Dos captadores sociales de la calle Preciados piden esperar una hora para atender preguntas, hasta su descanso, pero cuando llega cambian de opinión y prefieren no hablar. Otro trabajador muestra telefónicamente su disposición a participar en un reportaje al respecto, pero “después de hablar con la empresa” acaba declinándolo. Lola y Laura, exempleadas del sector, cuentan su experiencia pero en realidad no se llaman Lola y Laura. La ONG Plan International no responde las consultas trasladadas por este medio. Aldeas Infantiles redirige a la Asociación Española de Fundraising para conocer su postura. Esta entidad sí contesta, pero indica a su vez que “para conocer los detalles habría que acudir a cada organización”.
Esta es la marea de opacidad que envuelve al que es paradójicamente uno de los oficios más visibles -y sobre el papel bienintencionados- en el Madrid de hoy. Personas, la mayoría jóvenes, que tratan de conseguir nuevos socios para las ONG o asociaciones de distinto tipo con movimientos rápidos y efusivos, sonrisas de oreja a oreja y palabras agradables. Han tomado las vías más transitadas de la capital y de otras muchas ciudades: la plaza de Callao, la Puerta del Sol, la calle Fuencarral, Goya, Alonso Martínez o los techos de Nuevos Ministerios cuando llueve. Pero no son un elemento más del paisaje urbano, algo a ignorar como si se tratase de farolas o una de las Meninas que coloca el Ayuntamiento. Esconden una realidad detrás.
“Es un mundo muy pequeño y enseguida te pueden echar, la gente está acojonada”. Lola trabajó en Acnur (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados) entre 2018 y 2021, unos meses como captadora “rasa” y año y medio como jefa de equipo. Madre de una hija pequeña, explica a Somos Madrid que se trata de puestos “muy precarizados”. “Yo no he vivido una vida laboral más angustiosa. Todos los meses estás en la cuerda floja”, asegura.
Critica que ni siquiera en su época con una mayor responsabilidad disponía de un contrato a jornada completa. Fernando Morón, director gerente de la Asociación Española de Fundraising (organización sin ánimo de lucro que agrupa a diversas Entidades No Lucrativas), reconoce que predominan los contratos laborales indefinidos “a tiempo parcial entre 20 y 25 horas semanales”. Esta Asociación, que rechaza la etiqueta de “patronal del sector”, ha impulsado el Observatorio Face to Face: “Velamos por que los contratos estén dentro de la legalidad y cuando eso no es así podemos intervenir si nos llega un caso, pero no somos la inspección de trabajo”, detalla Morón.
“Cuando era jefa de equipo trabaja 25 horas, cinco horas a la semana cinco días a la semana, con lo que eso implica para cotizaciones salariales o para cobrar el paro. Además, ya se te queda en nada con la mierda que ganas y teniendo en cuenta que casi todo viene de prorrateos y complementos”, cuenta Lola. Explica que el problema radica principalmente en los objetivos de socios que las entidades obligan a alcanzar y así añadir incentivos a un sueldo base “raquítico”.
Nosotros hacemos nuestro trabajo, pero la mayoría de la gente no puede permitirse estas cantidades. Y a quien se lo puede permitir le importan una mierda los refugiados
Desde Acnur especifican a este diario las condiciones: “Tenemos dos opciones contractuales. La más frecuente es un salario base es de 910€ por 25 horas de trabajo semanal. La otra opción (a elección del trabajador o trabajadora) son 706€ por 20 horas semanales. Son varios los incentivos que reciben nuestros captadores y captadoras, tanto por volumen de captación, como por donación media, además de determinados complementos de función en algunos casos. Todos los incentivos vienen claramente reflejados en el contrato laboral”.
Indican que para lograrlos los empleados necesitan 18 socios para contratos de 25 horas y 14 para los de 20: “Marcamos unos objetivos asequibles que hacen que la mayor parte de nuestra plantilla los cubran ampliamente. Es cierto que tenemos captadores que en un determinado momento ya sea puntual o prolongado en el tiempo no alcanzan los objetivos. En ese momento se traza un plan de recuperación para poder retomar esos objetivos”.
Lola apunta que durante su etapa le requerían un mínimo de 20 afiliaciones al mes, una diaria, para comenzar a obtener esos pluses de productividad y “no temer que tu puesto de trabajo corriera peligro”. “Por si fuera poco, todos los meses te llegaba un listado con los negativos: gente que no había estado más de dos meses pagando la cuota, así que se te descuenta y ese mes en vez de 20 hay que llegar a 21”, añade. Además, para contabilizar a los efectos de los objetivos “las cuotas de esos socios debían ser de mínimos 20 euros mensuales”. “Nosotros hacemos nuestro trabajo, pero la mayoría de la gente no puede permitirse estas cantidades. Y a quien se lo puede permitir le importan una mierda los refugiados”, apostilla.
Sonrisas y borderíos
Aunque ninguna guía recoge coletillas específicas que reproducir, a fuerza de costumbre algunas parecen haberse impuesto. “Gracias por pararte, nadie se para” se ha vuelto una de las más extendidas. “Solo es un minuto” o preguntar directamente por el nombre a la persona interpelada son otras de las fórmulas más extendidas para el primer contacto. “La gente está harta de encontrarse con nosotros y te pueden contestar un borderío aunque vayas con tu mejor cara”, lamenta Laura, que trabajó para la ONG de ayuda a la infancia Plan International hasta 2019. “Sonrisa falsa y a volar”, era su respuesta en esos casos. Para ella lo más complicado era “conseguir que se paren, una vez lo hacen todo suele ir más rodado, salvo a lo mejor personas mayores que se asustan al pedir un número de cuenta”.
Desde su punto de vista, “el 90% de las personas que apuntamos se hicieron socias porque les caíamos bien”. Cree que “el hecho de ser mujer o tener mucho desparpajo ayudaba porque no se sentían atacados” y que “en Serrano es más difícil que en Aluche”. Como anécdota, cuenta que en los cuatro años de trabajo solo una vez se le acercó una persona por decisión propia, sin ser interceptada antes: “Pensaba que era vacile”. Otras vivencias son menos agradables, como “algún señor turbio que me ha buscado en LinkedIn para decirme que le había hecho sentir muy especial”.
Sobre el perfil de los captadores, Lola destaca de nuevo el carácter precarizado, aunque concreta en “mucho estudiante y gente joven, pero también algún padre o madre de familia que se fue a la calle con la crisis de 2008 sin conseguir remontar”. En cuanto a la manera concreta de interactuar, señala que Acnur “te da un cursito al principio para decirte de qué hablar, cómo debatir o qué actitudes evitar y ya luego había alguna formación puntual”.
“El Comité forma a todos sus captadores y captadoras desde el momento en que se incorporan. Se les enseña la parada y se les forma en argumentarios o storytelling. Esta formación es continua, ya que regularmente se les pone al día de las numerosas emergencias que Acnur está cubriendo”, especifican desde la ONG. “Su trabajo es conseguir financiación para cubrir las necesidades de 114 millones de personas refugiadas y desplazadas que hay en el mundo”, sentencian.
En Plan Internartional, Laura pasó una prueba de calle, además de entrevistas, y ya como contratada experimentó varios role plays en los que los propios empleados interpretaban los papeles de captadores y posibles clientes, donde se enfrentaban a distintos escenarios y situaciones posibles: “Te dan bastante libertad a la hora de encontrar tu manera de abordar a la gente. Lo más importante para llevártelos a tu terreno es conectar a nivel personal y empatizar”.
Objetivos, horas extra y “trucos de supervivencia”
El relato de Laura tiene coincidencias y matices respecto al de Lola: “Las condiciones laborales eran muy buenas si eras buena captadora. He llegado a cobrar más de 2.000 euros en un mes fructífero, trabajando cinco horas de lunes a viernes, aunque es verdad que todos los meses no son buenos”. Su sueldo base empezó siendo de 700 euros, “con un contrato por obra y servicio”, que resultó ser ilegal ya que “el trabajo era siempre el mismo, no iba en función de campañas”. Finalmente toda la plantilla pasó a ser indefinida y el salario base aumentó a 900 euros más extras. En su caso, el objetivo mínimo era de 18 socios y a partir de ahí iban incorporando pluses.
Preguntada sobre las consecuencias de no alcanzar las exigencias de Acnur, Lola afirma que “si te pasa al principio te vas a la calle”. Fernando Morón sitúa la duración de los períodos de prueba “entre uno y dos meses, en función de la entidad miembro”. Lola apunta que “realmente por no cumplir los objetivos te pueden echar en cualquier momento, el despido les sale muy barato y se ahorran pagar los pluses por objetivos si echan a alguien antes de cerrar mes, aunque esa persona los haya alcanzado”. Y añade: “Si no estás sindicada te toca pagar un abogado laboralista y pelearte tú solo contra Acnur. A nadie se le ocurre”.
Por todo ello, según Lola la mayoría de la plantilla “se ve obligada a echar horas extras”. Una dedicación añadida de la que las ONG “no se hacen cargo”, ya que muchas de ellas ni siquiera las permiten. “Las horas extras no se contemplan”, sentencia Morón. Al menos oficialmente, ya que para esta excaptadora “no son una cosa puntual” y “saben que sin ellas muy poca gente alcanza los objetivos”.
“La empresa necesita que los trabajadores hagan esas horas extra para que lleguen a los números que marca. Mi jefa de delegación desde luego era perfectamente consciente de que se hacían y puedo figurarme que llega a Recursos Humanos”, expone. Resalta que para asegurar el cumplimiento de los objetivos marcados por Acnur “muchos compañeros echamos mano incluso de los días de vacaciones”. También de “trucos de supervivencia”, admite, como “guardar socios para el siguiente mes si en ese ya has llegado a cierto objetivo”. Así, toman los datos a la persona en cuestión pero dejan alguno sin rellenar, de forma que puedan completar la solicitud más adelante.
“El Comité español de Acnur tiene un registro de jornada de sus empleados como marca la ley, por lo que existe un control de las horas extra”, mantienen desde la institución. “En las pocas ocasiones en las que pueden hacer horas extras, siempre de manera voluntaria (porque haya habido un evento en el que nos han ofrecido captar, o en un determinado espacio que nos cede un lugar bajo cubierto) se les compensan con días de descanso”.
Un trato “hipócrita”
Según Laura, en Plan International les exigían que 15 de los 18 socios que debían conseguir mensualmente (con una permanencia exigida de dos meses, como en el caso de Lola) fueran personas con unas circunstancias socioeconómicas muy concretas. Esto es, “mayores de 24 años no extranjeros, personas con mayor estabilidad económica y geográfica que tuviesen más probabilidades de devolver los recibos”.
Morón niega que este tipo de prácticas estén generalizadas: “No lo permitiríamos”. En Acnur profundizan en esta misma línea: “Jamás discriminaríamos a un socio por su situación laboral. Y respecto a la residencia, el Comité cumple escrupulosamente con la ley 10/2010, de 28 de abril, de prevención del blanqueo de capitales y de la financiación del terrorismo, por la que pedimos a nuestros socios los datos que esta ley exige, incluyendo un NIE o DNI”.
A la joven se le quedó especialmente grabado el trato “hipócrita” recibido un 8M: “El discurso de la propia ONG, el que nos hacían decir en la calle, era sobre la importancia de la manifestación. Sin embargo, si nosotras faltábamos para ir a la marcha no se nos descontaba el objetivo, era un día más y en caso de ausentarnos teníamos que compensar los socios en otra fecha”.
Lola explica que otro de frentes abiertos era el convenio laboral aplicado: “Acnur nos encuadró en el de personal administrativo y eso una farsa. Nos vendían que el trabajo es ayudar a otras personas a tener una vida mejor, con lo cual lo propio sería tener el de intervención social (el que más nos favorecía por sus condiciones), pero luego no nos colocaban en ese convenio laboral. Ni siquiera en el de comerciales, que al final es lo que hacíamos abordando a la peña, y que también es más ventajoso que el administrativo”. La entidad reconoce a este diario que sus captadores se rigen por el convenio de “Oficina y Despachos”.
El discurso de la propia ONG, el que nos hacían decir en la calle, era sobre la importancia de la manifestación del 8M. Sin embargo, si nosotras faltábamos para ir a la marcha no se nos descontaba el objetivo, era un día más y en caso de ausentarnos teníamos que compensar los socios en otra fecha
Morón también admite que en el sector predomina el contrato administrativo, pese al carácter eminentemente exterior de sus labores. No obstante, este medio ha podido comprobar que algunas entidades (que optan igualmente por no ser citadas) sí incluyen a los captadores en el convenio de intervención social.
“Me harté”
“En Filomena pasaron cosas muy gordas, se produjeron caídas y lesiones porque Acnur mantenía los mismos objetivos de socios aunque las condiciones en las calles fuesen las que eran, con el mismo convenio de quienes hacen captación por teléfono. Hay que tener en cuenta que en condiciones adversas nos toca hacer un trabajo de exploración para movernos y buscar donde captar, pero esos días tenías que hacerte igualmente un socio”, relata Lola. “Yo ahí me harté, me debían muchas horas de trabajo y me salió otra cosa, así que dejé de ir a trabajar”.
Acnur afirma por contra que “los objetivos se reducen en todos aquello permisos retribuidos que marca el Estatuto de los Trabajadores, no solo enfermedad, también acompañamiento de familiares, exámenes oficiales, deber publico o fenómenos adversos como fue Filomena”. Aclara que “la organización dispone de personal en oficina cuya función en exclusiva es gestionar la cesión de espacios para trabajar a cubierto, ya sea en épocas de frío o de calor, para evitar exponer en la medida de lo posible a nuestros trabajadores y trabajadoras”.
Lola resalta el apoyo sindical de CNT Madrid, un respaldo fundamental “en un ambiente donde muchas veces es difícil tejer lazos por la elevada y continua rotación”. Sitúa la media de permanencia en un puesto alrededor de los cuatro meses: “Todos los meses entra gente nueva”. Laura coincide en la existencia de esta rotación, pero resalta “un día a día divertido en el que haces mucha piña con tu equipo”.
Para Acnur, esta circunstancia es “consecuencia del perfil mayoritario de personas trabajadoras que desempeñan la tarea, junto con los requisitos y condiciones del puesto de trabajo”. Se trata, dicen, de “un puesto sin requisitos de formación académica o experiencia profesional previas (no cualificado) y a media jornada, ideal para compatibilizar con estudios, compaginar con otros puestos o conciliar con la vida familiar a pesar de la formación continua que ofrecemos”.
Presión callejera
Para Lola, “toda esta presión y este estrés se traslada a nuestra experiencia desesperada en la calle, el acoso a veces, y es normal que la gente se queje”: “Hay quien no tiene escrúpulos y no le cuesta, pero yo lo llevaba fatal aunque la situación laboral te impulsa a ir a degüello”. Apostilla, eso sí, que también tienen que lidiar habitualmente con “gente muy maleducada”.
Fernando Morón saca a colación el Código de Conducta que la Asociación Española de Fundraising ha elaborado en colaboración con diferentes entidades para regular las condiciones y las estrategias de estos trabajadores. “Las campañas y la publicidad de fundraising Face to Face deberán tener un contenido veraz y riguroso. Brindarán a los potenciales donantes toda la información que estos demanden de manera transparente y previa a la celebración de cualquier contrato”, recoge este documento.
“Las Entidades No Lucrativas y las Agencias serán responsables de garantizar que los responsables de proyecto, jefes de equipo y captadores, tanto propios como subcontratados, estén informados y cumplan en todo momento con las disposiciones del Código de Conducta”, concreta. La frase respalda unas declaraciones de Lola: en su caso fue contratada directamente por Acnur, pero asegura que “es muy habitual que echen mano de subcontratas para ahorrarse costes”.
Las Entidades No Lucrativas y las Agencias serán responsables de garantizar que los responsables de proyecto, jefes de equipo y captadores, tanto propios como subcontratados, estén informados y cumplan en todo momento con las disposiciones del Código de Conducta
En la lista de respuestas y silencios que abre este artículo, hay una que quedó fuera. Se trata de la contestación de Cruz Roja: “Lamento comentarte que desde Cruz Roja solo hacemos entrevistas para difusión de actividad. Al no ser este el caso, no podemos ayudarte con tu solicitud”, excusó su departamento de prensa. Un silencio que no pueden permitirse quienes solo cuentan con el poder y la convicción de su palabra para llegar a fin de mes.