Hace ahora un año, seis líneas de Metro de Madrid quedaron cortadas por un aguacero que anegó varias zonas de Madrid. La situación se repitió la pasada primavera durante varias tormentas en mayo y volvió a suceder este otoño con el paso de unas borrascas especialmente húmedas, que dejaron estampas de cascadas cayendo por escaleras en estaciones como Banco de España o filtrándose en los vagones, como en Marqués de Vadillo.
La Comunidad de Madrid explicaba después de estos episodios torrenciales que en muchos casos los pozos de bombeo con los que extrae el agua se quedan cortos, ya que las estaciones situados en puntos más bajos acaban funcionando como colectores de agua, acumulando grandes cantidades de líquido que no puede evacuar en poco tiempo con sus sistemas actuales. Fuentes técnicas consultadas por Somos Madrid advertían que el suburbano debía cambiar algunas cosas, debido “los cambios en las condiciones climáticas” que está experimentando la ciudad, a la vez que apostaban por “sistemas de bombeo más potentes allí donde sea necesario, en los lugares por los que pase cada vez más agua”
Dos meses después de las últimas inundaciones, el Gobierno de Ayuso acaba de poner en marcha un plan para intentar paliar las inundaciones en algunos puntos de la red de Metro donde habitualmente entra el agua a riadas. En concreto, elevará la cota de acceso a la estación de Banco de España (Línea 2) para evitar que las balsas de agua que se forman después de la última reforma de su entorno entren con tanta facilidad como hasta ahora.
Otro de los puntos donde se va a intervenir es en el tramo de la línea 5 que atraviesa el Manzanares, donde algunos viajeros han renombrado una de sus paradas con la denominación de Marqués de Inundadillo, aludiendo con humor a sus frecuentes problemas con el agua. En este caso se van a modificar las tuberías para que la conducción del agua que llega del exterior sea más eficiente.
La Comunidad de Madrid achaca a la intensidad de los fenómenos meteorológicos adversos y “algunos cambios en el entorno urbano” de la capital las inundaciones que ahora se han vuelto frecuentes y destinará 2,3 millones de euros a unos trabajos que también incluyen actuaciones en las líneas 1, 6 y 7, en puntos donde los cortes por lluvias se han hecho más frecuentes.
La lista de trabajos incluye cambiar la ubicación de la rejilla del pozo de Sierra de Guadalupe (Línea 1) y en otros puntos de las líneas 8, 12 y 10. Aumentará la capacidad de achique en el tramo Congosto-Villa de Vallecas-Sierra de Guadalupe y habrá un nuevo pozo de bombeo entre Pueblo Nuevo y Parque de las Avenidas (Línea 7), donde también se cerrarán las conexiones existentes con los colectores de la M-30. El Gobierno regional aumentará la capacidad de desagüe en Vicente Aleixandre (Línea 6), Islas Filipinas y Francos Rodríguez (Línea 7).
El problema de base: una ciudad impermeable
Metro de Madrid intenta adaptar su red a las cambiantes situaciones meteorológicas que está sufriendo la capital, con una red que asegura que está “preparada y dimensionada para drenar la lluvia” pero que ha caído en varios puntos durante el último año por las lluvias, con más interrupciones por este motivo que los trenes de Cercanías.
Ingenieros expertos consultados por Somos Madrid apuntan a que en algunos casos serán necesarios mejores aparatos de bombeo que los existentes, que podrían evitar casos como el del pasado 23 de octubre, cuando la línea 7 tuvo que cerrar durante varios días por la entrada de material de obra arrastrado por un aguacero. “Las bombas de drenaje no sirven solo para el agua limpia, muchas son capaces de arrastrar sólidos y destruirlos, aunque sean más caras. El arrastre de áridos, hojas y demás no debería ser un problema para el bombeo”, explican a este periódico.
No obstante, hay que tener en cuenta que muchos problemas con la lluvia desembocan en el subsuelo, pero vienen de la superficie. El urbanista Antonio Giraldo comentaba hace un año sobre los episodios torrenciales que Madrid que los problemas eran consecuencia directa de “una ciudad completamente impermeable, marcada por el asfalto y por muy poco suelo con capacidad para filtrar”. Esto provoca que “todo el agua que cae acabe en el alcantarillado, lo cual redunda en una sobrecapacidad que podríamos derivar de otra forma si hiciéramos ciudades de una manera distinta”.
El ahora edil del PSOE pedía al Ayuntamiento repensar la forma de arreglar la ciudad, con menos asfalto y más suelos drenantes. “Hay un consenso para la adaptación de las ciudades al cambio climático según el cual una de las principales premisas es su propio suelo. No hay nada mejor para canalizar el agua de las precipitaciones, sobre todo en episodios torrenciales. Su absorción natural la dirige a los acuíferos subterráneos. Si la tendencia de una ciudad es seguir creando plazas duras en exceso y mantener tanto asfalto, esto redunda en una menor filtración de agua”, argumentaba..