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Eloy Moreno: “A menudo no conectamos con la juventud y sólo nos enteramos de lo que pasa en nuestra propia casa cuando es tarde”

Eloy Moreno / NATALIA MADERA

José Miguel Vilar-Bou

Murcia —

Pese a publicar con grandes editoriales, el escritor Eloy Moreno (Castellón, 1976) no renuncia al trabajo continuo de contacto con el lector que le ayudó a convertir en superventas “El bolígrafo de gel verde” (2011). Ha realizado cincuenta presentaciones en un año y ha visitado cuarenta colegios en el mismo tiempo. Tras “Lo que encontré bajo el sofá” (2013), “Cuentos para entender el mundo” (2015) y “El regalo” (2015), presenta “Invisible” (Penguin Random House), novela-puzle dirigida tanto a niños como adultos, y de la que desvela lo justo para “no quitarle la magia al lector”.

Alguna vez has dicho que las personas tenemos el “poder” de hacer invisibles a los demás.

Sí, todos nos hemos sentido invisibles alguna vez, incluso rodeados de gente. Esas ocasiones en que parece que no hay forma de que te vean por mucho que tú quieras. Así me sucedió a mí, por ejemplo, cuando empezaba a publicar.

En tus libros llaman siempre mucho la atención los textos de contraportada. Sabes muy bien cómo picar la curiosidad del lector.

Siempre pido a las editoriales hacerla yo, porque como he escrito el libro, sé hasta dónde puedo decir. La de “Invisible” tiene sólo dos frases porque no queremos desvelar mucho. El libro, hasta la mitad más o menos, es como un rompecabezas en el que el lector no sabe qué está ocurriendo hasta que poco a poco todo va tomando forma. Si desvelásemos demasiado en la sinopsis, le quitaríamos la magia a la novela.

Sin entrar en detalles, tocas asuntos muy de actualidad, y no digo más.

Esta es la novela que más me ha costado escribir, porque el protagonista es un niño y eso para mí era muy complicado: Siempre he escrito historias en que los protagonistas son adultos. Con un niño, ni la forma de hablar ni de relacionarse son las mismas. Para construir la historia estuve hablando con muchos profesionales, psicólogos infantiles, me documenté bastante.

Hasta ahora habías escrito para adultos o para niños, pero no para adultos y niños a la vez.

La gente que ha leído “Invisible” dice que lo bueno es que la pueden leer tanto los padres como los hijos, y cada uno ve cosas distintas.

¿Te has inspirado en alguien real para crear a tu protagonista?

No es una persona concreta, pero sí ha habido un cúmulo de casos que he ido conociendo, o que me han contado, y con eso he creado los personajes. La novela en ese sentido funciona como un puzle: Empieza con una escena en que los adultos no se dan cuenta de lo que ha pasado mientras que los niños sí. Creo que esto es una metáfora de lo que pasa en la sociedad: Muchas veces no conectamos con la juventud, no sabemos lo que está pasando en nuestra propia casa, y te enteras cuando ya es tarde.

Tus novelas beben mucho de la realidad cotidiana.

Todas mis historias, por increíbles que parezcan, están basadas en hechos reales. Sólo cambio nombres y lugares.

¿Cómo es tu proceso cuando te pones a escribir?

Primero es un impulso y, conforme trabajo, va surgiendo todo. Lo primero que escribo es el final, para asegurarme de que el lector se lleve una buena sorpresa. Luego ya hago el resto.

Te tomas tu tiempo.

Bastante, sí. Una media de dos años entre novela y novela. Me cuesta por mi manera de escribir: Utilizo muchas metáforas, procuro tocar los sentimientos, mezclo varias tramas… Y luego, aparte, como siempre estoy en las redes sociales, al final se me va alargando el tema de la escritura…

Es conocida la historia de cómo empezaste vendiendo tu primera novela, “El bolígrafo de gel verde”, tú mismo en las puertas de las librerías y luego se convirtió en superventas. A fecha de hoy sigues haciendo hasta cincuenta presentaciones al año… No renuncias a ese contacto directo con el lector.

Sigo yendo a las presentaciones con mi maleta llena de libros como hacía al principio. De hecho, aunque publico mis novelas con Planeta o Random House, “Cuentos para entender el mundo” es autoeditado. Me gusta el tener algo mío, propio, que nace conmigo… Esa libertad. Además, esos cuentos me han permitido ir a cuarenta colegios sólo el año pasado, y ahí salen cosas buenisimas, porque los críos dicen lo que piensan, nunca te van a mentir. Y cuando dicen que tu libro les ha encantado… eso emociona mucho.

O sea que los lectores te devuelven un poco de la emoción que les has dado.

Y se sienten parte. También hago rutas basadas en mis libros. Por ejemplo “Lo que encontré bajo del sofá”, que está ambientada en Toledo: Dos o tres veces al año recorro con lectores de toda España los lugares que aparecen en el libro. Ya han venido unas 3.000 personas. Y en Alarcón, donde se ambienta “El regalo”, lo mismo. Es un plus a la lectura.

¿Cómo nació tu pasión por escribir?

No fue desde pequeño. No recuerdo de niño querer ser escritor. Eso sí, siempre he devorado libros y libros. Pero hace algo más de una década empecé a hacer relatos y mandarlos a concursos y ganaba algunos. Entonces empecé a pensar que aquello no se me daba mal. Y de los relatos derivas a la novela. Escribí “El bolígrafo de gel verde” y como empezó a funcionar me decanté por la literatura.

¿Qué es lo mas curioso que te ha pasado con un lector?

Muchas cosas. Ahora me viene a la cabeza un día que estaba cruzando la calle por un paso de cebra. De pronto una mujer se me paró delante y, sin decirme nada, me mira a los ojos y me abraza. Yo me quedo un poco sin saber qué hacer y ella me dice: “Ay, Eloy, es que con tus novelas me emociono tanto que te he visto y lo primero que se me ha ocurrido es abrazarte”.

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