Un movimiento vecinal impulsa la protección de 200 edificios de estilo neomudéjar popular en Tetuán

Luis de la Cruz

20 de marzo de 2022 21:56 h

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Arquitectos, expertos en patrimonio, fotógrafos, geógrafos, historiadores…y, sobre todo, vecinos, abarrotaron este sábado por la mañana el Espacio Bellas Vistas –local vecinal situado en la calle Almansa– para conocer la propuesta concreta de protección de dos centenares de edificios de ladrillo del distrito de Tetuán elaborada por el Grupo de Protección del Patrimonio de Tetuán.

Suele decirse que muchos proyectos nacen en un bar, en este caso –pandemia mediante– el impulso de puesta en valor de las casas del extrarradio arrancó a través de grupos de WhatsApp, cadenas de correo electrónico y reuniones en algunos espacios vecinales potentes del distrito: La Huerta de Tetuán, donde se realizó una importante convocatoria para llevar a cabo el mapeo, y Espacio Bellas Vistas, donde se han producido algunas reuniones y la presentación del sábado.

Al principio, solo fueron conversaciones informales entre tetuaneros interesados en los viejos vecinos anaranjados, esos con cejas expresivas dibujadas con ladrillos colocados intencionadamente alrededor de sus ventanas y flequillos adintelados bajo sus boinas de teja. Arquitectos, geógrafos, historiadores, fotógrafos, participantes del movimiento vecinal, hortelanos urbanos, afectados por otras luchas, como la de las cocinas fantasma en el distrito…simplemente vecinas y vecinos con experiencia acumulada en diferentes campos, todos útiles para levantar un proyecto comunitario de estas características. El Grupo de Protección del Patrimonio de Tetuán, una agrupación informal conformada por las personas que han dirigido el proceso, por tener especial interés u horas para dedicar al proyecto

¿Hemos escrito mapeo vecinal? Sí, medio centenar de personas se dividieron el viario del distrito y pusieron su granito de arena para poner sobre un mapa colaborativo más de trescientos edificios. Luego, desde el Grupo se han investigado, histórica y catastralmente, todos los puntos del mapa hasta llegar a la propuesta final de 200 edificios.

Olga, muy implicada en la organización del mapeo, destaca el valor de implicar a varias decenas de vecinos en el trabajo y añade que “espera que sigan teniendo un papel importante en la protección de los edificios”. Hace un aparte para resaltar un punto de preocupación sobre la pérdida de patrimonio que mueve el proyecto:

“Esta mañana escuchaba en un podcast de El País sobre el peligro de la desaparición de patrimonio en la ciudad de Odesa. Sé que puede sonar un poco dramático, pero aquí no hay ninguna guerra y sin embargo también se está perdiendo el patrimonio, por eso me gusta que las vecinas y vecinos nos pensemos como personas que nos vamos a poner en medio para, dentro de nuestras posibilidades, salvarlo”.

El sábado tomaron la palabra, sobre todo, dos de los miembros del Grupo de Protección del Patrimonio, aunque otros andaban atendiendo a la gente detrás, fuera del pequeño foco de la proyección. Tirso es arqueólogo y está encaminando sus esfuerzos profesionales en el tema. Es el autor de muchas de las teorizaciones patrimoniales del grupo. Antonio, presidente de la Asociación Vecinal Cuatro Caminos Tetuán, se ha implicado también en el grupo y explica que estas casas “son importantes porque nos hablan de la misma fundación del barrio, de los modos de vida de aquel vecindario y de las ansias por querer tener una mejores condiciones de vida que los movieron”. Pero en el power point se desliza el trabajo de Miguel (cartografías), Ismael (trabajo fotográfico) y muchos otros vecinos y vecinas que han participado en una u otra etapa del proyecto.

Los asistentes pudieron ver una serie de infografías y cartografías creadas por el grupo vecinal. Una de las más impactantes fue aquella que mostraba coloreados en dos colores los edificios protegidos en el centro de la ciudad, hasta los límites del ensanche decimonónicos (en el norte, la glorieta de Cuatro Caminos) y en Tetuán. Mientras que Chamberí tiene importantes calvas, su vecino del norte parece un pollito al que aún le están saliendo las primeras plumas sueltas. Tal diferencia no se justifica –explicaban los ponentes– solamente por el interés de las edificaciones, también por el desprecio que ha soportado la vivienda popular y obrera, así como la propia memoria de los extrarradios, contenida en sus muros.

Estos mismos huecos por llenar en las cartografías de la protección se pueden encontrar también en la esfera pública. Aunque ha habido algunos tanteos para poner en valor estas casas por parte de la COAM (el colegio profesional de arquitectos) u otros profesionales de la arquitectura y el urbanismo, el debate público sobre el tema era, hasta ahora, débil. Si uno buscaba en Google “neomudéjar popular” hace un año apenas encontraba una referencia en algún trabajo académico, mientras que ahora mismo la red está trufada de artículos que se interesan por estas casas. Y ha sido gracias al trabajo del grupo, que ha atendido a decenas de periodistas, ha realizado visitas guiadas, difundido en twitter el neomudéjar popular madrileño, se ha reunido con grupos políticos y hasta se ha personado con éxito –asistido por el paraguas legal de la asociación vecinal– ante la Comisión para la Protección del Patrimonio Histórico, Artístico y Natural (CPPHAN) para evitar la demolición total de un edificio de la calle de Bravo Murillo.

“En realidad, el mismo término es una propuesta del grupo. Se había utilizado antes pero apenas está trabajado a nivel académico. Este tipo de arquitectura, que se da desde finales del XIX hasta los años veinte, sobre todo, está emparentada con otra arquitectura del ladrillo popular y obrera que se da muchas partes del mundo. Pero también está ligada con el neomudéjar historicista, ese firmado por arquitectos conocidos, con el que comparte soluciones decorativas llevadas a cabo de una forma más simplificada por su destino como vivienda obrera. Pronto estará disponible la memoria del trabajo que hemos presentado hoy, donde lo explicamos en profundidad”, dicen desde el Grupo de Protección del Patrimonio de Tetuán.

La mayoría de estos edificios carecen de protección y, los que la tienen, llevan la etiqueta de “Protección ambiental”, la más baja de todas las previstas por la administración que, en la práctica, no ha supuesto hasta la fecha un impedimento para que estas casas de ladrillo sucumban bajo la piqueta. Tal y como explicaron en la presentación los dos ponentes, desde que se produjo el mapeo el pasado verano han desaparecido siete u ocho edificios del estilo. “El peligro se cierne de forma especialmente siniestra sobre las casas bajas porque el espacio vertical es muy suculento, es muy frecuente dejarlas deteriorarse hasta la ruina para tirarlas”, explican.

Pronto, el Ayuntamiento de Madrid recibirá en las instancias adecuadas la memoria y las fichas para pedir la protección de las casas –“tocaremos todas las puertas”, dicen desde el grupo– pero saben que una parte del trabajo ya está dando frutos: el de sensibilizar socialmente sobre la necesidad de proteger el neomudéjar popular. Y esperan que esta sensibilización llegue también a las promotoras inmobiliarias.

“Nos gustaría que se vieran también los ejemplos con los que contamos de buenas rehabilitaciones del estilo en el distrito, o en otros donde también abundan estas casas. Mirándolos, es evidente que es perfectamente posible conservarlos. Somos conscientes de que en algunos casos encierran casas con malas condiciones de habitabilidad pero el reto es salvaguardar el edificio por su valía y articular, a la vez, medidas políticas para que sus habitantes vivan en viviendas dignas y los propietarios puedan conservarlas. En los ochenta también se decía que las corralas de Lavapiés, que también son viviendas populares, no podían conservarse porque eran viejas y están construidas con malos materiales. Hoy ya nadie defiende esa posición”.

Los chicos y chicas del Grupo de Protección del Patrimonio de Tetuán saben que estos meses de trabajo son solo el principio del camino, pero el sábado sonreían con el mismo ímpetu con que se pulsa la tecla enter cuando se empieza un párrafo nuevo sabiendo que el anterior ha quedado listo para ser imprimido.