`Perra de nadie´: desobediencia artística en la última danza de Marta Carrasco

“¿Qué música te despierta?”. Mientras el F.C. Barcelona y el Sevilla disputaban la final de la Copa del Rey, en el Centro Párraga de Murcia actuaba Marta Carrasco con `Perra de nadie´. Una creadora, intérprete, bailarina, coreógrafa y profesora teatral a la que poca gente conocerá, pero que es una de las grandes artistas escénicas de nuestro país a sus 55 años.

La gran belleza pueden ser 10 segundos de Lionel Messi detrás de un balón o un movimiento roto y grotesco de Marta Carrasco. Después de más de 20 años de trayectoria artística y numerosos premios, aún hay espectadores y programadores que esperan el momento en que Carrasco comience a bailar. La expresividad de la artista catalana tiene la virtud de sublimar la forma, lo estético, de hacer olvidar el hecho artístico y abandonarte a la hermosura de la vida imperfecta, libre y alejada de la armonía-esclavitud de las medidas, de lo políticamente correcto y de una feminidad encorsetada.

Marta Carrasco, en `Perra de nadie´, apela al espectador de principio a fin. Una especie de novia-Frankenstein vestida con un traje blanco roto y llena de prótesis da la bienvenida a un público al que saluda con un escueto “Hola” desencajado por la emoción de su presencia en la celebración. En otro momento, machete en mano, invita a los murcianos a acabar de una vez por todas con la angustia, la depresión o la tristeza. La terapia definitiva, el alivio inmediato a un solo golpe de distancia. Vestida con un traje de cola rojo que se pierde en el fondo del escenario, estira los brazos, con Albert Pla de fondo y su cover de `Gracias a la vida´ de Violeta Parra, tratando de alcanzar unas manos que no aparecen. Al finalizar la obra, mientras continúan los aplausos, es capaz de poner en pie a todo el auditorio, ahora sí, a bailar.

La música acompaña de cabo a rabo la presentación escénica. Una playlist que resume muchas vidas de una mujer que recupera antiguos personajes con otros nuevos en una función, como ella misma confiesa, de despedida porque no volverá a abordar nuevos proyectos en solitario por falta de energía física y mental. Algo que sólo deja entrever la honestidad de su trabajo y la apuesta radical de una artista alejada de cualquier canon artístico.

“Obediencia de vida” repite una voz en off en el ecuador de la función mientras Carrasco realiza, sobre el escenario, un ejercicio de desobediencia artístico y vital. La belleza de su propuesta no es convencional. Lo grotesco, la desmesura, la vulnerabilidad y el ridículo atraviesan diferentes estadios de una mujer que es muchas a la vez. Ella misma se encierra en una venda que le cubre completamente la cara y ella misma consigue deshacer la oscuridad, la sordera, la ceguera, la mudez. Cerca del final, se cubre la cara, el pecho, el cuerpo entero de barro dispuesto en un bebedero de perros donde debía haber agua limpia. Ningún “ssshhh” puede acallar el último grito aunque sea en forma de ladrido. Cubierta de barro hasta las cejas, abre los ojos, se levanta y anda titubeante hacia el encuentro con otras perras de nadie. Porque de eso habla esta obra, de cómo construimos nuestra propia miseria y de cómo está en nuestras manos deshacer las ataduras. “Parece fácil, ¿verdad?, No sabéis lo que cuesta esta tontería”, dice la artista mientras mueve con la mano una cinta en espiral, en otro momento de la función.

De niño conocí a una perra de caza que se llamaba Sara. Su dueño, de vez en cuando, la llevaba al campo de Moratalla a cazar. Al llegar a la finca, Sara salía del coche y corría, como nunca he visto correr a nadie, hasta llegar a la casa en medio de la naturaleza del altiplano murciano. De regreso a Murcia y mientras no era temporada de caza, Sara pasaba los días encerrada en un trastero pequeño sin luz natural. Sólo salía de allí diez minutos al día para estirar las patas y hacer sus necesidades en una terraza ridícula. Su dueño la quería con locura y aún hoy habla de ella. Muchos años después me he acordado de Sara. 0-5 para Marta Carrasco, gracias por tan bello espectáculo.