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La vacunación trasnocha en Madrid: 12.000 personas acuden de madrugada a recibir la primera dosis

Mientras Madrid duerme un martes laborable de agosto, miles de personas permanecen despiertas para recibir la vacuna contra la COVID-19. Desde el pasado viernes, la Comunidad vacuna sin cita con la primera dosis entre las 21.00 horas y las 08.00 horas. Para ello, se han habilitado el Wizink Center y el hospital de pandemias Isabel Zendal. En la madrugada del 17 al 18 de agosto se han puesto 1.259 inyecciones en el primero y 1.400 en el segundo, según datos de la Consejería de Sanidad. En total, desde el pasado viernes, la cifra asciende a 12.100 pinchazos entre ambos centros.

Cerca de las dos de la madrugada, en los alrededores del punto de vacunación del Zendal se juntan quienes han recibido el pinchazo y se van para casa con aquellos que llegan. “He venido a esta hora porque soy un poco noctámbulo y también pensando que me iba a encontrar menos gente”. Habla Adriano, que trabaja en el aeropuerto y es una de las cerca de 20 personas que hacen la primera parte de la cola en el exterior. “Creo que hay poca gente, al menos aquí fuera”, afirma. 

Pasados diez minutos, la fila entra por fin en el edificio. Cuando llega Manuela ya no hay rastro de ese goteo de gente y puede acceder directamente al interior. “No creo que me dejen elegir vacuna. Pero me da igual la que pongan”, expresa. Dentro, una cola larga recorre un primer pasillo que desemboca en un pabellón, donde hace varios zigzags hasta que por fin se recibe el pinchazo. Para ello, pueden pasar más de dos o tres horas. “No me importa, vengo preparada. Esto quiere decir que, por lo menos, está habiendo una respuesta de la población”, afirma Manuela.

“Cuando he visto la cola no pensaba que iba a ser tanto tiempo”, comenta Eva. Ha venido con Fran y Rocío, sus dos hijos, de 17 y 28 años. Llegaron a las once de la noche y los está esperando en el interior para resguardarse del fresco que se respira esta noche en Madrid como contraste al calor de los días pasados. “Estoy hablando con ellos con regularidad y siguen en la cola, que parece que da varias vueltas. Aunque creen que ya les queda poco”, dice.

Tanto Adriano como Eva y Manuela han venido en coche privado. Es la única opción junto a un taxi o VTC, porque a esa hora ya no funciona el transporte público para acceder al Zendal. “Lo que sí que no vemos bien es que no haya ninguna señalización para llegar aquí”, protesta el acompañante de Manuela. “Ninguna hasta que estás llegando”, insiste. 

En la madrugada de este miércoles solo ocho enfermeras están poniendo vacunas en el Zendal. Así lo cuenta a este medio una TCAE, que prefiere no desvelar su nombre y que afirma que cada profesional pone “cientos de inyecciones” en el turno. Ella y otros siete compañeros no pinchan, pero se encargan de completar registros de todos los que pasan a por su primera dosis o de aquellos que vienen para el segundo pinchazo, en este caso con cita previa. “Hay muchísima más gente sin cita que con cita. La hora punta es desde las nueve de la noche. Luego el volumen baja hacia las tres de la madrugada, donde ya van llegando a cuentagotas”, indica. Una de esas personas es Ricardo, que acompaña a su hijo a que se ponga la vacuna: “No habíamos podido antes porque estábamos fuera, de vacaciones”, argumenta. 

Pasadas las dos y media de la madrugada son más las personas que pasan por el pasillo de salida que por el de entrada. “Hemos estado tres horas y 35 minutos desde que hemos llegado. Había mucha más gente de la que pensábamos”, cuentan Rocío, Fran y Marcos tras salir con su apósito sobre el brazo. Les han puesto Pfizer, la vacuna que se está administrando esta noche en el centro. “No he sentido el pinchazo, la verdad”, expresa el último. 

Mientras Marcos tendrá que volver en unos 21 días a por su segunda inyección, Fran y Rocío ya tienen la pauta completa, al necesitar solo una dosis por haber pasado la COVID, por lo que Eva respira aliviada. “Mi marido está enfermo de cáncer, así que es bueno que se vacunen, para protegerse ellos y protegerlo a él”, sentencia. “Aunque me parece que es importante que lo hagamos todos”, continúa. “El año pasado me operaron y tuve que pasar una noche entera en la UCI. No le deseo a nadie lo que vi allí, pero me gustaría que todas estas personas que se creen que esto es de guasa, estuvieran cinco minutos en una, no más. Creo que todo lo que podamos hacer tenemos que hacerlo. Por eso hay que venir aquí o a cualquier punto de vacunación”, añade. 

Cerca de las tres de la mañana, Eva y sus hijos abandonan el hospital. Tras ellos, continúan saliendo quienes han recibido también su primer pinchazo: padres e hijos, parejas, gente sola, hermanos, grupos de amigos… “Tiene que ser duro estar trabajando en este turno”, valoran dos chicos mientras se aproximan a la salida. Todos se dirigen a sus coches o en busca de un taxi. “Creo que sería razonable que hubiera transporte público para venir aquí a estas horas, porque no todos nos podemos permitir este gasto”, protesta Miriam, mientras espera a que la recoja un coche de vuelta.

Sin colas a mitad de la jornada: “A esta hora ya llegan a cuentagotas”

A 17 kilómetros y media hora más tarde, la imagen en el Wizink Center es muy diferente. “Se ha vaciado hace casi una hora, a las 02.45. Ahora ya van llegando a cuentagotas”, comenta a elDiario.es una de las trabajadoras de la entrada, encargada de comprobar los datos de quienes acuden en busca de su primer pinchazo. “Cuando llegué, a las once de la noche, dije '¡madre mía la que me espera!' La cola daba la vuelta al edificio, aunque prefiero siempre que sea así”, añade. Cuatro horas y media después, sin embargo, donde se forman las filas que acaban dando la vuelta al edificio, ya no queda nadie.

Entre las 03.30 y las 04.45 horas llegan alrededor de diez personas a por la primera dosis de Pfizer, que es también la que se está inyectando allí. Padres que acompañan a sus hijos o gente que viene dando un paseo, andando o en su bici. En todos los casos, el trámite es rápido: llegan, enseñan a los vigilantes su identificación y acceden al interior del Palacio de los Deportes, donde, como mucho, permanecen quince minutos. 

Para poder recibir la primera dosis sin cita no es necesario estar empadronado en Madrid, pero sí aportar el DNI o pasaporte español, el carnet de conducir, el código CIPA que está en la tarjeta sanitaria personal o el NIE. Entre los intentos fallidos de la noche, dos extranjeros que iban a “pincharse” pero que no pudieron pasar por tener la identificación caducada; o una mujer, también extranjera, que no llevaba ninguno de los documentos físicos que se permiten. Les ocurrió lo mismo a dos chicas, que se acercaron porque en el 900102112 –el teléfono de información habilitado por la Comunidad de Madrid– las mandaron allí sin especificarles qué tenían que llevar. “Nos los mandan aquí como si esto fuera un mercado”, protesta la trabajadora de la puerta, que denuncia la falta de información que ofrece Sanidad en ese número y “lo mal que funciona”.