“Al doblar la esquina de las Comendadoras de Santiago para ir a su casa, que estaba en la cárcel de Quiñones, frente a la cárcel de mujeres, uniósele uno de sus condiscípulos, muy cargado de libros, la pizarra a la espalda, el pantalón hecho una pura rodillera....”
El chico de la estampa es Luisito Cadalso, el protagonista de Miau, que Galdós ambientó en los alredores de la plaza en una de sus novelas donde Madrid está más presente.
La plaza, que recoge el nombre del Convento de las Comendadoras de Santiago, se llamó tal y como la nombra Galdós durante muchos años. Su arquitectura actual data del siglo XVIII, cuando Fracisco Sabatini acomete una reforma del convento que da como resultado el que hoy conocemos.
El convento de religiosas de la Orden Militar de Santiago se empezó a construir en 1650, en tiempos de Felipe IV, con la renta que dejaron don Íñigo Zapata de Cárdenas y su mujer a tal efecto. Dice la leyenda que en aquellos años a una joven muy religiosa que quería ser monja se le apareció un peregrino que le indicó que viniera a Madrid porque se estaba construyendo el convento. Al llegar a éste la joven reconoció en la imagen de Santiago al amable caminante con el que se había topado y exclamó “me acuerdo, este es el peregrino que yo he visto”. Según algunas versiones, el origen del nombre de la vecina calle del Acuerdo vendría de aquí.
Como casi todos los edificios anteriores al siglo XX el convento ha crecido con sucesivas reformas. Además de la mencionada de Sabatini, en el XVIII también se añadió la valiosa sacristía de los Caballeros, por Francisco Moradillo, que ha sido restaurada recientemente. Lo más valioso del convento es la iglesia, original templo de planta de cruz griega coronado con una cúpula sobre pechinas.
La plaza de las Comendadoras es uno de los rincones de Madrid más capaces de llevarnos al pasado,
un espacio de serenidad recoleta que transmite quietud incluso en las estaciones calurosas que la siembran de terrazas, cuando el Café Comendadoras o la Taquería de Birra sacan las mesas a la calle. A medio camino entre huerto de convento y plaza de pueblo, tiene su imagen cosida a la de los chicos jugando y los abuelitos al sol. Si por allí pasaba sus días el Luisito Cadalso de Pérez Galdós, la plaza también sirvió de plató para rodar la niñez de los protagonistas de Del rosa al amarillo (por citar sólo uno de los rodajes que ha acogido), y hoy día es fácil ver a los abuelos cuidando a sus nietos en los columpios del espacio infantil.
También llamados por el singular ambiente de Comendadoras cada año los artesanos de Madrid la hacen su casa durante la Feria de Cacharrería, que vuelve cada primavera desde que Tierno Galván la montara en los ochenta.
Sin duda una de las plazas con más vocación de rincón favorito de Madrid para muchos, un lugar para evadirte en el espacio y en el tiempo del Madrid apresurado.