A los pies del Teatro Romea nos recibe el dramaturgo Juan Montoro Lara (Yéchar [Mula], 1973). Llega puntual, sonriente, enérgico, vivo. El sol, las campanas de cuantas iglesias cercanas nos rodean, las gentes, el pasado y el presente y, cómo no, las tablas del escenario se hacen latentes durante nuestra conversación.
Él, humilde per se, dice no haber abierto ningún camino nuevo en lo que a senderos de la vida se refiere. Pero la realidad es otra, pues allá por la recién estrenada década de los noventa, con diecisiete años, no todos los pájaros volaban del nido de poblaciones rurales con destino al “futuro”. Pero él lo hizo, salió del pueblo que le vio nacer, Yéchar, una pedanía de Mula de apenas cuatrocientos habitantes, donde no sabían bien por aquellos entonces si Juan se había ido a la capital a estudiar “Arte Gramático” o Arte Dramático.
¿Quién es Juan Montoro Lara para quien no lo conoce?
Juan Montoro Lara es alguien que ama el teatro y que está en ello desde que tiene uso de razón. Empecé mis estudios en Arte Dramático con diecisiete años aquí, en Murcia. Al principio, como todos los que empezábamos esta carrera, estábamos casi destinados a la interpretación. Pero con el paso del tiempo te das cuenta de que es mucho más: actores, actrices, directores, escritores, técnicos de iluminación, de montaje escénico…
¿Cómo llega un chaval del medio rural a convertirse en un referente de la dramaturgia a nivel regional?
(Risas) Bueno, no creo que haya abierto yo ningún camino nuevo en este sentido. Para nuestra generación Murcia ya estaba cerca, o lo veíamos así, y como tenía tan claro que lo que yo quería era venir a la Universidad, tan solo había que decir: “Adelante, lo tenemos ahí”. El trabajo en el campo estaba presente de siempre, y hubo un momento en el cual tuvimos que poner un poco de distancia con el mismo. Recuerdo que hasta más o menos los treinta años, todas las semanas, dos o tres días, iba al campo. Hasta que mi padre más o menos entendió que si yo quería desarrollar una profesión en el teatro y seguir formándome a nivel educativo no podía dedicarle tanto tiempo a ello. Y así fue, con el apoyo de mis padres poco a poco fui ganándole tiempo a lo que realmente quería hacer.
¿Recuerdas alguna anécdota de esos momentos?
(Risas) Sí, claro que sí, es que chocaba… Recuerdo con mucho cariño una anécdota con mi madre, pues ella por el pueblo decía “Mi Juan se ha ido a Murcia a estudiar Arte Gramático”, ya que no le salía decir Arte Dramático, pues por aquellos entonces era todavía como algo nuevo. A la gente le chocaba, y con mucha ilusión me decían “Sí, sí, sí. Si es que tú vales para eso”. Así pues, debo decir que siempre he tenido mucho apoyo y comprensión.
Tienes muchas obras y variadas. Has escrito para el público infantil, has hecho teatro contemporáneo, teatro histórico… ¿Para quién escribe Juan Montoro Lara?
Yo escribo para todo el mundo, no hago diferenciación. Aquí lo que queremos es que la gente se sienta atraída por ir al teatro, provocar, entre otras cosas, que la sociedad entienda que todo lo que ocurre no se encuentra en el reflejo de sus pantallas, sino que hay un espectáculo vivo que le puede llegar a transmitir muchas cosas. No obstante, en mi imaginario siempre hay imágenes de mi infancia: campos secos previos a la llegada del trasvase, árboles frutales… Para mí el campo es la pura realidad, lo básico, lo esencial; y también es la ficción, la fantasía y la ensoñación. Cogiendo almendras volaba imaginando mis primeras historias.
Y lo de dirigir, ¿para cuándo? ¿Se encuentra en tu imaginario?
Me siento capaz de hacer cosas: escribir, actuar. He colaborado recientemente como actor con el director de cine Joaquín Lisón en “Desarraigo” y en “Canalejas” como guionista. Estoy llegando a la dirección desde la escritura, poco a poco, pero con muchas ganas. Tengo el propósito de empezar a dirigir de vez en cuando. El año pasado sentí la necesidad como quien dice. Me lancé sutilmente con la obra “Chocando contra árboles sagrados”, que estrenamos en el Centro Párraga. Ahora estoy escribiendo un texto muy personal que ha tenido varias vertientes, las cuales he ido descartando y retomando por momentos, pero creo estar ahora mismo en el camino definitivo y, sin duda, quiero dirigirlo. Ya os contaré.
En relación a lo que comentas, ¿hay mucha diferencia entre lo que escribes e imaginas, y lo que posteriormente dirigen y representan? ¿Qué puede ocurrir si uno no dirige sus obras?
¡No pasa nada! O bueno, no pasa nada y pasan muchas cosas… ¿Sabes qué ocurre? Que a día de hoy quienes me han representado siempre han sido compañías relativamente cercanas, donde se me ha permitido estar codo con codo con el director y he podido hacer un acompañamiento. En este caso yo, ¡un autor vivo! No lo entendería de otra manera. En ocasiones hay que ir haciendo ajustes. Se tiene que tocar el texto, ¡no hay ningún problema! Eso de entregar un guion y que tenga que ser cerrado a día de hoy no lo comprendo. Aunque crea mucho en mi trabajo, no lo concibo. El teatro es para representarse, es lo que está en escena y no sobre el papel. Por lo que, al fin y al cabo, el texto se convierte tanto en propiedad del autor como del director.
¿Y dónde y cómo ves a las mujeres en el mundo del teatro? ¿Dónde están las dramaturgas en nuestro país, en nuestra región?
Yo sé que queda mucho por hacer para que la igualdad sea plena, y lucho como el que más para que sea real. En el teatro, yo por lo menos lo vivo con un sentimiento natural de igualdad, las veo reflejadas a cada momento, trabajo con ellas a mi alrededor, y yo al suyo. De hecho, hemos creado la Asociación Profesional de Dramaturgos de la Región de Murcia (DREM), donde sí que es cierto que hay menos mujeres que hombres, pero están presentes y necesitamos que lo sigan estando en mayor número, por supuesto que sí. Aunque estemos en el mundo de la cultura, lamentablemente también en él se refleja lo que sucede a nivel general en nuestra sociedad. Todo esto es la lucha diaria que a todos nos alcanza.
Son más de veinte textos los que tienes en tu haber: “El sustento de la máquina”,“Nida”,“Por lo demás…todo mal”, “Zona Canina”, “Bailando con Lobas”… ¿Por qué se escribe tanto y por qué se representa tan poco?
Afortunadamente hay mucha gente que escribe y que además lo hace bien. Todo el mundo lucha por dar visibilidad a sus trabajos. Al mismo tiempo, hay que reconocer que se montan muchísimos textos clásicos, siendo las representaciones contemporáneas menores en número que aquellas. Pero bien es cierto que una persona como yo, en continuo aprendizaje, si se monta una obra de Shakespeare o surge un Federico García Lorca, no dudo en ir al teatro. Debe haber sitio para todos. El cómo dar con ese equilibrio lo desconozco.
Bueno, vamos a centrarnos en el estreno de “Otro Quijote +?”“ que se representará el próximo miércoles, 3 de abril, en el Teatro Romea. ¿Cómo se llega a una obra así?Otro Quijote +?”“
Tenía que llegar… Es una de esas espinas clavadas, en esta ocasión desde los años de instituto. Me empeñé en no leer la lectura obligatoria “Tormento”, de Benito Pérez Galdós, y, sin embargo, sí me leí el Quijote. Con el paso del tiempo me di cuenta de la huella que había dejado en mí, y ya en los tiempos de la Universidad y de la Escuela de Arte Dramático fui consciente de que tenía una cuenta pendiente con él. Conforme leía sobre la famosa obra y tomaba contacto con gente que la conocía en profundidad se me hacía más patente que se me habían escapado muchas cosas. Y me hice el firme propósito de volver a leerla. “¡De este verano no pasa!”, me decía. Pero pasaba. Pues eso, esa cuenta pendiente con el Quijote se ha postergado hasta los cuarenta y cinco años. Jamás pensé que el teatro iba a ser la vía más rápida para volver a llegar al Quijote. Cuando me lo propusieron, me dio mucho miedo por el respeto que le tengo, pero no lo dudé un instante. Era el momento.
¿Qué nos vamos a encontrar en “Otro Quijote+?”?
En la obra nos centramos en la segunda parte del Quijote, pero siguiendo la estela de su primera parte, por supuesto. Lo que más me cautiva de esta segunda parte, y creo que al resto del equipo, encabezado por el director Jorge Fullana, con quien trabajo por tercera vez, es la cantidad de ficción que hay: casi todos los personajes, incluido Sancho, son hacedores de ficción. Dibujamos también un Quijote crepuscular, que va llegando poco a poco a su muerte. Vemos esos cambios de rol entre Don Quijote y Sancho, uno pasa a ser más cabal que otro… y esa evolución es la que hemos intentado plasmar.
Parece que la obra de Cervantes es archiconocida por todos, nuestra esencia literaria. Mucho se sabe y mucho se ha estudiado y visto sobre ella. ¿Habéis aportado algo nuevo a lo que conocemos del Quijote?
No me atrevo a decir que hemos aportado algo nuevo al Quijote. Me parece hasta pretencioso. Queríamos reflejar la grandeza de Miguel de Cervantes con el Quijote, eso sí. No hacemos una versión literal, introducimos nuevas escenas, pero siempre bajo la esencia e inspirados por el mismo Quijote. Creemos haber conseguido recrear ese mundo de enajenación y fantasmagórico que cualquier conocedor del Quijote puede tener en mente.
¿Cómo se encuentra el dramaturgo a pocos días del estreno?
Pues estoy contentísimo con el reparto, con el trabajo que están realizando los actores, el trabajo que está desempeñando el director y muy agradecido al productor de la obra, Nacho Vilar. Hace cinco días tuve ocasión de ver uno de los ensayos, con escenografía, vestuario… y estoy maravillado, la verdad. Animo a todo el mundo a ir a ver la obra. Se están haciendo ensayos con público de todas las edades y me consta que está llegando. Lo mejor es que la gente venga a conocer esta aproximación que hemos hecho hacia el Quijote, que al final es un tesoro de todos.