Desde la noche de Reyes no llueve en Madrid. El 5 de enero las precipitaciones pasaron por agua la tradicional cabalgata, que volvía a las calles de la capital después de un año suspendida por la pandemia. Fue la última vez que los madrileños tuvieron que sacar el paraguas para evitar mojarse por una borrasca que dejó a lo largo de la tarde 5 litros por metro cuadrado. No fue mucho.
Los largos periodos sin lluvia suceden a veces durante los inviernos del centro de la península. En enero del año 1983, por ejemplo, no llovió ni un solo día en Madrid. Pero el récord invernal hay que buscarlo en 1997: entonces la ciudad se pasó 57 días sin ver ni siquiera chispear, del 3 de febrero hasta el 31 de marzo, según datos de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet). “No es especialmente raro que Madrid y otras regiones del interior peninsular enlacen varias semanas sin que llueva una sola gota, aunque es verdad que casi un mes comienza a ser un periodo bastante largo”, explica a este periódico Rubén del Campo, portavoz del organismo estatal.
¿Qué ha sucedido para que no hayamos visto más nubes de lluvia? Básicamente, que en la meteorología madrileña vivimos un periodo anticiclónico continuo, con presencia constante de altas presiones sobre la mayor parte de España. Se ha formado lo que se conoce como un “anticiclón de bloqueo”, capaz de permanecer varias semanas sobre una misma región. Esto acarrea tiempo estable, “con cielos poco nubosos, bancos de niebla en los valles, ambiente frío de noche y templado de día y ausencia casi total de precipitaciones”, informan desde Aemet.
El resultado de esta situación es que aunque a principios de año Madrid alcanzaba unas precipitaciones normales (barras rojas en el siguiente cuadro), incluso un poco por encima de la media, las cuatro semanas sin lluvia están dejando las estadísticas de agua acumulada cada vez a mayor distancia de los valores registrados entre 1981 y 2010 (barras azules), que se toman como referencia.
Además de la falta de agua en el ambiente, esta situación está provocando algunos efectos inesperados para esta época del año: el más evidente es el calor registrado esta semana, con temperaturas muy elevadas en la capital (el martes se alcanzaron 18,6ºC en el Retiro) pero también en la sierra, donde se notificaron máximas de casi 20ºC en algunos pueblos y 16,8 ºC en lo alto del Puerto de Navacerrada, a casi 1.900 metros de altitud.
La razón de esta subida en los termómetros se debe a un fenómeno llamado subsidencia. O, en lenguaje menos técnico: el descenso de aire desde niveles medios o altos de la atmósfera hasta la superficie de la Tierra. Durante su caída, el aire se calienta por efecto de la compresión que está sufriendo y notamos mejor temperatura. “Es algo parecido a lo que sucede cuando hinchamos una rueda de la bici, que tocamos la boquilla y está caliente”, pone como ejemplo Rubén del Campo. Este fenómeno es algo habitual en Madrid durante los anticiclones, pero esta semana está siendo especialmente intenso, por lo que ha desplazado hacia la superficie aire muy cálido ya en origen y los termómetros “están alcanzando valores para nada habituales a comienzos de febrero”, explica el portavoz de la Aemet.
Inversión térmica y más contaminación
Las tardes agradables de esta semana no es el único efecto del anticiclón de bloqueo. También se están produciendo unas diferencias térmicas muy grandes entre las mínimas de la madrugada y las máximas de las horas centrales del día: hay pocas nubes, que se unen a las noches largas propias del invierno y provocan un enfriamiento de la superficie, con notables heladas en amplias zonas. Las fuentes y estanques de Madrid han amanecido muchos días congelados y, en algunas zonas sombrías, el hielo ha ido aguantando de un día para otro.
A la vez, los cielos despejados ayudan a que al mediodía las temperaturas sean más suaves, lo que acompañado a la masa de aire seca de estos días hace que las diferencias suban. Si fuera más húmeda, el contraste sería algo menor y en los valles podrían formarse nieblas.
Estos grandes cambios en los termómetros están favoreciendo también la aparición de más polución. La mayor densidad del aire frío provoca que se pueda quedar estancado en zonas bajas, especialmente cuando hace poco viento. Mientras, el aire más templado se sitúa por encima, por ser más ligero. A esta situación atmosférica, contraria a lo que suele ser habitual, se le denomina inversión térmica y es el caldo de cultivo perfecto para los episodios de contaminación.
Las personas más sensibles a la polución habrán notado muchos días dificultades al respirar, irritación o mayor mucosidad, especialmente por la tarde-noche, que es cuando más suben los niveles de dióxido de nitrógeno (NO2). Este gas, que principalmente expulsan los coches y las motos a combustión, tiende a dispersarse más fácilmente en situaciones con viento o lluvia, pero con la inversión térmica el aire templado situado en las capas altas de la atmósfera actúa como una tapa, apuntan desde Aemet: “Las emisiones quedan confinadas cerca de su origen, y aumenta la contaminación en grandes ciudades y zonas industriales”.
Esto se ha traducido en Madrid en un inicio de año con importantes niveles de NO2 en la atmósfera. Todas las estaciones de la red de medición acumulan niveles de contaminación por este gas superiores al máximo permitido por la Unión Europea para Madrid (40 microgramos por metro cúbico), salvo las que están situadas en parques. Las mayores concentraciones se dan en el sur, con Villaverde (65) y Plaza Elíptica (63) a la cabeza de la estadística:
¿Bajará la contaminación en los próximos días? Dependerá del viento y de la llegada de precipitaciones. “A nivel general, lo cierto es que no esperamos episodios importantes de lluvias en los próximos días”, advierten desde la Agencia Estatal de Meteorología. Pero puede que haya alguna posibilidad de chubascos para este fin de semana: entre el viernes y sábado habrá un aumento de la inestabilidad en el centro y sur de la Península, de manera que podrían llegar chaparrones aislados que sirvan como paréntesis a esta sequía. En Madrid, en concreto, puede aparecer algo de lluvia débil y dispersa en la madrugada del sábado, aunque la cantidad de agua sería pequeña.
“También lloverá algo en el Cantábrico y no es descartable que a mediados o finales de la próxima semana pueda llegar algo más de lluvia a otras zonas de la Península, aunque por el momento los modelos de predicción pronostican un febrero con menos lluvias de lo normal” -calculan desde Aemet -“lo que podemos hacer extensible a los próximos tres meses, con temperatura superiores a las habituales”, añaden.
En esta situación de paseos agradables al sol pero aire más sucio, habrá quien eche de menos la lluvia. Y que llegue a pensar que lo normal en Madrid es que apenas llueva en enero. No siempre ha sucedido así. Aunque esta región no tenga el clima del país País Vasco, ha habido veces que lo ha llegado a parecer: el comienzo del año 1970 tiene el récord del enero más lluvioso de la historia madrileña. Entonces, la estación de Retiro acumuló 156,1 litros por metro cuadrado. Cayó agua 25 de los 31 días del mes. Se hace difícil imaginar hoy, con el lejano recuerdo de la lluvia, una racha tan húmeda.