En tiempos en los que las fotos históricas se reproducen coloreadas por doquier en redes, impacta encontrar propuestas que encuentran su personalidad precisamente en los matices del blanco y negro. Es lo que sucede con el álbum Viejo Madrid, del dibujante Mario Jodra, una colección de imágenes en grafito y carboncillo inspiradas en fotografías antiguas de la ciudad. Hemos hablado con el artista de este trabajo y de su origen, Augusta Plaza de Paja, otra publicación que se fija en el Madrid primigenio para mezclar el ensayo gráfico, el cómic y la poesía.
Jodra, ilustrador que ha trabajado para prensa y para distintas editoriales, está embarcado ahora en su propio sello independiente, ElSordo Ediciones, desde donde quiere dar cabida a propuestas experimentales en el futuro y que, de momento, es su propia plataforma expresiva.
Este impulso experimental de Jodra se puede ver bien en Augusta Plaza de Paja, un pequeño volumen de autor en el que mezcla el lenguaje del cómic, los versos o la historia. El color digital sí aparece aquí, y sirve para diferenciar las distintas capas temporales que componen el trabajo, en el que un narrador lleva a cabo un recorrido por las sensaciones y la historia de este lugar primigenio de la capital.
“Sus transformaciones en función de los desplazamientos y cambios de roles que modificaron el sentido y la función del propio sitio; una plaza popular de mercado para las clases bajas gentrificada por un poder con dos pilares por un poder con dos pilares que intercambiaban sus lugares según una columna crecía más robusta. Fue en esta ”Plaza de Paja“ donde se separó el grano de la paja, donde se distinguió lo esencial de lo accesorio, donde nació y tuvo origen lo solemne y lo mundano, lo trascendente y lo banal, lo majestuoso y lo simple, la autoridad y la servidumbre, lo divino y lo humano”, según se presenta en el propio título. De San Isidro y sus señores, los Vargas, hasta las terrazas que hoy pueblan la plaza se pueden encontrar en solo dieciséis páginas.
Las dos caras a las que se refiere el párafo están en el título: augusta y paja. Lo patricio y lo plebeyo articulan el relato y paren el siguiente trabajo de Jodra: Viejo Madrid, una propuesta sin palabras en la que, solo a través de los dibujos en blanco y negro, aparece el Madrid dickensiano de las calles populares, los tranvías o las hogueras en los patios de vecindad.
“Viene de las impresiones que tenía yo de niño, cuando paseaba por la Latina u otras partes del centro; tenía sensaciones e imaginaba otras épocas. Me impresionaba ver las vías del tranvía que aún se veían en la Plaza de la Cebada y me imaginaba a las gentes que subían; cerca estaba la Cava Baja, que me parecía el Madrid auténtico, con sus tabernas. Aún había carbonerías, que me impresinaban muchísimo y están representadas en la forma de dibujar en carboncillo, con sus texturas.”
Jodra se apoya para su trabajo en fotografías icónicas de Madrid (de Catalá Roca, Clifford u otros), algunas de las cuales hemos visto en otras ocasiones, pero les da su propio enfoque y un mismo ambiente gráfico que liga todas las imágenes. “De nuevo, la labor documental se basó en las sensaciones que tenía cuando era niño. Me impresionaban las buhardillas, por ejemplo.”
La obra de Mario Jodra en Viejo Madrid plasma una suerte de psicogeografía popular de las sombras y los cuerpos, que se ve bien en las representantes de multitudes de vecinos de las clases populares amontonados. El sujeto colectivo que, él mismo cuenta, “era una masa, aparece en los libros de Baroja”. Explica Jodra que ese Madrid hacinado y pobre “era mayoritario y se puede leer bien en el informe que hizo el higienista César Chicote, el Madrid de los brotes de cólera que hoy son los barrios populares. Pasa en el resto de ciudades, Chicote hizo un mapa que se repite en Londes: he vivido en Whitechapel (donde Jack el Destripador) y la percepción es similar, y lo mismo podríamos decir de París u otras ciudades”.