El corredor de voluntarios Madrid-Valencia que ayuda después de la DANA con recursos de su propio bolsillo

Lourdes Barragán

Madrid —
21 de noviembre de 2024 01:00 h

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Crear una asociación retrasaba todo demasiado. El plazo habitual es de tres meses, y el margen de la emergencia era mucho más estrecho. Así que decidieron pasar a la acción de otra forma. Belén, Lucía y Alba se conocieron en Madrid, después de coincidir en algunos grupos de Whatsapp creados en las horas siguientes al 29 de octubre, cuando una DANA histórica atizó varios municipios de Valencia con unas riadas que dejaron más de 200 víctimas mortales a su paso. Estando a casi 400 kilómetros del epicentro del desastre, algo se encendió en ellas. No tenían nada que ver con esa gente que lo había perdido todo, pero se plantaban si un día podía ser su turno.

Aunque las dos últimas no tenían vínculos con el mundo de los servicios sociales, Belén sí ejercía como trabajadora social y tenía formación sanitaria. “Nunca en mi vida he presenciado un desastre de este alcance. Pero tenía alguna idea de cómo proceder”, explica a Somos Madrid semanas después de iniciar su plan. Querían llegar a cuantos más pueblos, mejor; y con tanta mano de obra como fuera posible. Bajo esa premisa, han logrado enviar varios autobuses cargados de enseres y cientos de voluntarios a la provincia de Valencia, que pasan una jornada entera de trabajo antes de volver a la capital. Todos se comunican en sus propios grupos de mensajería instantánea a los que prácticamente cada día se unen nuevos usuarios, procedentes de la región madrileña. Muchos donan y se mantienen al tanto, pero no todos viajan, ya sea por compromisos personales o falta de recursos. Y eso les genera otro problema.

En sus primeros trayectos asistían hasta 55 pasajeros con sus equipajes, repletos de EPIs, botas de agua hasta las rodillas, bolsas de basura para cubrir los tobillos y un sinfín de productos de limpieza, higiene personal, alimentos duraderos y otros tantos recursos. Ahora, tres semanas después de la tragedia, cuesta más reunir voluntarios: “Necesitamos llenar cada autobús con, al menos, 30 personas”, narra una de las organizadoras de este movimiento ciudadano. Es la pauta que les dieron desde la empresa de transporte a la que contactaron, Tabourbus, con sede en Coslada.

Los días de voluntariado son todos muy parecidos. El autobús sale a las 6 de la mañana desde Ciudad Universitaria, al noroeste de la capital. Una vez allí, se distribuyen las tareas y deciden a qué pueblos pueden desplazarse, o cuáles son los que necesitan ayuda con más urgencia y llegan allí varias horas después. Cargados con sus propios bocadillos o algo de agua –prácticamente no hay establecimientos abiertos–, los voluntarios descansan al mediodía en algún banco o rincón de la localidad. Aunque la mayoría vienen equipados de casa, existen puntos de distribución en los que pueden adquirise de forma gratuita equipos de protección, botellas o fregonas anchas y mopas con las que desplazar el fango.

“Al llegar allí, todo era como una escena de película”, cuenta Iván, uno de los jóvenes que voluntariamente asistió con este grupo a ayudar en Catarroja. En su caso, era la primera vez que iba tras el desastre. Pero no le dejó indiferente. Su trabajo está relacionado con el mundo de la actualidad, así que venía informado de qué tipo de materiales o vestimentas sería mejor llevar para la tarea. No tenía coche y el tren estaba cortado por la DANA, tampoco conocía a otros que fueran por su cuenta. ¿Cómo llegar hasta allí? “Investigando con mi chica en redes sociales dimos con un grupo de Whatsapp de voluntarios que organizaba buses para ir a Valencia y que tenía permiso del Ayuntamiento de Torrent, y solo nos pedían que apuntásemos nuestro nombre en un excel”, explica, a sabiendas de que el proceso podía ser arriesgado, pues sin muchas hgarantías debían pagar el bizum a unos desconocidos. En su caso, salió bien. “Al final acabamos exhaustos y nos fuimos a comer”.

Muchos ciudadanos locales suelen ofrecera los visitantes platos de comida caliente, como bacalao con arroz, puré de calabacín o algo de pasta, en compensación por su ayuda. La vuelta a Madrid no comienza hasta las once de la noche, después de un día exhausto, y después de una parada a mitad de camino en una estación de servicio aterrizan de nuevo en Ciudad Universitaria ya de madrugada, entre las tres y las cuatro, para luego buscar cómo volver a casa con el Metro cerrado. “Es cansado, pero aún a día de hoy creo que merece la pena. Si no estuviéramos ahí, pienso que tardarían mucho más en volver al estado en el que estaban antes de la DANA”, comenta Belén, una de las organizadoras del viaje.

Comenzaron a movilizarse cuando estalló la catástrofe, un martes a última hora de la tarde. Lo primero fue buscar la manera de llegar desde Madrid para entrar en un terreno cortado y prácticamente destruido. La tarea consistió en llamar ayuntamiento por ayuntamiento, y tratar de que alguno de ellos emitiera un permiso para la entrada de estos voluntarios independientes en sus municipios. El que accedió primero fue el de Torrent, una de las localidades afectadas, con unos 80.000 habitantes. Una vez allí, el consistorio les explicó en qué puntos hacía falta más mano externa para que pudieran dividirse en grupos y ayudar en cada zona.

Uno de los primeros periplos de esta patrulla madrileña desembarcó en este lugar y caminó a pie hasta Catarroja, otra urbe arrasada por el fango. Asistieron 55 personas, aforo completo, en un bus que salió de madrugada. El viaje se produjo el 9 de noviembre, un sábado. Hacía más de una semana desde que el agua se había comido el terreno y el escenario seguía siendo desolador. Incluso “apocalíptico”, rememora Beatriz, una de las asistentes. Madrugó esa mañana y salió con su mochila y unas botas altas de su casa en el distrito de Carabanchel. “Aunque había pasado tiempo y se habían movilizado muchos recursos, el trabajo no había hecho más que empezar”, confiesa. En su caso, la destinaron a un colegio al que habían atravesado las riadas.

Querían abrirlo la semana siguiente, pero a pocos días de cumplirse ese plazo aún se utilizaban “pupitres y mesas para bloquear las salidas por las que entraba el fango”. Decenas de voluntarios se desplegaban a diario para limpiar, pero no fue posible abrirlo en la fecha prevista inicialmente. Las organizadoras de este grupo espontáneo conformado por miembros la sociedad civil coordinaron, en este tiempo, otros cinco viajes como ese. Son cientos de personas las que han llegado a Valencia en esos autobuses, y esperan que las cifras sigan en aumento cuando rozan ya el millar de voluntarios.

No todos pueden llegar, pues el viaje costaba 28 euros ida y vuelta que cada particular debía pagar de su bolsillo. Es la forma de costear los autobuses. Al ser una agrupación ciudadana y no constar como entidad inscrita en el Registro Nacional de Asociaciones –el listado oficial que controla el Ministerio de Interior y en el que constan las organizaciones avaladas por el Estado– lo tienen mucho más difícil para acceder a subvenciones con las que financiar los trayectos o el material desplazado. En un primer momento, el Gobierno aprobó una partida de 10.600 millones de euros a repartir en ayudas para familias, empresas, trabajadores y otros afectados por la DANA. También a los ayuntamientos, que a su vez lo utilizarían para la reconstrucción y, en muchos casos, para ayudarse de entidades que refuercen los trabajos.

Como estas solicitudes priorizan a las asociaciones oficiales u ONGs, las tres organizadoras pensaron en utilizar la empresa de una de ellas, dedicada a suministrar material sanitario durante la pandemia, para pedir financiación con la que devolver a sus compañeros de viaje el dinero del autobús, y seguir financiando nuevas conexiones Madrid-Valencia en los meses venideros. “Lo que ocurre allí no va a acabarse de un día para otro. Seguirá siendo un problema incluso cuando ya no se hable de la DANA a diario”, deduce Lucía, que no se dedica profesionalmente a los servicios sociales pero decidió unirse a sus compañeras para emprender esta idea. También solicitaron financiación al Ayuntamiento de Madrid, pero cuentan que su respuesta fue negativa.

“Nos dijeron que ellos no costeaban este tipo de cosas, y que su ayuda iba por otros cauces oficiales”, reproduce Belén, que sigue buscando alternativas. El dinero público para relanzar a Valencia proviene en buena medida de los fondos europeos. El ministro de Economía, Carlos Cuerpo, constató en Bruselas que su Gobierno tratará de apurar una reforma del plan de Recuperación –que jugó un papel clave durante la pandemia– antes de fin de año, destinando así nuevas ayudas comunitarias al desastre natural. Mientras tanto, los voluntarios siguen respaldando las tareas pese a que cada vez es más difícil conseguir grupos firmes. “Al principio era hasta difícil organizarles, pero últimamente hemos tenido que cancelar cuatro viajes y devolver el dinero porque no llegábamos al mínimo de 30 inscritos para contratar el autobús”, lamenta Belén.

Más movimientos para enviar voluntarios

Otras opciones para ayudar desde la capital vienen también desde asociaciones, sindicatos, organizaciones no gubernamentales o de las propias instituciones. El responsable de Emergencias de Cruz Roja centrado en Valencia desde los primeros días, Miguel Ángel Sánchez Arrocha, estima en unos 500 los voluntarios de su ONG que han asistido desde Madrid a las zonas más afectadas para prestar ayuda física, buscar desaparecidos o entregar comida u otros enseres puerta por puerta.

Aunque muchos tienen su vida y obligaciones en la ciudad, este miembro del equipo técnico explica que los viajeros rotan en turnos de hasta cinco o seis días, en los que permanecen en los puntos a los que han sido desplazados para volver luego a la urbe. “Comenzamos a actuar 72 horas después de la DANA”, añade el trabajador. La razón de esta demora es que consideraron que lo más útil era encargarse primero de la logística y, una vez listo el organigrama, pasar a la acción. “Sabíamos que en los primeros momentos se activarían los grupos locales y las delegaciones en Valencia, así que lo mejor era no lanzarse a lo loco y asegurarse de preparar la ayuda exacta que necesitan, ni más ni menos”, resalta Sánchez Arrocha. Para transportar a los voluntarios, utilizaron el espacio disponible en los vehículos 4x4 en los que almacenaban la comida y los recursos que enviarían, con unas doce plazas por lo general.

No son los únicos. También desde los sindicatos, entre ellos UGT, se han coordinado para mandar voluntarios. Uno de los trabajadores de limpieza del Ayuntamiento que forma parte del órgano sindical detalla que empresas que colaboran con Cibeles como Valoriza, Grupo FCC, PreZero, Acciona o Urbaser han ofrecido a sus empleados inscribirse como voluntarios para mandar patrullas de servicios a pueblos valencianos como Paiporta, Utiel, Catarroja, Alfafar, Llombai o Benetúser. “Las jornadas son extenuantes, se trabaja 16 horas de sol a sol”, expresa este trabajador ligado a UGT, Juan Carlos del Río. Según explica, tanto las empresas como las instituciones municipales ponen recursos para enviar a unos 400 trabajadores hasta la fecha, que se dividen en turnos rotatorios para ir y venir.

Otras corporaciones como el COAM, el Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid, plantean soluciones aplicables desde su sector. El órgano colegiado ha abierto una bolsa de especialidades para que sus miembros o arquitectos ajenos a la entidad puedan inscribirse y prestar ayuda técnica en las zonas de la provincia de Valencia que lo requieran. Por el momento se están examinando las estructuras y el alcance de la catástrofe y, una vez finalicen las labores de búsqueda y rescate de desaparecidos, se pondrán manos a la obra.

Hasta el momento se han inscrito unos 90 profesionales de distintas ramas, a saber: expertos en tasaciones, en informes, cimentaciones y estructuras, patología y construcción, restauración de patrimonio, instalaciones de edificación o urbanas, así como de urbanismo y planificación. Quedan pocos días para que se cumpla un mes de la peor catástrofe que ha vivido la Comunidad Valenciana en el último siglo. En mitad del tira y afloja entre el Estado y la Generalitat, la solidaridad sigue emergiendo desde la sociedad civil.