Vivienda Madrid

Al final los bajaron del tejado: desalojo con resistencia, cargas policiales, 15 detenidos y demolición en La Higuera de Tetuán

Luis de la Cruz

14 de octubre de 2022 12:40 h

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Esta mañana de viernes se llevaba a cabo el desalojo de La Higuera, una casa que llevaba más de diez años okupada en el número 32 de la calle Genciana (con vuelta a la calle de Miosotis). El desalojo judicial, a petición de la propiedad, estaba previsto para 8.30 de la mañana, aunque, como suele ser habitual, se retrasó unas horas. En cualquier caso, al principio del día señalado estaba ya toda la manzana acordonada y se situaban al otro lado de la barrera policial varias decenas de jóvenes que habían venido a apoyar a las personas que resistían dentro de la casa.

La casa de Genciana iba a ser desalojada, pero el derribo no estaba claro. Este era un miedo real, tanto de las personas que la okupaban como de el tejido asociativo implicado con el patrimonio de Tetuán. Genciana 32 es un edificio singular incluso dentro del estilo neomudéjar popular, por sus pequeñas dimensiones, sus formas y su situación en esquina, como explican desde el Grupo por la Protección del Patrimonio de Tetuán.

La finca está compuesta -o lo estaba al inicio de la jornada- por el edificio, un patio y una pequeña construcción auxiliar. Junta a este, hay otro solar libre. Y de la suma de estos solares saldrá el que contendrá una nueva construcción que se anuncia en su web como Castellana Norte en vez de Valdeacederas. La promotora tenía licencia de demolición y ya estuvo a punto de llevarla a cabo en una ocasión.

Sin embargo, la licencia para el derribo podría haber caducado según la Asociación Vecinal Cuatro Caminos Tetuán, que registró ayer jueves en el Ayuntamiento la solicitud de caducidad de dicho permiso. Desde la asociación y el Grupo por la defensa del patrimonio de Tetuán esperaban que así diera tiempo a que la administración se pronunciara sobre la petición de protección parcial para el edificio que solicitaron el pasado mes de marzo. Pese a todo, existía un temor fundado por parte de la asociación y de los propios habitantes de la casa de que detrás de los policías llegara la excavadora. Como ha acabado sucediendo.

Gente en el tejado, cargas policiales y proclamas contra la gentrificación de Tetuán

La gente que había decidido resistir al desalojo dentro de La Higuera se había propuesto no ponérselo fácil a la policía. Dos personas portaban una bandera negra subidos al tejado de la casa. Al menos otra más, hacía lo propio en el tejado de la casita baja del patio. El dispositivo policial, por otro lado, era rotundo, con tres lecheras en la calle de Miosotis y varias más distribuidas por las calles de alrededor. A los más de dos decenas de antidisturbios de la Policía Nacional les auxiliaban también numerosos agentes municipales.

Al otro lado de la barrera policial, los gritos de rigor. Contra los desahucios: “Ni gente sin casa, ni casa sin gente”. Contra los desalojos: “Un desalojo, otra okupación”. Pero también sobre cierto sentimiento de barrio: “De Tetuán, nos quieren echar, derriban nuestras casas para especular”; o “Tetuán no se vende, Tetuán se defiende”. Y hasta de conciencia patrimonial: “El Neomudéjar, me lo dejas”.

El espacio de seguridad creado por la policía era grande, a pesar de lo cual se producía cierta comunicación de las personas del tejado con la gente congregada, con gritos de apoyo en un sentido y el otro. Hubo bengalas y humo desde la casa. La policía intentó entrar por la puerta de Genciana con ariete y palanca sin éxito en un primer momento, pero, finalmente consiguió acceder a la finca.

Como sucede en los desalojos modernos, todo el mundo grababa. Grababan los manifestantes, grababa la policía, grababa la prensa y grababa un joven que reía detrás del cordón policial, presuntamente parte de la propiedad, para enojo de los manifestantes.

Mientras, se produjeron algunas cargas policiales que alejaron aún más el cordón policial. Fueron cortas pero violentas, ocasionando diversas contusiones a los manifestantes y provocando que los servicios sanitarios se llevaran a una chica para atenderla de una lesión en un brazo. Finalmente, la policía tuvo que subir a los tejados para bajar a las personas que resistían arriba.

Al final, en torno a las 10.30 de la mañana, calma e inquietud entre los manifestantes, pues aún no había noticias sobre las posibles detenciones en el interior de la casa. Un chico ofrecía hielo que había comprado en una tienda de comestibles para calmar el quemazón de los porrazos, una vecina de mediana edad aconsejaba con los chicos y chicas –mayoritariamente jóvenes– sobre estrategias para comportarse ante las cargas y otro vecino de aún más edad les ofrecía su casa, con número y puerta, “por si necesitaban refugiarse”. El desalojo se estaba complentando. Después vendrían las máquinas.

Pasado el mediodía, el cordón policial se mantenía. Disuelta la multitud que intentaba evitar el desalojo y desaparecidos la mayoría de periodistas que se reunieron a primera hora para narrar los hechos, la presencia policial servía para contener las miradas -unas curiosas, otras indignadas- que se acercaban a la zona para comprobar cómo desaparecía este edificio, que muchos vecinos del barrio daban por hecho que estaba protegido por su antigüedad. Pero ni siquiera las llamadas a la Junta de Tetuán advirtiendo de la posible caducidad de la licencia lograban detener el derribo, que por la mañana todavía no alcanzaba la fachada. Lo que permaneció en Valdeacederas un siglo desaparecerá en pocas horas.

Actualización: el desalojo se saldó al menos seis detenidos