Una gran boina de contaminación ha quedado atrapada en el cielo madrileño. Los niveles de dióxido de nitrógeno están disparados. Y aunque a priori pueda parecer extraño porque el volumen de tráfico es menor que antes de la pandemia y la nevada mantiene aún restringida la circulación, se trata de un tapón meteorológico habitual cuando se registran situaciones de anticiclón prolongadas –como la que ha sucedido al temporal Filomena– en una ciudad como Madrid con altos niveles de polución. Es decir, días estables, despejados, sin viento y sin lluvia que impiden que los contaminantes se dispersen. Los expertos avisan de que con un nivel de tráfico normal, los picos habrían sido mucho más graves.
El fenómeno se conoce como “inversión térmica” y afecta a la circulación del aire en las capas más bajas de la atmósfera, explica el meteorólogo y divulgador científico Jacob Petrus. “La capa más pegada al suelo se enfría por contacto y como el aire frío pesa más se queda en valles y en zonas más abiertas como es la Comunidad de Madrid”, prosigue. Esta situación “hace visible el problema de calidad ambiental” y provoca que la temperatura en áreas de sierra sea más alta que en la capital. Por ejemplo, el Puerto de Navacerrada ha registrado más grados que el aeropuerto de Barajas.
En medio de la resaca de la nevada, el Ayuntamiento de Madrid activó el pasado domingo el escenario 1 del protocolo por picos de contaminación al superarse el sábado de forma simultánea los 180 microgramos por metro cúbico de dióxido de nitrógeno (NO2) durante dos horas consecutivas en dos estaciones: Ramón y Cajal y Plaza de Castilla. Niveles similares se registraron anteriormente en Cuatro Caminos y en el Barrio del Pilar, según informó el Consistorio, que hizo un llamamiento a dejar el coche en casa por un doble motivo. Para controlar el pico y para facilitar las labores de los equipos quitanieves, aunque aparcar en superficie (zona SER) seguirá siendo gratuito durante toda la semana.
El escenario 1 –que se activó por última vez en enero de 2020, hace justo un año– obliga a reducir la velocidad a 70 kilómetros por hora en la M–30 y todos los accesos a la capital. A mediodía del lunes, con el protocolo activado, la calidad del aire era “mala” en seis estaciones y “regular” en tres, de las 24 existentes en la ciudad. Y eso que el tráfico dentro de la M–30 fue a hora punta un 30% inferior a hace un mes. El Ayuntamiento asegura que su recomendación de no usar el vehículo privado ha funcionado aunque no hay datos que lo avalen porque los técnicos municipales no han medido cómo se ha comportado la circulación en toda la semana pasada por el temporal, explica una portavoz del área de Medio Ambiente. De manera que el tráfico de este lunes no se puede comparar, por ejemplo, con el registrado el pasado viernes.
El actual equipo que gobierna el Ayuntamiento de Madrid, que llegó al Palacio de Cibeles prometiendo el fin de Madrid Central, siempre ha defendido que la contaminación no solo dependía del tráfico. El delegado de Medio Ambiente y Movilidad, Borja Carabante, apelaba una vez más este argumento en la comisión del área: “Si el problema es exclusivamente del tráfico, ¿cómo es posible que hoy estemos en el escenario1 de contaminación?”, respondía con esta pregunta a una concejala de Más Madrid para después advertir que no hay indicios de que la densa boina vaya a adelgazar este martes porque no existen previsiones de “ventilación” de la ciudad para espantar los óxidos de nitrógeno.
Alerta para no “desviar el foco del problema”
Las organizaciones ecologistas piden que la situación no se utilice para “desviar el foco del problema”. Admiten que las bajas temperaturas han incrementado la polución que generan las calderas de carbón y gasóleo de la capital, pero advierten de que, con un nivel de tráfico normal, la boina habría sido mucho más grave. “Esta situación atmosférica con niveles de coches normales habría sido mucho peor”, señala Adrián Fernández, responsable de Movilidad de Greenpeace.
“La contribución del tráfico rodado a la contaminación es de un 77% mientras las calderas representan alrededor de un 6%. En esta circunstancia excepcional de nieve y bajas temperaturas, se ha tirado de calefacción más que nunca, así que probablemente el peso de las calefacciones es mayor de lo habitual y el del tráfico, menor. Por eso hay que hacer un uso racional de las primeras, no estar en casa a 24 grados con manga corta”, apunta Juan Bárcena, responsable de calidad del aire de Ecologistas en Acción.
La organización ha comparado el número de superaciones del Valor Límite Horario (VLH) en todos los meses de enero 2011 a 2021. En 2015, el tope –controlado por la normativa de la Unión Europea– se rebasó 203 veces, el peor dato desde que hay registros; en 2019, 42; y en 2021, cuatro en una estación. Este límite se marca en 200 microgramos por metro cúbico. “Dentro de los picos es uno más bien bajo, sin quitarle importancia”, matiza Bárcena, que pide “no caer en la trampa de que solo las calderas provocan la contaminación”.
El llamamiento a usar el transporte público se produce en un contexto complejo: aunque de forma inédita, los trayectos en los autobuses de la EMT van a ser gratuitos hasta el miércoles, el servicio no se reanuda de forma completa hasta el martes y el Ayuntamiento, desbordado por la limpieza de las calles de la ciudad, ha mantenido cientos de paradas anegadas de nieve, lo que disuade a los usuarios de utilizar este medio de transporte por miedo a caerse.
Las estaciones empezaron a despejarse con un plan especial este viernes. Ese mismo día comenzó a evacuarse el hielo de los carriles bus. Hasta entonces, estos vehículos compartían vía con el resto de coches. Además, aparcar en la almendra central va a seguir siendo gratis toda la semana, es decir, continúa suspendido el Servicio de Estacionamiento Regulado (SER). Esta medida se puso en marcha tras el temporal para facilitar la movilidad de los ciudadanos en una situación de seguridad comprometida por la gran nevada.
La previsión meteorológica sitúa el fin del anticiclón el próximo miércoles. Entonces, la lluvia y el viento permitirán ventilar la ciudad y también ayudar a derretir la nieve y el hielo que siguen dominando muchas calles de la capital.