Fue un 7 de junio de 2019 en una Murcia primaveral, aunque dicha la fecha hay que aclarar que el idilio no empezó así, que empezó tiempo atrás. Fue mucho antes, desde el momento del anuncio en que se supo que Manuel Carrasco actuaría aquí. Fue larga la espera, de meses que parecieron mil, donde sentimos ir creciendo los nervios hasta que el higueretero apareció por fin.
Ya sabía la Fuensanta que vendría el muchacho a cantar bajo su falda, y dispuso el coso de la Condomina de lo mejor de ella misma: murcianos y murcianas. Desde madres amamantando bebés de apenas diez meses fuera de sus entrañas, hasta grandes familias con jóvenes entusiastas. No faltaron señores de camisa y corbata, que dejaron colgada la chaqueta en la percha, para aplaudir a Carrasco y llenar la plaza. Fuimos tantos y tantas como espacios quedaban.
Irrumpió sentado tras el velo de su niñez que como un telón apenas nos permitía ver, pero esto no impidió hacernos entender que “Me dijeron de pequeño” es la canción que define a este ser. El bebé, con sus diez meses tocaba las palmas una y otra vez, mientras tras un quiéreme como te quiero caía el telón. Adiós velo, adiós niñez… el artista se dejó ver.
Sonriente y entregado, regaló dos horas y media de emociones y de cánticos. Fueron una treintena los temas que sonaron, desde las más recientes a las más trascendentes de su repertorio, que hicieron aparición para un público entregado: “Estoy contigo”, “Aprieta”, “Que nadie calle tu verdad”, “Los primeros días”, y un sinfín de etcéteras.
Comprometido con la causa y con la lucha más honesta, nos hizo cantar fuerte ¡“Vete”! para que sea cosa del pasado, que “La mujer de las mil batallas” perezca a causa del maltrato. Porque “Ya no” es hora de seguir llevando vendas, ni de decirlo bajito, hay que gritar contra la intolerancia que las queremos “una x una” * sin falta.
Al ecuador del concierto nos llevó a solas con su guitarra, donde sincero y con aires de fandango, afirmó: “Soy afortunado”. Y así nos sentimos el resto, los murcianos, que “Menos mal” que anduvimos cerca en aquella noche, pues mira que disfrutamos. El tendido y el graderío estaban tan llenos de gentes como de ánimos. En pie, siguieron acompañando a Manuel y a su banda como si “Tambores de guerra” fuera lo que tuvieran entre las manos.
Y “Mi única bandera” sonó como una nana, a golpe de piano el bebé de 10 meses cerró los ojos con cada susurro que el cantante a su hija dedicaba. Pero esto así no acababa, y volvió a ponernos en pie una y otra vez. Él, sobre el escenario cual Rolling Stone, vivo y con fuerza se desplazaba. Todavía nos quedaba quemar las excusas en la hoguera, y “A mi manera” nos enseñó su jardín sin primaveras, nos dejó ser su voz, nos dedicó un “Amor planetario” y vimos esa alma llena de colores que tiene el andaluz a quien le gustan las noches de concierto para decir a sus seguidores “No dejes de soñar”, “te quiero”.
No marchó tampoco esta vez sin pedir por ti a Fuensanta, sin pasear por trapería, cruzar el puente de los peligros y soñar en Floridablanca. No marchó sin buscar los ojos que le matan, murciana, y sin darnos su aliento para la lucha que no ha sido en balde, ¡por fin¡ “El soterramiento para el barrio del Carmen”, expresó Carrasco para homenajear la lucha vecinal de los barrios de las vías del tren de Murcia.
Y así: con su música, sus letras, su ilusión, su entrega, su arrojo, su sonrisa, su arte, su humildad y su alma, nos dejó para siempre fuertes, para siempre agradecidos. Vuelve pronto, amigo, que Murcia ya te espera.