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Madrid Ciudadanía y Patrimonio, sobre la pérdida de la identidad gráfica comercial de la ciudad: “Madrid es cosmopaleta”

Este lunes se consumó la retirada total del clásico rótulo de Curtidos Baranda: una vez que la pasada semana el local perdiera las grafías que daban a la calle Santa Isabel, la parte del letrero de San Cosme y San Damián desapareció ayer, siendo la que quedará instalada como recuerdo en el interior de la escuela de música El Molino de Santa Isabel, actual inquilina del establecimiento y sociedad a la que Patrimonio del Ayuntamiento de Madrid ha obligado a desmontar de su fachada el antiguo cartel comercial para otorgarle una nueva licencia de actividad en cumplimiento de una normativa vigente que, sin embargo, podría haber contemplado una excepción si técnicos y políticos hubieran querido, tal y como apunta Álvaro Bonet, arquitecto y vicepresidente de Madrid Ciudadanía y Patrimonio (MCYP), asociación en defensa del Patrimonio Histórico, Artístico, Cultural, Social y Natural de la Comunidad de Madrid.

Sin muchos rodeos, Bonet califica como “escándalo” lo ocurrido con el rótulo de Curtidos Baranda, “patrimonio gráfico de la ciudad” que por su valor artístico y de memoria debería haber podido continuar en el lugar en el que estaba“.

“A nivel de memoria, los rótulos comerciales tienen mucho valor. La memoria se cultiva, pero se ha de materializar en hechos que forman parte de nuestro paisaje, como parte de la memoria urbana. Tienen el mismo sentido que, por ejemplo, una estatua”, asegura el experto, que conoce bien el caso de Curtidos Baranda porque él mismo elaboró en 2019 un informe para que El Molino de Santa Isabel presentara una solicitud que le eximiera de tener que retirar el rótulo.

Entre otras cosas, Bonet argumentaba en aquel escrito que la misma comisión de Patrimonio que se tenía que pronunciar sobre esta cuestión había indultado no hacía mucho la setentera marquesina de la antigua óptica que había en la glorieta de Bilbao atendiendo a una petición de los arquitectos que estaban reformando el local -donde acabaría abriendo una hamburguesería- y que apelaron al valor extra que aportaba al edificio aquel añadido para que se conservara.

Si en ese caso pudo hacerse una excepción, no comprende Bonet que no se haya actuado de la misma forma en el de Curtidos Baranda. “La razón de la existencia de una comisión de Patrimonio no es otra que la de arbitrar sobre asuntos controvertidos y aquí no se ha querido pronunciar. No se entiende que en circunstancias similares se pronuncien de forma contraria”.

Además de señalar a la comisión, desde MCYP igualmente culpan al Ayuntamiento de no haber querido intervenir en el caso “como podían haberlo hecho, conociendo el problema desde hace 4 años”.

“Desde MCYP creemos que que no haya una herramienta municipal ágil para considerar el valor de los elementos gráficos de la ciudad es una vergüenza. La normativa que ordena restituir las fachadas a su forma original tiene sentido para corregir las distorsiones que algunos comercios han cometido en algunos edificios y que inciden en su valor arquitectónico. Los edificios del siglo XIX , como el de Baranda, se diseñaban en origen dejando sin decorar los bajos destinados a comercio porque se daba por hecho que los dueños e inquilinos los iban a decorar con las típicas marquesinas de madera que se colocaban en la época. En el 42 de Santa Isabel fue también así en origen, hasta que esa madera se sustituyó después por el rótulo que había hasta ahora . Lo que hay debajo no tiene más valor que lo que hay encima”, apunta Bonet.

“Si este rótulo no estaba protegido, tenemos un error en el catálogo de elementos protegidos por Patrimonio (...) Madrid es una ciudad cosmopaleta, entendido este término como una ciudad que tiene desinterés hacia su patrimonio como consecuencia de la ignorancia y de una clara falta de amor propio”, concluye el experto.

La recuperación del patrimonio gráfico, en manos de la iniciativa privada

La parte del rótulo de Curtidos Baranda que no ha encontrado acomodo en el interior del local de El Molino de Santa Isabel por falta de espacio ha sido recuperado y guardado por los integrantes de PACO GRACO, un proyecto de defensa y protección del patrimonio gráfico comercial de Madrid, “un patrimonio común testigo de la historia de esta ciudad y sus vecinos y vecinas y que está gravemente amenazado”.

Uno de los miembros de este proyecto, Alberto Graco (Alberto Nanclares), ha asegurado a este periódico que el rescate del rótulo ha sido posible gracias al cuidado con el que han procedido los albañiles responsables del desmontaje del letrero, avanzando que pronto se podrá ver en una gran muestra que preparan en Madrid sobre parte de ese patrimonio gráfico comercial retirado de las calles de la ciudad que esta iniciativa privada se está encargando de conservar.

En este sentido de conservación de la memoria gráfica que va desapareciendo de las urbes según se retiran rótulos comerciales de las calles, Álvaro Bonet pone el foco en lo que en otros sitios hacen con el mismo. Así, Bonet señala que en París el Museo Carnavalet, uno de los más antiguos de la capital francesa y situado en el céntrico barrio de Le Marais, expone de forma permanente una colección de unos 200 carteles de hierro, madera o lienzo -desde el siglo XVI al siglo XX- que ilustran la diversidad económica y comercial de la ciudad. Además, posee un gabinete de artes gráficas y mobiliario procedente de extintos comercios parisinos.

“Simplemente con el material que ha ido recogiendo a lo largo de los años la gente de PACO GRACO Madrid también podría tener su propio museo de patrimonio gráfico comercial”, concluye Bonet.

La memoria del Bar Revuelta

Hace pocas semanas el Bar Revuelta, un establecimiento hostelero situado en el número 21 de la calle Argumosa desde 1935, cerró sus puertas. El revuelo que provocó el adiós de ese clásico del barrio entre sus parroquianos y entre muchos de quienes pusieron alguna vez un pie en ese castizo local se tornaba en cierta indignación poco después al ver cómo los nuevos inquilinos de ese espacio, una cadena de comida mexicana 'fast food', borraban todo vestigio interior y exterior de lo que allí hubo, transformando su fachada con un añadido metálico negro y, por supuesto, desechando el setentero rótulo identificativo del antiguo bar.

Si bien los tiempos cambian y nada es eterno, a muchos de quienes frecuentaron el Revuelta o, simplemente, a muchas de las personas que crecieron con la presencia -física y estética- de este bar de barrio en su paisaje vital les alegrará saber que sus vecinos de calle, el bar Achuri, han salvado el rótulo del antiguo bar incorporándolo a su propia decoración interior.

“No hay mejor homenaje que pudiéramos hacer a quienes han sido durante tantos años nuestros vecinos que éste”, comentan a este periódico desde el Achuri señalando el cartel, convertidos en improvisados guardianes de la memoria de Miguel Revuelta y sucesores.