La sobremesa en la hospedería, justo detrás de la cruz, se extiende hasta las tres y media pasadas. Cuatro señoras y un señor que han venido de Granada para la ocasión apuran el vino de la casa mientras comentan que con Franco se vivía mejor. “En los setenta éramos una potencia industrial. España tenía prestigio. La preparación de la universidad era buenísima, nadie pagaba tantos impuestos... Y había trabajo, no como mis hijos, que salen de la universidad y no encuentran”, comentan. “Franco quería a España y por eso no le hacía daño. ¡Viva España!”, se despiden. Recogen su maleta y se van.
Este martes, centenares de personas acudieron a una misa por el dictador en la basílica del Valle de los Caídos. Es 20-N 43 años después, llueve, está nublado y hay “muchísima gente para ser un día laborable”, según cuentan los asistentes que vienen cada año a celebrar el aniversario de la muerte del dictador. La mayoría llega en coche -hay atasco para entrar por carretera desde las siete de la mañana, de vehículos que esperan hasta las diez que abren las puertas- pero un grupo de unas sesenta personas viene desde atrás. La noche anterior se alojaron en la Hospedería monástica de la Abadía de la Santa Cruz, parte del conjunto monumental del Valle.
Aunque durante la homilía la Guardia Civil trató de evitar los símbolos de exaltación franquista -no lo consiguió, pero sí identificó a algunas personas que hicieron el saludo fascista frente a las tumbas de Franco y José Antonio Primo de Rivera- la noche anterior aquello fue un despiporre. “La gente se hizo fotos con la bandera franquista y todo el mundo hacía el saludo nazi”, cuenta un fotógrafo de una agencia internacional que también se alojó allí. “Vino la Guardia Civil y les dijo: oye, mañana no hagáis esto. Ni saludo ni banderas. Que habrá muchos periodistas y fotógrafos”.
“Otras veces les han avisado y no les han hecho caso. Pero hoy sí”, confirma Álex Navajas, director de la Hospedería. “Si hoy sale en los medios una foto de una persona con un brazo en alto, no reflejará lo que ha pasado. ¿Por qué? No tengo ni idea, se habrán endurecido las medidas. Yo prefiero que sea así, porque el Valle de los Caídos se proyectó como un monumento de reconciliación”. [En realidad, en el decreto de su creación Franco especificó que el gigantesco monumento se levantaba para conmemorar su “cruzada” y para “que las generaciones futuras rindieran tributo a los que les legaron una España mejor”. Es decir, para enaltecerse a sí mismo y a los caídos en su bando].
Esta especie de “chicos, portaos bien que nos van a grabar” es una pequeña metáfora del Valle de los Caídos, que a la espera de saber en qué se convierte cuando el Gobierno exhume a Franco -Compromís propone dinamitarlo y Podemos derribar la cruz-, funciona como un pequeño parque temático. A 9 euros la entrada, gratis si entras solo a misa, aparecen por un lado los franquistas -o “afines al Valle”, como los denominan en la web- que acuden a homenajear al dictador. Por otro, los turistas, que aprovechando su visita a El Escorial suben a verlo y se encuentran con un monumento fascista en el que no hay nada de información. “Ni siquiera se menciona que la cruz tiene más de 150 metros, que es más alta que el Cristo de Corcovado”, lamenta Navajas. “El Valle de los Caídos no es solo Franco. Hay una mentalidad de que aquí está todo el mundo con camisa azul y el brazo en alto, pero es un monumento turístico en el que te encuentras exactamente los mismos turistas que en el Monasterio del Escorial”.
En los últimos meses, fruto del ruido que ha generado el plan de exhumación y la reciente profanación que hizo un presunto artista de la tumba, las visitas se han disparado. Solo en los primeros cuatro días de noviembre de este año se acercaron por allí 19.000 personas, más que en todo ese mismo mes del pasado.
La hospedería, llena entre semana
El negocio lo está notando. El Valle, dependiente de Patrimonio Nacional (es decir, financiado con fondos públicos procedentes de los presupuestos generales), lleva años siendo deficitario: su mayor fuente de ingresos es la venta de entradas, con la que hasta ahora -y a la espera de conocer las cuentas de 2018- perdía una media de 750.000 euros anuales. También los monjes de la abadía benedictina cuestan al contribuyente 340.000 euros anuales de subvención. Pero el presupuesto de la Hospedería, que desde hace pocos años funciona como un hotel más, va aparte. “Se mantiene con lo que genera de su propia actividad”, continúa Navajas. “Los últimos años fueron malos por la crisis, pero ya estamos en beneficio. Lo que ganamos lo reinvertimos en arreglarla, que lo necesita”.
Los fines de semana están llenos. Y en los últimos meses, los días de entre semana también. “El jaleo empezó en julio. Pues julio, agosto, septiembre y octubre han sido tremendos. Noviembre ha bajado un poquito”. Quizá cuando anuncien la fecha definitiva de exhumación, aventura, repunte una vez más.
“Desde hace unos años estamos en Tripadvisor, Google y Booking. Y viene gente de lo más variado”. De los franquistas del 20N a turistas extranjeros -“parejas de belgas, alemanes…”-, grupos religiosos a hacer retiros espirituales y opositores que buscan tranquilidad. Ahora mismo solo hay uno que lleva dos años. “Un señor me ha preguntado cuánto costaba, para su hijo. Son 53 euros al día en pensión completa, unos 1600 euros al mes. Es más caro que un alquiler, pero es un hotel. La Hospedería tiene la tradición de casa de espiritualidad, pero en el momento que te abres a Booking tienes que aceptar a cualquiera. Obviamente no le preguntamos a nadie: ¿usted fue a misa el domingo pasado?”
Los taxistas hacen caja
Santiago Ramírez es taxista en El Escorial. “De cinco años para acá, hay mucha más gente. Es habitual que venga gente de fuera, extranjeros que han oído hablar del tema y gente del Imserso. A quienes vienen de fuera, cuya mirada está exenta y no están impregnados de la historia del franquismo, le gusta. Es un monumento que tendría que estar más promocionado. Aquí en San Lorenzo se dice que es el único monumento del S.XX porque el resto son más antiguos”.
Visto el hueco de negocio en el transporte, porque solo un autobús interurbano sube hasta allí una vez al día, los taxistas del pueblo lanzaron su propia promoción: las taxiescapadas, el ‘suba y baje al Valle’ por 45 euros con una hora de espera para que el mismo conductor te vuelva a bajar. “Lo hicimos en mayo, justo antes de la polémica de sacar a Franco. Coincidió que hacía falta este servicio. Lo repartimos en los hoteles y sube mucha gente: tanto sudamericanos de vacaciones como gente que viene a hospedarse, de retiro espiritual”.
También las agencias de viaje y empresas de tours venden visitas guiadas -a entre 50 y 70 euros por cabeza, con inicio en El Escorial y subida hasta el Valle. ¿Hasta qué punto hay choque cultural entre el turista y los admiradores del dictador? Al terminar la misa del 20N, un grupo de extranjeros se agolpa en la explanada frente a la basílica a las órdenes de su guía, que se pone a explicar. Pero a uno de los señores asistentes no le hace mucha gracia. “¡Estas chicas no tienen ni idea!”, grita a un par de jóvenes rezagadas.
“Lo que sí está claro es que crea polémica”, concluye Ramírez, antes de dejarnos en la puerta y bajar de nuevo a El Escorial. “En otro país, en Estados Unidos, lo modificarían de tal manera que pudieran sacarle un rendimiento. Con hoteles cerca. Este es Franco. Vamos a explotarlo”.