Desde hace un tiempo, venimos escuchando hablar con insistencia de algo llamado semiconductores y de una crisis que se avecinaba por su escasez a nivel mundial. Se nos explicaba que el cambio de hábitos durante la pandemia, es decir, el incremento de la demanda de aparatos electrónicos -necesitados de estos componentes para funcionar- al pasar más tiempo en nuestros hogares, había generado falta de ellos y obligado a muchas compañías a parar la producción, sobre todo a los fabricantes de coches.
La planta del grupo Stellantis en Vigo acumulaba hasta el pasado jueves más de 30 interrupciones en los turnos de producción debido al suministro insuficiente de semiconductores, y sus empleados ya sabían que no irían a trabajar el viernes por la mañana ni, probablemente, durante el fin de semana. Lo que no esperaban es que, el mismo jueves por la tarde, el consorcio anunciara oficialmente la suspensión temporal de la actividad señalando «circunstancias de fuerza mayor» relacionadas con los «problemas de aprovisionamiento».
Al día siguiente, el director de la fábrica, Ignacio Bueno, trasladó a los sindicatos en una reunión que el parón llegaría al menos hasta el 31 de mayo, escenario en el que se dejarían de producir alrededor de 20.000 vehículos, y que todo hacía prever que los problemas continuarían a lo largo del mes de junio.
Empecemos por el principio para comprender un poco mejor esta crisis:
¿Qué es un semiconductor? Seguramente nos entendamos mejor diciendo que el término es sinónimo de chip y hace referencia sencillamente a cualquier elemento, como el silicio o el selenio, que tiene propiedades para conducir la electricidad.
Estos componentes tienen infinidad de usos en aplicaciones industriales, especialmente en la fabricación de chips o circuitos integrados, y por eso son demandados por todos los sectores productivos. Según datos de la consultora Gartner citados por el diario Cinco días, los ingresos del mercado mundial de semiconductores durante el año 2020 ascendieron a 390.000 millones de euros, cifra que representó un aumento del 10,4% con respecto a 2019.
Gartner señala que entre 2014 y 2019 las ventas del mercado de semiconductores para automoción han crecido a un ritmo anual del 6,1%, y la previsión apunta a que sigan creciendo hasta el punto de multiplicarse por cinco en los próximos 20 años. Esta perspectiva supondría alcanzar los 200.000 millones de dólares en 2040, de acuerdo con un informe de KPMG.
¿Por qué la crisis afecta especialmente a Vigo? La escasez de suministros tiene una incidencia mayor en plantas donde se utiliza un sistema de fabricación just in time, esto es, sin acumular stocks y haciendo uso únicamente de almacenes de proximidad. Cuando los componentes electrónicos no llegan a tiempo a Stellantis Vigo, se produce inevitablemente un parón en la producción de coches, cada uno de los cuales requiere un centenar de microchips para diferentes piezas y dispositivos.
¿Qué han supuesto ya los parones para la fábrica? A estas alturas, las pérdidas de la industria viguesa de la automoción a causa de esta crisis ya son millonarias. Además, las paradas han provocado expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE) a más de 10.000 personas. La dirección de la factoría ha asegurado que no tiene intención de activar nuevos ERTE, pero está claro que todo dependerá de cómo se resuelva el problema de aprovisionamiento de componentes eléctricos.
Según informa La Voz de Galicia, la falta de microchips está repercutiendo además en todo el tejido industrial de la provincia de Pontevedra. La producción de más de 150 empresas depende directa o indirectamente de la fábrica de Vigo.
Y ahora, reorganización de la red comercial. Coincidiendo con esta crisis, Stellantis ha dado a conocer otra noticia aún más preocupante: su decisión de cancelar los contratos de los concesionarios de todas sus marcas en Europa.
El consorcio que agrupa a PSA y FCA (Fiat-Chrysler) explica que la reorganización de su red comercial obedece a «una nueva estrategia de distribución con la que se pretende reforzar la presencia de cada una de las marcas con unos vendedores fuertes, rentables y preparados para la nueva movilidad que está por llegar».
El sector teme que este plan conlleve importantes recortes de personal. La patronal de fabricantes Faconauto no ha tardado de declararse vigilante ante un proceso que, según sus cálculos, podría afectar a 329 empresas, “de las que dependen más de 1.200 puntos de venta y posventa, y más de 35.000 trabajadores altamente cualificados en toda la geografía nacional”.