Casi 200 escritores han respondido al reto lanzado hace unos días por el Museo del Romanticismo con motivo de la próxima celebración del día de Todos los Santos, festividad que tanto había inspirado a los autores románticos: un concursoliterario en el que participar con una historia de terror y suspense de no más de 200 palabras. Los 10 mejores microrrelatos se exponen desde ayer al juicio del público, que será el que elija a los tres ganadores. Puedes votar por tu favorito, hasta el 31 de octubre, entrando en la página de facebook del museo y concediéndole un 'me gusta'.
A continuación, publicamos los 10 microrrelatos finalistas.
1. Ya ha llegado Matilda, por Willmouse
¡Ah, el timbre! ¡Ya ha llegado! ¡Esella! ¡Matilda! ¡Qué guapa estás! Yo diría que ese vestido rojo tesienta maravillosamente. ¿Te has hecho algo en el pelo? Sí, estásguapísima, como siempre. Me gusta ese perfume nuevo. ¿No traes maleta?Bueno, no importa. Siéntate, siéntate... ¿Quieres un té? Ah, claro, conleche. Y dos terrones de azúcar, ya lo sé... Es maravilloso tenerte denuevo en casa, Matilda. No sé qué haría sin ti. Esta semana que hasestado fuera me he sentido perdido y triste, y apenas he comido nada.Créeme: cuando te llamo “mi vida”, no exagero ni una pizca. ¿Quieresdarte un baño? Ah, buena idea. Ahora te llevo toallas limpias. Hay salesperfumadas en la estantería, Matilda. ¿Las ves? Aquí te dejo lastoallas... No te quedes dormida en la bañera, que te conozco. Mientras,voy a preparar algo de cena... Oh, vaya, el teléfono. ¿Sí? Dígame. [...]Oh, debe de haberse equivocado, señor. Debe de tratarse de unalamentable confusión. Con toda seguridad no se trata de mi esposa,señor, porque en estos momentos está aquí en casa, dándose un baño... Esun error, señor. Buenas noches. Matilda, acaban de llamar deltanatorio... ¡Qué confusión tan desagradable...! Decían que estabas...¿Puedo entrar, Matilda? Matilda. Matilda. ¿Estás ahí, Matilda...?
2. La crisálida,por Andreas
Una negligencia deLara propició la muerte de su hijo. Se deshizo de todo lo que se lorecordara menos, sin saber por qué, del compañero de juegos de Mario, ungato pardo de ojos casi humanos que nunca se separaba de él. Así pasóel tiempo, Lara recobró la cotidianidad de su vida y apenas se fijaba enlas idas y venidas del felino que, por otra parte, la observaba desdelas sombras.
Lara tejía cada tarde. Dicha labor la evadía dedolorosos recuerdos. El animal, siempre al acecho, siempre vigilante,observaba fascinado los gruesos ovillos de colores; luego la miraba aella con sus ojos casi humanos. Esa tarde hacía calor, Lara dejó lalabor y se abandonó al sueño.
Cuando el marido entró en eldomicilio receló del silencio reinante y, cuando se asomó a la habitación, quedó paralizado de terror: una gigantesca crisálida decolores presidía la estancia…
El gato desde un rincón contempla laescena satisfecho, con sus ojos casi humanos...
3. Desconciertoen 00:81
, por Simón Bleu
DanielMartínez tiene cuarenta años y un bote de nocilla. Por las mañanas ladesayuna mientras observa a los gorriones cruzar el cielo.
Gorrionesal revés.
A las 18:00 la oscuridad se enciende en las bombillasdel apartamento. Hace otoño, hay invierno. Unas hormigas se cuelan porsu pantalón (es lunes) y le hacen cosquillas en los tobillos (estudiodel dominutivo). Entonces, empieza.
Golpes a las paredes, a losrelojes, estallan las copas. Quieto, estate quieto. Ahí, a cientos deaños luz del lado del espejo, las cosas toman su propia forma a partirde las 18:00. Hasta la mañana siguiente. Hay peces que nadan en laalfombra. Una risa. Oscuridad. Daniel Martínez cierra los ojos a esashoras interminables que rozan sus párpados. Algo le ha tocado el pie. Unmordisco, un grito, un silencio. Una sartén cae en la cocina. Unospasos. Unos peces. Angustia de no encontrar… ¿dónde está el interruptor?
Oyecómo alguien se sirve su vino, se abren grifos, resbalan uñas por lapared. No ve nada. Desconsolado, espera a la mañana siguiente. Voces,platos rotos.
En el lado izquierdo del espejo, D. M apaga lasluces a las 18:00, y se va a trabajar.
4. El disfrazperfecto, por Psitacosis4. El disfrazperfecto,
- ¡Con diez cañonespor banda...!
- ¡Ponte el disfraz de una vez, que vamos a llegartarde!
- Ya casi estoy, mira. Sólo me falta el parche.
El niño se marchó a su cuarto. Se miró con atención en el espejo, sepuso el parche, y comenzó a sentirse incómodo, de manera que terminó porquitárselo. Se miró el ojo derecho con detalle, primero lejos delespejo y luego tan cerca que no lo distinguía. Notó que le faltaba algoimportante. Sonaron sus pasos apresurados por la tarima.
Acercó la mano al bote del escritorio: unas tijeras, un punzón, unagrapadora, lápices de puntas afiladas... Su madre gritó:
-¿Quieres darte prisa de una vez?
Eligió el punzónapresuradamente y lo clavó con tanta fuerza y decisión como le fueposible. Un grito ahogado. Silencio. La mujer subió y lo encontrósentado frente al espejo, con el punzón en la mano y el parche en elojo. Había sangre por todo el escritorio.
- ¡Dios santo! ¿Pero quéhas hecho?
- El loro no se quedaba quieto en mi hombro.
5. Miedo, por Hogdson
Penséque, tras pasar interminables años recorriendo estos pasillos, sabíatodo lo que hay que saber de mi oficio. Me equivoqué. Creí que noexistía ni un solo rincón que no hubiera explorado una y mil veces; queno habría nada que escapase a mi control. Y por ello, me sentía amo yseñor de todo lo que hubiese entre estas paredes. De hecho, la oscuridadera mía, la perpetua soledad… incluso el aire viciado y la humedad decatacumba eran mías también. El frío era frío no porque se filtrara porla grieta, sino aquello que dejaba la gélida estela de mis pasos. Y esque los fantasmas somos de condición huraña, y terriblemente celosos denuestra causa y secreto encierro. Pero ahora, siento que estos sótanosde silencio ya no me pertenecen del todo. Un silencio sólo roto por elsempiterno repiqueteo del agua que se escurre… pero que ahora, cadacierto tiempo, me regresa el eco de otros pasos furtivos. Quién es, dedónde, y cómo vino, no puedo saberlo ni comprenderlo. Porque lo creoimposible. Y aunque no pueda ser, me hace sentir cosas que obviamente yahabía olvidado. ¿Acaso esto es miedo?
6. Unaexposición arriesgada
, por Judas KraeJudas Krae
Elmuseo anunció la próxima apertura de una exposición arriesgada. Traigasus propios monstruos, rezaban las invitaciones que recibieron ensus buzones los habitantes de la ciudad. Al principio venció eldesconcierto, la reserva y el escepticismo. Pero a medida que el día delestreno se aproximaba, fueron llegando, con cuentagotas, los hijos delos pederastas, las mujeres maltratadas, los hermanos de los caníbales,las madres de los parricidas.
Uno a uno, tocaron con sus nudillosfríos la puerta trasera del museo, susurrando con voz queda y trémula,para deshacerse de sus monstruos y sus martirios.
Tal fue el éxitode la iniciativa, que al abrir sus puertas (el museo) a tandescabellada exposición, la ciudad entera suspiró y por fin pudo dormirtranquila.
Mas el alivio duró poco. Tras el primer día, loshabitantes de la ciudad, tuvieron que lidiar con la más terrible de laspesadillas, que les acosaba todas las noches, cuando el silencio, porfin, dominaba las calles.
Pues Morfeo había decidido acosarles conel sueño de un museo que cerraba sus puertas a una exposiciónarriesgada, viéndose en la tesitura de regresar a sus dueños todo elmaterial cedido para la misma.
7. Aniquilación,por Aniquilación
Carlos Chacón Ramiro
¿Esposible horrorizarse ante la aparición de la madre muerta?
Aquellatarde, fusionada con el gentío en plena Gran Vía madrileña, ellaavanzaba de espaldas, entre la gente. Estatura infantil, con un extrañocamisón blanco. De improviso giró bruscamente y observé su rostroinfecto, inyectado con una maldad sobrenatural. Me miraba fijamente, sereía. Caí al suelo de la impresión, como un fardo.
En la clínicame informaron de un súbito desvanecimiento atribuido a una bajada detensión.
Han pasado tres meses. Yo siempre amé a mi madre. Era elparadigma de la bondad.
Es en una tarde espléndida, calurosa yradiante de luz. En el jardín de mi casa campestre aparece bruscamentetras el tronco de un árbol. Su cara es odiosa, su mirada inexplicable,más allá del mal. No sonríe.
Soy incapaz de expresar lo horriblede la imagen. Sus ojos me transmiten una sensación de perdición,desesperanza, aniquilamiento total. Me informan que voy a morir y superversidad estará eternamente, sí, eternamente destruyéndome sin final.Para siempre, sin escape…
Logro relatar todo esto en la grabadorade mi IPod. Se me nubla la vista. No puedo narrar el horror quecontemplo…
8. Sin título, porVacodriani
—A la una me tuvieron, a las dos mebautizaron, a las tres me puse novia y a las cuatro mecasaron...
—Calla, no cantes, por favor, déjame...
—A lascinco tuve un niño, a las seis lo bautizaron, a las siete...
—Porfavor, dime qué tengo que hacer para que me dejes, para que me perdones.Me equivoqué, me equivoqué por siempre...
—A las siete algo medieron, a las ocho...
—No cantes y háblame, hadme saber si con mimuerte te contentarás, dime si no has tenido suficiente con lamarcha de Leonor, mi Leonor.
—A las ocho vino el cura y a lasnueve...
—!Márchate¡, rencor y venganza, vuelve de donde saliste,déjame solo, sufriendo, no aguanto más.
—Y a las nueve, meenterraron.
9. El Monstruo, por Emil Sinclair El Monstruo
No te preocupes mi niño,mamá está contigo, nada va a pasarte.
No pongas esa cara mi vida,ya te he contado todos los cuentos que sabíamos, ahora hay que dormircariño, así bien tapadito, no, tu osito Charlie está roto y sucio,acuérdate. Sí, no me olvido del beso en la frente, sí Esteban, he miradodebajo de la cama y en el armario y no he encontrado ningún monstruo,ya te he dicho muchas veces que los monstruos no existen, sólo que amenudo se tienen pesadillas y crees que lo que has visto y hecho es realmi pequeñín, ahora duerme, sí, mamá vigilará, buenas noches querido,pero no llores mi cielo, por favor sabes que oírte llorar me hace daño,cálmate ángel mío, no te revuelvas tan fuerte, vas a acabar hiriéndote,sabes que esta noche tiene que ser así mi vida, si duermes tranquilomañana aflojaré las cinchas de tus muñecas y soltaré tus piernas, perosólo si eres bueno te dejaré comer carne.
10. Branquias,
por Jesito Weaver
Fue amediados de julio, en una noche de suave brisa, de esas que aligeranlos calores acumulados durante el día. Los mayores agradecían la treguasaliendo a la calle, disfrutando del fresco que la canícula les habíanegado hasta entonces. Aprovechaban también para ponerse al día sobrelos últimos acontecimientos, casi siempre sobre el desarrollo de lostrabajos en el mar y otros asuntos de poca importancia.
El aullidose escuchó en todo el pueblo. Los vecinos de la zona más alejadas delpuerto dijeron haberlo oído nítidamente.
Fueron pocos los que seatrevieron a acercarse a las inmediaciones del muelle y ninguno de ellosha vuelto a ser el mismo. Los mejor parados continúan con susinsignificantes vidas como pueden: solos, sin apenas relación con losvecinos, como en un estado de letargo que cada vez parece más profundo.Suelen usar pañuelos para esconder sus branquias.
De los primerosen llegar al embarcadero donde se encontró el cuerpo no ha vuelto asaberse nada. Hay quien dice que saltaron al agua, atraídos por algo delo que casi nadie quiere hablar. Otros, los más incautos, se aventuran apronunciar un nombre. “Fue Cthulhu,” dicen.
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