De nuevo tras su alter ego literario, Enfermera Saturada, Héctor Castiñeira nos relata sus experiencias como enfermero. Esta vez, sin embargo, se trata de un libro muy distinto de los anteriores: “Nosotras, enfermeras” (Plaza & Janés) es el relato de cómo vivió en primera persona el estallido de la pandemia en los meses de marzo y abril. Aunque el humor no falta, asistimos a una lucha que quiere ser la de todos los enfermeros y enfermeras que plantaron cara al virus en primera línea durante esos difíciles meses: “El libro gustará a quienes quieran saber qué sucedía dentro de los hospitales en aquellos días, y cómo lo vivimos tanto el personal como los pacientes”, afirma su autor.
Aunque el humor sigue presente, “Nosotras, enfermeras” es un libro distinto a tus anteriores.
Siempre tiendo al humor, pero, cuando me siento a escribir lo que vivimos en marzo y abril, comprendo que soy incapaz de hacerlo en mi registro habitual. Quería reflejar el miedo que estábamos viviendo. Al final sale un libro muy diferente de los anteriores. Para mí supuso un reto el escribir sobre algo tan dramático.
Quizá todos hemos cambiado en estos meses.
La pandemia y el confinamiento nos han cambiado a todos de alguna forma, pero seguimos necesitando el humor, desconectar de vez en cuando de la realidad.
Eso sí, sigues contando tus vivencias a través del personaje de la enfermera Saturada.
Satu es el personaje que utilizo desde siempre en la literatura. Tenía que seguir estando presente también aquí.
En el libro, Satu afirma que vivimos todos en un mismo planeta, donde todo está interconectado y todo termina afectándonos por igual. Este pensamiento contrasta con los discursos que hablan del “virus chino” y fomentan la confrontación en vez de la cooperación.
No tiene sentido hablar del “virus chino”, o acusar a las personas de otros países de “traérnoslo” porque, aunque el virus haya nacido allí, mañana puede aparecer uno nuevo aquí. Pasa lo mismo con el cambio climático: Nos va a afectar a todos, no a un país en concreto. Por eso todos los países deben actuar a la vez. Vivimos en un mundo en que viajamos continuamente, al menos antes del virus. Lo que afecta a un país tarde o temprano termina afectándote a ti también.
“Nosotras, enfermeras” refleja hasta qué punto los sanitarios os sentisteis superados ante un virus desconocido e imprevisible. Lo poco preparados que estábamos. Cuentas que las mascarillas se guardaban bajo llave en el hospital.
La primera ola nos golpeó y no estábamos preparados. De repente, las mascarillas, algo a lo que hasta ese momento no se hacía ni caso, se convierten en bien de primera necesidad, imprescindibles para evitar contagios. Y no tenemos suficiente stock para protegernos. Incluso se sufren robos en los hospitales.
Una de las cosas buenas de aquellos meses fue la ola de solidaridad que surgió espontáneamente entre la gente. Eso también lo cuentas: Como el taxista que se ofrecía llevar gratis al personal sanitario.
Además de cómo el virus nos cambió y cómo tuvimos que reaprender a trabajar, quería contar cómo en paralelo al aumento de casos de coronavirus hubo un aumento de la solidaridad. Muchos sectores de la población se volcaron en apoyar al personal sanitario, unos como podían, que era simplemente saliendo al balcón a aplaudir, y otros, que tenían más posibilidades, nos trasladaban gratis a los hospitales, por ejemplo. Hubo antiguos pacientes que nos enviaban cartas, o incluso dulces y bizcochos con una nota de agradecimiento. Sentir ese apoyo de la gente para nosotros fue esencial.
Os llamaban ángeles.
Bueno, también éramos un poco inconscientes (ríe). “Sanitarios kamikazes”, como nos llamaba el New York Times. Si uno lo piensa fríamente: Estábamos ante un virus desconocido, al que nos enfrentábamos sin medios, con una bolsa de plástico y una mascarilla vieja; pensábamos que el virus se comportaba de una manera y luego resulta que se comportaba de otra… Lo lógico hubiera sido decir: “Me voy a mi casa”. Y sin embargo estábamos ahí porque los pacientes a los únicos a los que tenían era a nosotros. Ni siquiera a sus familias, que no podían estar con ellos.
Ese sufrimiento de pacientes y familiares al no poder estar juntos también lo relatas. La pandemia nos ha hecho valorar más nuestras relaciones personales.
El virus ha venido un poco a poner las cosas en su lugar. Y a hacernos ver que lo importante no son cosas que están por llegar o que se pueden conseguir, sino lo presente, lo que tenemos. Y entre ello sobre todo la familia y los amigos. Cosas que hasta marzo dábamos por hecho que iban a estar siempre ahí, como montarte en tu coche e irte de viaje, quedar con tus amigos o abrazar a tu abuelo, de pronto no puedes hacerlas. El hecho de que nos lo prohibiesen y que ahora nos lo regulen tanto ha venido a hacernos valorar mucho más lo que tenemos.
Otra cosa que cuenta Satu en “Nosotras, enfermeras” es el sentimiento de unión que surgió entre el personal sanitario.
Es algo que quise reflejar en el libro, porque en los hospitales ha habido siempre un compañerismo, una cierta camaradería, pero hasta cierto punto. No ese “todos a una”, como una familia, que se vivió durante la primera ola: Un espíritu de unión que yo no había vivido como enfermero en ningún hospital.
Como narras en el libro, el virus llega en silencio, nos pilla por sorpresa. ¿Estamos ahora más preparados?
En ciertos aspectos sí. Hay cosas que se han hecho bien de cara a este segunda ola y probablemente la tercera que vendrá: En los hospitales hay más respiradores, equipos de protección, si hay un repunte de pacientes sabemos dónde ingresarlos. Pero en cuanto a recursos humanos no se han hecho los deberes. Seguimos con un problema muy grande de personal. Tenemos respiradores y batas pero no tenemos enfermeras que se pongan esas batas. Y luego como sociedad estamos polarizados: Hay un grupo de población que se toma muy en serio las medidas, lleva mascarilla y respeta las distancias, probablemente porque han vivido el virus de cerca; y luego hay otro sector que parece que esto no va con ellos. Hacen lo que les da la gana, probablemente porque lo han vivido como una anécdota: el confinamiento, los aplausos, la levadura del pan y se acabó.
Colaboras en diversos medios para combatir los bulos y “fake news” sobre salud. Después de lo que has vivido en el hospital, ¿qué sientes cuando se dice que la pandemia no existe o que las mascarillas no sirven para nada?
Al inicio de la pandemia había noticias falsas sobre todo en cuanto a cómo tratar y prevenir el virus. Apenas había negacionistas, personas que dijesen que éste no existía y que todo era mentira. Pero con el paso de los meses han ido surgiendo esos movimientos. Probablemente en parte sea porque es una situación que no controlas. Entonces, un mecanismo de defensa es negarlo: “Como no puedo dominarlo, pues lo niego”. Por eso han nacido todos esos movimientos negacionistas sin sentido. Por desgracia, las personas fallecidas están ahí, hay muchas familias que han perdido a sus seres queridos… Ojalá fuese mentira.