Dice Manuel Campa que es la envidia de muchos de sus compañeros de estudios de Bellas Artes puesto que tiene un taller propio en la calle Manuela Malasaña y sus cuadros, de momento, le dan para sobrevivir. Lo suyo son los retratos de gran formato, cabezas serenas en diferentes gamas de grises. El color, como mucho, lo reserva para los fondos: plano, enfatizando unas figuras cuyas miradas retan a quienes las contemplan a intentar leerlas, a descifrar los sentimientos que transmiten.
“Casi siempre tengo encargos y trabajo, unos siete u ocho cuadros en cola, así que supongo que no me puedo quejar. Vivir de la pintura me parece más atractivo que el trabajo en una empresa, que era donde creía que acabaría en mi época de estudiante. Cuando vi que conseguía vender cuadros y tener encargos no me lo acababa de creer del todo, pero aquí estoy, en este estudio desde octubre y saliendo adelante; hay meses que a final de mes sólo pienso en conseguir los 200 ó 300 euros que me faltan para pagar el alquiler pero mi idea es quedarme en este barrio, con un local a pie de calle. Malasaña es perfecto para mí, puedes exponer en muchos bares y tiendas, tiene mucha vida social, te da la posibilidad de hacer contactos. Aprovecho este barrio”.
Retratos en los que verse guapos
Retratos en los que verse guapos
“No quiero hacer cuadros muy complejos, ni tengo una gran discurso sobre mi pintura. Sólo pinto lo que me gusta ver, lo que pondría en las paredes de mi casa”, asegura.
Campa dice hacer un tipo de “arte accesible, arte a pie de calle”. Sus retratos, que suele tener preparados en unos 15 días, pueden adquirirse a partir de 200 euros y ya ha vendido más de 120. Trabaja a partir de fotografías que le entregan sus clientes, las cuales interpreta libremente: “La gente no suele querer una foto llevada al cuadro sin más”.
Antes de entregar un trabajo suele enviar por correo electrónico una fotografía de cómo está quedando el cuadro para que se le dé el visto bueno. “En ocasiones me piden que les levante más o menos una ceja, o que les quite una arruga que les hace mayores”. Confiesa, divertido, que el 'photoshop' del pincel también existe porque la gente lo que busca en un retrato es encotrarse el parecido y, seguidamente, verse “guapos y,
sobre todo, guapas“.
Para dar a conocer su obra internet es básico (web, facebook), pero también el boca a boca, las tarjetas de visita que reparte durante su deambular por el barrio o que deja apoyadas en las rejas de las ventanas de su taller, que sirve también de escaparate para su trabajo y para verlo a él, entre pinceles, como expuesto en una vitrina.
Pese a que está comenzando la temporada alta de encargos -“durante la época de bodas tengo mucho trabajo”-, Campa se ve en el futuro compaginando la pintura con algún tipo de trabajo fijo a media jornada. Entre el optimismo que desprende en su conversación asoman retazos de realismo que indican que el clásico binomio 'pintor joven-penuria económica' sigue vigente.
Una exposición y un deseo
Una exposición y un deseo
El próximo 1 de julio inaugura exposición en 'Monkey Garden', tienda de la calle Barco. “Aún no he explorado el mundo de las galerías de arte, no me interesa por el momento”, indica.
Como despedida, Campa expresa un deseo: que en este barrio por el que pasea en una bicicleta de llantas rosas se celebre un 'Los Artistas del Barrio' a imagen del que se organiza en Latina y Lavapiés. Se trata de una jornada anual de puertas abiertas en talleres y casas de artistas de una zona en la que el público en general puede conocer sus lugares de trabajo. “Sería genial montar algo similar en Malasaña”, concluye arrojando un guante por si alguien se animara a recogerlo.