotografías, planos con el recorrido del viaje de agua, notas sobre las particularidades de este tramo, como el arca de repartición, entre otros detalles.
En cuanto a los restos arqueológicos (dos tramos de galerías, un viaje de agua y una estructura asociada al viaje de agua), se han protegido con material geotextil y arena para, posteriormente, cubrirlos hasta el nivel de calle por hormigón. En los próximos días se asfaltará la zona para que las calles Fuencarral y San Mateo recuperen la circulación lo antes posible.
Paloma Sobrini, Directora General de Patrimonio Cultural, explicaba el miércoles en una visita con los medios de comunicación y otras autoridades a los restos arqueológicos que es una suerte que no se haya destruido este viaje de agua y recriminaba al Ayuntamiento de Madrid que no hubiera establecido un control arqueológico para estas obras, aunque también reconoció que en cuanto se detectaron los restos se paró la obra y se llamó a su departamento para que analizaran su valor patrimonial.