El pasado miércoles, 24 de marzo, se inauguró en la Casa Vecinal de Tetuán (calle Berruguete 6) una exposición de fotografías sobre la escritora Luisa Carnés, que recorre su vida y su obra. La mayoría de las imágenes han sido facilitadas por Juan Ramón Puyol, nieto de Carnés, que hizo de cicerone por la vida de Luisa Carnés el día de la inauguración. Quien se acerque este mes por allí podrá contemplar las mismas fotos familiares que adornan su casa, junto con otras de archivo y prensa, no pocas de ellas provenientes de sus propios reportajes periodísticos, en los que además de escribir aparecía a veces como modelo.
Entre los asistentes a la charla estaban David Becerra Mayor, vecino de Tetuán, profesor de literatura española y uno de los artífices de la recuperación de Carnés a través de la publicación de la autora en Hoja de Lata Editorial; asistentes a un club de lectura del barrio de Lucero que, como tantos lectores en los últimos años, quedaron deslumbrados por la modernidad de Tea Rooms, o Antonio Ortiz y Marian Giménez, almas de la Casa Vecinal pero también profundos conocedores de la historia y la literatura de los barrios periféricos de Madrid en los años 30.
El resultado de la tarde-noche fue una suerte de reconstrucción colectiva, en directo, del Madrid de Luisa Carnés. Guiado, por supuesto, por el nieto de la autora pero con interesantes aportaciones desde el resto de sillas, dispuestas en semicírculo en el antiguo estanco de la calle Berruguete, hoy Casa Vecinal.
Hasta hace pocos años, nadie conocía a Luisa Carnés fuera de reducidos círculos académicos –es obligado citar a Antonio Plaza, quien ha sido durante años quien ha mantenido viva la investigación sobre la autora–, pero entonces llegó la reedición en 2016 de Tea Rooms. Mujeres obreras y se desató la locura. España entera descubrió a través de aquella novela social, pionera del reportaje novelado, a una autora que, pese a tener una carrera como escritora y periodista antes de la guerra, había caído totalmente en el olvido tras el exilio mexicano y su muerte precoz, en 1964. Desde entonces, se ha reeditado parte de su obra en la propia Hoja de lata y en Renacimiento, aunque, en opinión de Juan Ramón Puyol, aún queda inédita la mitad (entre otras cosas sus artículos, de los cuales se han recuperado unos 450). Hoy hay una placa que la recuerda en la casa de la calle Lope de Vega donde nació y tiene un parque dedicado en el vecino barrio de Valdezarza.
El Madrid de Luisa Carnés
Luisa Carnés nació en 1905 el barrio de las Musas (o Huertas, u, hoy, de las Letras). Aunque la zona ha cambiado mucho, encontramos descripciones del entorno en su cuento Los mellizos, incluido en la recopilación 13 cuentos (Hoja de lata) y, tras mucho buscar, se dio con el lugar exacto, tal y como muestra la foto de una puerta que ilustra este artículo y que nos ha proporcionado su nieto. Esta reconstrucción de la semi desconocida vida de Luisa Carnés a través de su literatura, marcadamente autobiográfica, es una constante en el relato de Juan Ramón Puyol, que acarrea una carpeta con fotografías que riman con pasajes de la obra de su abuela.
En 1914 la familia de Luisa Carnés se traslada al barrio de Chamberí y vive junto a la barbería donde trabaja su padre, Luis Carnés, en el número 103 de la calle de Santa Engracia. Desde esta peluquería vería pasar la vida la joven Luisa, así como algunos acontecimientos que, como la huelga revolucionaria de 1917, dejaría reflejados luego en sus escritos. En 1918 se trasladan a vivir a la calle Fernández de la Hoz 35 y, posteriormente, a la calle Virtudes, donde vivió su hermana hasta que murió, según cuenta Juan Ramón Puyol.
A tenor de las descripciones que hace Luisa de la vida de Matilda (su alter ego) en Tea Rooms y otros escritos, debió conocer bien la zona de los Cuatro Caminos, barrio en cuya Casa de Socorro trabajó también su padre, que simultaneaba el oficio de barbero con el de practicante de la Beneficencia Municipal. También algunos artículos dan esa impresión, como ocurre con aquel en el que habla de merenderos clandestinos del extrarradio, en La Bombilla o la Dehesa de la Villa. Por otro lado, la parte más al norte de Chamberí en aquel momento también se conocía como Cuatro Caminos y, en todo caso, la zona obrera era un espacio central para la izquierda radical de la época. Por poner un ejemplo, el grupo teatral Nosotros, de Irene y César Falcón (de un círculo cercano a Carnés), nació en 1932 alrededor de un quiosco de periódicos de los Cuatro Caminos, donde el matrimonio se reunía con trabajadores socialistas, comunistas y anarquistas.
La madre de Luisa, Rosario Caballero, había trabajado cosiendo, oficio en el que también se tuvo que emplear la joven Luisa, que dejó el colegio sobre los 11 años. En palabras de Becerra Mayor el otro día, “no era una sinsombrero porque nunca tuvo que hacer el gesto de quitarse el sombrero como las demás mujeres de este grupo, ella los había cosido”. Para el especialista, tampoco es afortunada su inclusión en la generación del 27 porque, por más que fuera coetánea a ellos, se trata de una escritora obrera, social y politizada, a la que la etiqueta desactiva. El mundo del trabajo es un elemento central en la vida y en la obra de Luisa Carnés, cuya experiencia en un salón de té (no identificado en la novela como tal pero que es una de las pastelerías más conocidas de Madrid) aún deslumbra en Tea Rooms.
La ciudad de Luisa Carnés sería también un Madrid de vuelta al centro, por las redacciones de La Voz, Estampa, La Esfera, Crónica o El Imparcial; así como las oficinas de la CIAP (Compañía Iberoamericana de Publicaciones), en la calle Príncipe de Vergara, donde conocerá al pintor y diseñador gráfico vinculado al PCE Ramón Puyol, con quien tendría a su único hijo. También, las redacciones de Ahora o Altavoz del frente (órgano de propaganda del PCE) a partir del comienzo de la Guerra Civil. O el Teatro Lara, en la Corredera Baja de San Pablo, donde se inauguró su obra corta Así empezó, durante el conflicto.
El resto de su vida, desde la evacuación a Valencia a su vida en México, pasando por su cruzar la frontera pirenaica junto con miles de españoles, también es objeto de reconstrucción minuciosa por parte de Juan Ramón Puyol pero escapan al ámbito de este artículo.
Imágenes y letras consforman un sendero de pistas para reconstruir la vida de una autora olvidada en el exilio, precisamente, por su condición de mujer y de exiliada, pero también en parte por su trágica y temprana muerte en 1964, en un accidente automovilístico que se produjo a la vuelta de una celebración del 8 de Marzo –Día de la Mujer Trabajadora– que ella había ayudado a organizar. Por supuesto con fotografía de aquel día delante, su nieto explica que la foto estuvo veinte años en la cámara, sin revelarse: una imagen potente del olvido, propiciado por la dolorosa circunstancia de un accidente familiar que él mismo vivió siendo bebé.
Puyol es editor gráfico y tiene el proyecto de hacer una historia visual de la vida de su abuela. Conserva parte de un anuncio publicitario mexicano guionizado y locutado por Luisa Carnés en la radio y tiene la esperanza de encontrar la grabación para recuperar su voz física, tal y como está sucediendo con su voz literaria. Hasta tal punto llega la profundidad de su empresa reconstructora que alberga también la esperanza de que algún químico pueda identificar los restos de fragancia en el interior de un viejo pomo de perfume –todo un tesoro familiar que sale en alguno de sus textos– que perteneció a la abuela Luisa. Toda una empresa familiar de la que todos los seguidores de Carnés, que son ya legión, seguirán con atención.