La librería Traficantes de Sueños pide ayuda a su comunidad para huir de la gentrificación comprando el local

Luis de la Cruz

Madrid —

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En el número 13 de la calle Duque de Alba, entre Tirso de Molina y La Latina, se encuentra Traficantes de Sueños, una amplia librería que habita bajo el viejo cartel de la sastrería La Universal. Si eres aficionado a la lectura, particularmente al libro político, el comienzo de este artículo habrá resultado obvio.

A pesar del tono de piel saludable que se aprecia al pasar por su colorido escaparate, están expuestos a los rigores del mercado inmobiliario madrileño, que es una máquina de triturar espacios culturales. El pasado mes de diciembre los caseros del local, que comparten con Senda de Cuidados y la Red Interlavapiés, les comunicaron la intención de venderlo. Involucrados desde hace años en los debates sobre gentrificación –a ver quién editaba aquí a Neil Smith en 2012– y sabedores de la importancia del territorio, han decidido comprar el local para quedarse y que sus clientes no pierdan el rumbo hacia la librería.

Esta tarde, los libreros y libreras de Trafis empezarán a explicárselo en persona a quienes quieran acercarse a partir de las 19.30 h. El montante de la operación es de los que asustan a los mortales: un millón y medio de euros. Ya han firmado el contrato de arras y hecho números, necesitan un capital inicial de 300.000 euros. Desde casa asumen la mitad y quieren obtener la otra a través de donaciones y pequeños préstamos sin interés reembolsables en 5, 10 o 15 años.

La fórmula del préstamo no es nueva en el entorno de Traficantes de Sueños, hunde sus raíces en su pasado como librería asociativa. Durante años, los socios adelantaban el dinero con sus cuotas. Ese dinero les era devuelto luego a través de descuentos en los libros.

Una historia asamblearia de crecimiento e incidencia social

Hay un hilo común que atraviesa el puesto de Tirso de Molina en El Rastro que fue semilla de Trafis y sus actuales encarnaciones: la idea de que los libros son ladrillos para levantar el edificio de la transformación social. De aquellas, corría el año 1996 y pronto se fundaron como librería fija en un piso de la calle Hortaleza que compartían con otros colectivos sociales. En el año 2005 se trasladaron a un local en un pasaje de la calle Embajadores que estaba muy bien y contaba con un saloncito para eventos, pero necesitaba de un cartel en el exterior que llevara a la gente de la calle a la librería.

En 2014 se mudaron a la sede de Duque de Alba, donde obtuvieron mucha visibilidad y un magnífico escaparate. Fue un salto cualitativo que posibilitó que hoy en día no sea extraño pasarte una tarde por el establecimiento y tener que esperar para escrudiñar sus anaqueles.

El año siguiente recibieron el Premio Librería Cultural, dotado con 9.000 euros y otorgado por la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (CEGAL) y el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Un galardón que a buen seguro fue motivo de celebración en la asamblea de la librería pero que no hizo que dejaran de pisar el suelo que siempre habían habitado: el de los movimientos sociales.

Por el camino, pasaron del activismo al autoempleo y cocieron otros ladrillos del proyecto como la editorial, la distribuidora, los cursos de Nociones Comunes…Incluso abrieron otra sede en el Ateneo La Maliciosa, la magnífica sede que comparten con Ecologistas en Arganzuela y cuya puesta en marcha podría considerarse un antecedente de este movimiento en Duque de Alba.

El salón de actos de la planta de arriba, con sus vetustas puertas de madera, ha sido escenario de presentaciones, debates y conspiraciones de todo el orbe movimentista madrileño y quiere seguir haciendo honor al lema Omnia sunt communia!, que guía la nave. Para ello, y perseguidos por las urgencias del mercado inmobiliario capitalino, han decidido prescindir también del casero, el último patrón que quedaba.