Por segundo año consecutivo Mazda somete a una actualización a su buque insignia, el Mazda 6. El modelo 2017 evoluciona en eso que la marca ha denominado placer de conducción. Las mejoras se han centrado no tanto en lo que se ve como en lo que se siente. A la vista, desde fuera, apena se distingue un detalle nuevo: la intermitencia en los retrovisores. Y en materia de pintura, una nueva posibilidad, la tonalidad gris metalizada denominada Machine Grey.
El habitáculo también es continuista respecto a su predecesor. Los retoques implementados mejoran la atmósfera general en el entorno del conductor. El diseño del volante es nuevo; la pantalla Head Up Display tiene mejor resolución, gráficos a color y se regula automáticamente con respecto a la posición del asiento del conductor; la pantalla multifunción del cuadro de instrumentos es más grande, de 4,6 pulgadas; y los retrovisores se pliegan automáticamente.
Hay modificaciones en la tecnología utilizada. Así, por ejemplo, el asistente de frenada de emergencia en ciudad cambia el anterior láser de infrarrojo por una cámara de visión delantera, ampliando el intervalo de velocidades en los que se detectan otros vehículos. Esta misma cámara es la encargada de reconocer las señales de tráfico, que identifica los límites de velocidad y las “prohibiciones al paso”, y avisa al conductor cuando se sobrepasa algún límite.
Relacionado con lo primero, Mazda ha incluido tres nuevos sistemas que mejoran la respuesta y reducen el nivel de ruido de su motor diésel 2.2 l SKYACTIV-D. Un control que optimiza la entrada del turbo (High-Precision DE Boost Control); un elemento amortiguador (Natural Sound Smoother) para disminuir el ruido del motor diésel; y una tecnología (Natural Sound Frequency Control) que neutraliza las ondas de presión sonora y suprime las tres bandas críticas de frecuencia en las que se concentran las vibraciones de los componentes del motor.
En segundo término, el reto era aislar mejor a los ocupantes de lo que ocurría fuera de la carrocería: el choque del coche contra el viento, el rozamiento de los neumáticos con el suelo, etc. Pues bien, para este fin se han mejorado las juntas de las puertas, se han reducido las tolerancias entre los paneles y se han añadido materiales aislantes en el carenado interior, la consola central, los paneles del techo y las puertas. Con el acabado Luxury, las ventanillas delanteras montan unos cristales laminados que ayudan a la causa.
Dinámicamente, el Mazda 6 estrena el G-Vectoring Control (GVC), una función electrónica que adapta el par motor en función del movimiento de la dirección; de modo que se produce un control de las fuerzas G laterales y longitudinales que afectan a la carrocería. A diferencia del control de estabilidad, no actúa sobre los frenos sino sobre el acelerador y su entrada es más sutil y progresiva y no tan brusca y tardía como el ESP.
Con este nuevo sistema -que no puede desactivarse-, el Mazda 6 mantiene su carácter de vehículo de reacciones previsibles, nobles y ágiles. Si acaso con el GVC, la transferencia de los pesos es más suave y se percibe una mayor estabilidad y control. Además, el conductor necesita menos correcciones en la dirección y al ahorrarse movimientos de volante siente menos fatiga.
En lo demás, el Mazda 6 mantiene la esencia del vehículo lanzado en 2013, esto en la marca de Hiroshima es igual a diseño KODO y tecnología SKYACTIV. Posicionado en el segmento D, donde compite con modelos como Volkswagen Passat, Opel Insignia o Ford Mondeo, el Mazda 6 tiene dos carrocerías: berlina (Sedán) o familiar (Wagon). He aquí una particularidad: el Wagon es más corto (4,8 por 4,87 metros) y tiene menos batalla (2,75 por 2,83), favoreciendo el espacio de maletero (522 litros) en detrimento de las plazas traseras, que aun así siguen siendo muy espaciosas.