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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

El penoso estado del Canal Bajo en Tetuán (o el abandono de una de las obras de ingeniería más importantes de España)

El próximo miércoles, 10 de febrero, el historiador Antonio Ortiz, de la Casa Vecinal de Tetuán, nos ha citado a las 11 de la mañana al final de la calle Marqués de Viana para recorrer el parque Rodríguez Sahagún y comprobar in situ los efectos devastadores de la borrasca Filomena sobre el arbolado –y las infraestructuras– del parque, poniendo el foco particularmente en la mala conservación del Canal Bajo.

Hablamos de la infraestructura del Canal de Isabel II que transporta el agua, desde tiempos de esta reina, del depósito inferior de la central eléctrica de Torrelaguna al depósito de Islas Filipinas, en Madrid. De la importancia de la colosal obra de ingeniería da fe el hecho de que fuera uno de los modelos para el diseño del suministro de agua de la ciudad de Nueva York.

En palabras de Alberto Tellería, arquitecto y miembro de Madrid, Ciudadanía y Patrimonio, “puede decirse que, a finales del siglo XIX, el Canal de Isabel II había dotado a Madrid del mejor y más avanzado sistema de suministro de aguas de todo el mundo, que fue admirado –e imitado– a raíz de su exhibición en las grandes Exposiciones Universales”.

Aunque la entrada del agua por el norte de Madrid se hizo mayoritariamente por túneles y canales, en la zona que hoy ocupa el Parque Rodríguez Sahagún (antiguamente llamada de la Huerta del Obispo o valle de Valdezarza) la orografía hizo que se construyeran diversas infraestructuras –acueductos, almenaras o canales– que discurrían por el antiguo camino de servicio del canal, que se convirtió en una calle que conserva en el nombre la memoria de esta obra civil: Paseo de la Dirección (del Canal de Isabel II).

 Hoy, todavía podemos ver estas infraestructuras, testigos tanto de la traída del agua a la ciudad de Madrid como del desarrollo del barrio. Al norte, se encuentra el acueducto de los Pinos, que es el que mejor se conserva porque está exento, y caminando hacia el sur están el de la Traviesa, el de Valdeacederas, los restos –incompletos– de la almenara del Obispo, el acueducto de los Barrancos (que incluso perdió dos de sus cuatro ojos en las obras de Marqués de Viana) y, en la calle de Ofelia Nieto, los restos del acueducto de la Huerta del Obispo. El agua, después, se dirigía hacia el interior de Madrid por la calle de Pablo Iglesias, cuyo acueducto de 17 ojos (de Amaniel) es el más conocido.

 Los asistentes a la convocatoria de la Casa Vecinal podrán observar –es obvio– el maltrato al que la urbanización del ámbito del Paseo de la Dirección ha propinado al viejo canal, enterrado, adosado a muros de contención, hurtado al vecindario en vistas y uso. En algunos tramos, los ojos del acueducto sirven de refugio de las inclemencias del tiempo para personas sin hogar.

Pese a que la tercera modificación del Plan Parcial de Reforma Interior del Paseo de la Dirección (de julio de 2018) incluye proteger la infraestructura e integrarla en el entorno, nada a la vista hace vislumbrar la posibilidad de que el Cana Bajo vaya a tener en el área el protagonismo que merece.

Vecinos, urbanistas y expertos en patrimonio han alertado en distintas ocasiones de la insostenible situación del Canal bajo. Alberto Tellería se lamenta del estado de abandono: “los seis acueductos que se levantan en el término municipal madrileño –todos en el distrito de Tetuán-, han sido sometidos a sucesivas reparaciones que desfiguraron su imagen histórica”.

Antonio Ortiz abunda en ello y subraya la dejación de responsabilidades de las sucesivas administraciones públicas al respecto:

“El Plan General de Ordenación Urbana de Madrid de 1997 (el vigente) recoge la redacción de un Plan Especial de protección. Aun no ha visto la luz, aprovechándose el vacío para el desarrollo inmobiliario de la zona con la operación del Paseo de la Dirección. Colmatadas sus vaguadas para un mayor aprovechamiento urbanístico, los acueductos que jalonaban su recorrido se han visto encorsetados por muros para la contención de tierras y la perdida de las zonas verdes que los rodeaban (unos 30.000 m2). Hoy, los acueductos de Amaniel, Obispo, Valdeacederas y Miramelindo acogen entre sus arcos a diversas personas, con acumulación de colchones, materiales, quema de cables, suciedad.... Otros, como el de los Barrancos o el de la Traviesa, son difícilmente accesibles, con escaleras que vulneran la legislación, rodeados con muros y pintadas, cuando no directamente vandalizados y alejados del barrio, a los pies de unas torres que vergonzosamente se elevan sobre el vecindario, apropiándose del territorio y del canal”.

La mala conservación del Canal Bajo era reversible hasta hace una década, según Alberto Tellería. De resultas del mencionado proceso de transformación urbanística del Paseo de la Dirección, hay tramos cuya puesta en valor es hoy difícil. Se ha perdido la oportunidad que brindaba su situación en el ámbito del Parque Rodríguez Sahagún: “se habrían podido –y debido- reparar para poner en valor una de las piezas de patrimonio industrial más valiosas de nuestro país”.

En palabras del experto, “la construcción del túnel de la calle del Marqués de Viana, que modificó la pendiente natural del terreno y alteró de manera desconsiderada el principal acceso al parque -accesible ahora sólo mediante una empinada y serpenteante escalera que impide el paso a los discapacitados y dificulta el de los ancianos, niños pequeños, y demás ciudadanos- vino a prologar una intervención aún peor. Y es que desde 2008 el Ayuntamiento madrileño, en connivencia con sucesivos promotores particulares, promueve una operación urbanística puramente especulativa, dirigida a explotar económicamente la extraordinaria posición del Paseo de la Dirección, que recorre el tramo final de la cornisa madrileña con espléndidas vistas al oeste sobre el parque recientemente inaugurado, por lo que se plantea crear a lo largo del mismo una cortina de bloques de lujo con acceso por una ampliación de la vía previa, que además sirva de barrera de separación con el humilde barrio preexistente. Para ello, es necesario modificar por completo la topografía natural del terreno, ”creando“ los solares previstos mediante una plataforma artificial sostenida por sucesivos muros de contención que colmatan las vaguadas –ya ajardinadas- que salvaban los diversos acueductos, que casi quedan absorbidos por la nueva infraestructura, y que pierden su carácter de puertas al parque para convertirse en fondos de saco, generando rincones oscuros donde se acumulan las basuras. Y aunque la propuesta sufrió considerables cambios debido a la presión ciudadana, concentrándose la edificabilidad prevista en unas cuantas e incongruentes torres residenciales, las alteraciones del terreno se mantienen”.

En opinión de Tellería, “es difícil plantear una solución que corresponda a la dignidad de los elementos conservados” porque, salvo los acueductos de Los Pinos y Amaniel, el resto de estructuras han quedado adosadas a muros de contención. Hoy solo se pueden restaurar las fachadas visibles y revestir con vegetación los muros de contención a los que se adhieren, advierte Tellería. “Hubo una última oportunidad de revertir la operación en la pasada legislatura, cuando el abandono de las obras por parte de sus promotores habría permitido que el Ayuntamiento anulara la concesión y desmontase lo ya realizado –del mismo modo que se están derribando los pasos elevados construidos no hace tantos años-, pero el propio consistorio dio la alerta a la empresa adjudicataria para evitar esta posibilidad”.

A pesar de la opinión pesimista sobre las posibilidades de integración de la mayoría de los tramos, desde Madrid, Ciudadanía y Patrimonio recalcan que “debería plantearse la restauración de los dos ejemplos exentos antes citados [Amaniel y Los Pinos], permitiendo incluso que el público pudiese circular por encima de los mismos mediante la construcción de las plataformas necesarias, debiendo recuperarse además la jardinería del Parque de los Pinos, que fue creado a mediados del pasado siglo como vivero para las plantaciones del Canal, y que es uno de las más antiguos y valiosos de la capital, a pesar de su degradado estado actual, fruto de la falta de mantenimiento.”

Desde la Asociación Vecinal Cuatro Caminos-Tetuán coinciden en la necesaria restauración de los elementos y creen que, para su protección y puesta en valor, habría que empezar por obtener una Declaración formal como Bien de Interés Patrimonial por parte de la Comisión Local de Patrimonio Histórico de la Comunidad de Madrid de todo el trazado del Canal Bajo a su paso por el Distrito.

Los lectores más atentos se habrán fijado en que la cabecera de Somos Tetuán incluye el perfil del acueducto de Amaniel. Este, y el resto de elementos del Canal Bajo, son elementos patrimoniales omnipresentes en el imaginario de la parte oeste de Tetuán y, por ello, fue elegido por el equipo de diseño del periódico como representación gráfica del mismo. Forman parte, además, de una obra de ingeniería de primer orden cuyo sentido completo se entiende por la integridad de sus partes, cuya conservación e integración en la ciudad están hoy comprometidas.

¿Oportunidad o estorbo?

El catedrático de Historia de la Arquitectura y del Urbanismo Carlos Sambricio escribía en 1985:

“El reconocimiento que el Plan General de Ordenación Urbana de 1985 hace de la realidad geográfica madrileña ha permitido poner en valor enclaves singulares insertos en el complejo territorio donde se ha desarrollado históricamente esta ciudad, siendo el valle formado por el arroyo de los Pinos y el de la Huerta del Obispo, coronado por la cornisa de Tetuán, uno de ellos, reservándolo para formar parte del sistema de espacios libres y, por tanto, al servicio de los ciudadanos y del interés colectivo.

Ahora bien, este lugar no sólo es singular por el carácter de sus elementos naturales —topografía, cursos de agua—, sino que es único en cuanto que alberga elementos de especial significado cultural —referentes de la construcción del Madrid industrial—representados por el complejo entramado de canales, acueductos y almenaras pertenecientes a las obras de ingeniería hidráulica empleadas en el abastecimiento de agua potable a la ciudad de Madrid“

Desde aquellos comienzos del urbanismo democrático a hoy, el distrito de Tetuán ganó la gran cuña verde del parque Rodríguez Sahagún, que vino a dar aire a una zona densamente poblada y carente de dotaciones para sus vecinos. Pero los valores que Sambricio resaltaba hace 25 años (naturales y culturales) continúan siendo objeto de controversia hoy por su falta de protección. Pareciera que, en lugar de entenderse como una oportunidad, el rico patrimonio existente en la zona hubiera sido un estorbo para quienes han guiado el desarrollo urbano de esta parte de Tetuán.