Esta semana se presentó por todo lo alto un libro sobre los 160 años historia del distrito de Tetuán, un interesante volumen que reúne un buen número de fotografías sobre el distrito que ha sido prologado y presentado por el mismísimo alcalde. En, Tetuán 160 años, que así se llama, se abunda en la extendida idea de que el origen de Tetuán hay que buscarlo en el campamento militar que se estableció en terrenos del actual distrito a la vuelta de una de las guerras que España sostuvo en Marruecos, en 1860. Durante la presentación, salió a relucir una frase que también se encuentra en una exposición fotográfica que, simultáneamente, se ha puesto en marcha en el Centro Cultural Eduardo Úrculo: “La historia del distrito de Tetuán es, quizás, una de las más bonitas de todos los distritos de Madrid ya que tiene un origen épico y victorioso”.
Muy pocos días atrás, la cuenta de twitter del Grupo por la protección del patrimonio histórico de Tetuán había dedicado un hilo entero a explicar lo que sucedió en mayo de aquel 1860 y a desmentir la mayor: el evento no supuso el nacimiento de Tetuán.
El lugar común sobre la historia del distrito se basa en un hecho histórico cierto (hubo una breve campamento en terrenos de lo que hoy es Tetuán aunque no supuso fundación alguna) y viene reproduciéndose en libros y artículos de internet desde hace mucho tiempo ya.
La Guerra de África, o Primera Guerra de Marruecos (contra el Sultanato de Marruecos), se desarrolló entre los años 1859 y 1860, durante los gobiernos de la Unión Liberal en el reinado de Isabel II. El general Leopoldo O’Donnell, que era el Presidente del Consejo de Ministros y Ministro de la Guerra, fue el personaje central y recibiría la mayor atención de la prensa del momento. Tras una serie de victorias militares (las batallas de Castillejos, de Wad-Ras o Tetuán) se firmó un armisticio que supo a poco a parte de la población española que, imbuida del patriotismo que trasladaban prensa y clase política, quería la conquista de Marruecos. Se ampliaron los territorios de Ceuta y Melilla, Marruecos reconoció la soberanía española sobre las Islas Chafarinas, se obtuvo la pesquería de Sidi-Ifni y la administración de Tetuán durante un breve periodo de tiempo.
La campaña militar supuso un espaldarazo al gobierno, y tanto éste como la corona no desaprovecharon la ocasión de explotarlo propagandísticamente. Leopoldo O’Donnell tuvo la idea de replicar el campamento que habían tenido durante varios meses en África para, a continuación, entrar desfilando en Madrid. En un principio, se pensó que el campamento se instalara en la Dehesa de los Carabancheles, pero finalmente se decidió hacerlo en la Dehesa de Amaniel “entre las tapias de la Moncloa y el depósito del canal, a la izquierda de la carretera de Francia”. Aunque en aquella época era más extensa, podemos hacernos una idea sobre la dehesa viendo lo que queda hoy de ella: la Dehesa de la Villa. El campamento se levantó el 10 de mayo y durante este mismo día llegaron en tren los soldados que aún no estaban en la capital.
Fueron allí el propio Duque de Tetuán (título obtenido por O´Donell tras la batalla del mismo nombre), generales, jefes y oficiales, a quienes la Corona pagó un almuerzo y 50.000 cigarrillos. La reina Isabel II, que estaba en Aranjuez, se desplazó a Madrid y se dirigió el día 11 al campamento. Después marchó a palacio para esperar allí a las tropas. La prensa da noticia de como el campamento despertó el interés de numerosos madrileños, que se acercaron en carro u omnibús a ver a los soldados y participar de la fiesta.
El Ayuntamiento de Madrid, por su parte, colaboró vistiendo de gala la ciudad para la entrada triunfal de las tropas en la misma. Se dispusieron retratos, convenientemente iluminados, de los generales participantes, como O´Donell o Prim, así como de personajes señeros de la patria (Felipe II, los Reyes Católicos, el Cardenal Cisneros, Colón…). Se iluminó el Congreso de los Diputados, se adornó el Ayuntamiento y la banda del Teatro Real tocó desde los balcones del Casino Militar. El Consistorio costeó una corrida de toros para la tropa. También se dispusieron “socorros de pan y arroz por medio de bonos a las clases menesterosas” (La Discusión, 11—5-1860 ) y los estudiantes tuvieron vacaciones durante estos dos días.
Las tropas entraron en Madrid como corresponde al protocolo militar, divididos en sus respectivos batallones y regimientos. El recorrido siguió el itinerario de la carretera de Francia, la Ronda, puerta de Atocha, el salón del Prado, calle de Alcalá, la Puerta del Sol, la calle del Arenal, plaza de Palacio, de la Armería, calle Mayor, Carrera de San Gerónimo y Palacio Real. Algunos prohombres salieron desde sus casas, como Prim, que lo hizo desde la calle de Alcalá, dándose un baño de multitudes. En Atocha se dispuso un arco del triunfo para el paso de los héroes (una arquitectura efímera hecha por valencianos, duchos en estas habilidades)
El lugar donde se acampó es descrito así en La corona de laurel, una colección de biografías de los protagonistas de la contienda escrita por Manuel Ibo Alfaro en 1860 con tono laudatorio:
Esta Dehesa es una extensa llanura, cortada por algunas suaves colinas que imprimen en ella ese carácter pintoresco y agradable propio de los terrenos hondeados. Las explanadas de verde trigo que cubren algunas de sus laderas meciendo blandamente al impulso del céfiro sus espigas de esmeralda; los pequeños edificios que a lo lejos se ven diseminados por acá y por allá, y algunos árboles que dibujan su gracioso follaje en el horizonte azul, ofrecen un aspecto sobremanera poético. La Dehesa de Amaniel dista de Madrid próximamente una legua, y el camino que de aquella población la separa es también agradable por la continua variedad que presenta.
El tiempo que estuvieron acampados los militares en la Dehesa de Amaniel fue, por lo tanto, de menos de dos días (parte del día 10 y la mañana del 11, antes de emprender la marcha de entrada a Madrid). La visita de los madrileños al campamento sucedió durante este tiempo, a pesar de lo cual hay publicaciones que afirman que los vendedores que acudieron a abastecer al ejército conformaron un núcleo pionero de habitantes. Algo, como se ve, imposible.
El plano que muestro aquí pertenece a Tetuán en 1860 según la fecha del archivo (Archivo topográfico, Dirección General del Instituto Geográfico y Estadístico). Es posible que sea algo posterior, dado que aparece la Plaza de Toros, que se construye diez años después, pero, como se ve, a esta altura la urbanización era ya muy extensa y debió haber empezado bastante antes. Esto se puede constatar también entros mapas, como el que aportaba en el hilo mencionado el Grupo por la defensa del patrimonio histórico de Tetuán. El primitivo núcleo de lo que se conocería como Tetuán había nacido aproximadamente entre las actuales calles de Alonso Castrillo y Marqués de Viana, y a la altura de 1865 debía ser ya algo más que seminal. En esta fecha escribía Cayetano Rosell en su Crónica de la provincia de Madrid respecto a la zona “que si continua como ha empezado, será en breve punto de consideración, al cual concurren diariamente, y sobre todo los domingos y días festivos, multitud de ómnibus que parten desde la puerta de Bilbao conduciendo gentes a los merenderos que existen en aquel sitio”. Además, al Oeste de la carretera de Francia se puede ver también una extensión considerable de urbanización, hacia lo que hoy serían Almenara y Berruguete.
En lo que respecta al otro gran núcleo de lo que hoy es Tetuán, el de Cuatro Caminos, si bien es cierto que la urbanización todavía era muy pequeña, debemos atender a edificaciones de viviendas y fábricas que habían ido surgiendo desde los años 50 en torno a la carretera de Francia (actual calle de Bravo Murillo). De esta época son las licencias de construcción más antiguas que se conservan en el Archivo de la Villa (Martínez de Pisón, 1964) En cualquier caso, la zona donde acamparon los soldados, al otro lado de la carretera, quedaba bastante lejos.
En realidad, el campamento y la romería de madrileños que acudió a participar de la celebración a la Dehesa de Amaniel es un hecho bastante anecdótico y separado geográficamente de los incipientes núcleos de población al norte de Madrid, aunque es cierto que rápidamente se constituyó un relato nacionalista que impregnó su crecimiento, y que pasó por la propia denominación del arrabal de Chamartín de la Rosa como Tetuán de las Victorias, el cambio de denominación de la Carretera de Francia como O´Donell, la instauración de Nuestra Señora de las Victorias como matrona religiosa algo después y la “conquista” de la toponimia (desde el propio barrio de Castillejos a algunas calles, como Topete o Wad-Ras). Asistimos a la creación ex novo de una tradición para, probablemente, dotar simbólicamente de presencia oficial a un territorio periférico en construcción, de facto abandonado por la municipalidad. Si atendemos a las publicaciones del grupo de vecinos más progresistas de final de siglo en la barriada de Tetuán, (un grupo de librepensadores, republicanos federales y anarquistas) encontraremos que huyen sistemáticamente de utilizar la denominación Tetuán de las Victorias (que empieza a dejar constancia escrita en la década de los setenta) y se refieren siempre a Tetuán de Chamartín, algo que nos habla de su conciencia sobre lo que el relato colonial tenía de batalla cultural en la barriada.
Lo cierto es que el crecimiento de los distintos barrios que hoy conforman Tetuán tiene que ver con la expansión de la ciudad en el entorno de la carretera de acceso de mercancías por el norte de la misma y con el asentamiento de numerosa población inmigrante y obrera, que en muchos casos vino a trabajar en diferentes obras: las del Ensanche, a cuyas afueras crecerían los barrios de Cuatro Caminos y Bellas Vistas, las obras del metro y el paseo de Ronda (Avenida de Reina Victoria), de la Ciudad Universitaria, o de los Nuevos Ministerios. Un crecimiento similar al de muchos otros barrios periféricos en las grandes ciudades de la época en todo el planeta.
En definitiva, no se puede hablar con propiedad de ningún fundador del barrio (que además son y fueron desde el principio varios núcleos), a no ser que pensemos en a la clase trabajadora e inmigrante, auténtica artífice de su crecimiento.