La periodista y escritora Reyes Monforte nos traslada en su nueva novela 'Postales del Este' al campo de concentración de Auswichtz, en 1943. Allí seguimos el periplo de Ella, una judía francesa que, gracias a su caligrafía perfecta y conocimiento de idiomas, se convierte en mascota de María Mandel, la sanguinaria directora del lugar. A escondidas, se dedicará a salvar la memoria de los presos. Aunque se trata de una heroína de ficción, su creadora, Reyes Monforte, despliega, como acostumbra, un relato documentado y ajustado a la historia, con personajes terriblemente reales, y donde también terminan aflorando la luz y el amor.
Auswichtz y el Tercer Reich son asuntos que siempre te han interesado. Has visitado el campo en numerosas ocasiones, ¿Era cuestión de tiempo que escribieses una novela sobre el tema?
Nunca había pensado escribir un libro ambientado en Auswichtz, quizá precisamente porque he leído tanto sobre el Holocausto, el Tercer Reich y el propio Auswichtz que no entraba en mis planes. Pero en una de mis últimas visitas al campo me encontré con una foto de Maria Mandel. Era la única mujer entre los personajes más poderosos del lugar, todos hombres. Llegó a ser jefa de campo en una época en que las mujeres apenas ocupaban cargos. La llamaban la Bestia y fue responsable de más de medio millón de asesinatos, sobre todo mujeres y niños.
Cuentas que, a la vez, era capaz de emocionarse hasta el llanto con una pieza musical de Schumann.
Eso dice mucho de adónde puede llegar una persona aparentemente normal. Ella tenía una aspecto angelical: rubia, ojos azules, sonrisa infantil. Sus compañeras de clase la definían como adorable, simpática, que iba a misa todos los domingos. Trabajaba en la estafeta de correos de su pueblo, pero estalló la Segunda Guerra Mundial y se convirtió en la Bestia de Auswichtz. ¿Cómo una persona aparentemente corriente acaba ahogando recién nacidos en cubos de agua? Disfrutaba hasta la excitación sexual con el sufrimiento de los presos. Y luego, como dices, lloraba con un aria de 'Madame Butterfly'. Pero no fue la única: Mengele, Himmler, Rudolf Hess… No estaban locos. Según ellos mismos, eran personas normales puestas en una situación extraordinaria. Lo cierto es que, con la excusa del tener que cumplir órdenes, dejaron aflorar el verdadero yo que llevaban dentro.
'Postales del este' es un relato desde el lado de las mujeres, tanto heroínas como villanas.
La maldad no tiene género: Por el campo de concentración de Ravensbrück, adonde por cierto fueron a parar muchas españolas republicanas como Neus Catalá, pasaron 4.000 mujeres para ser instruidas en el gobierno de estos lugares. Miles y miles de alemanas con el uniforme de las SS fueron tan sanguinarias como los hombres, y a menudo mucho más.
¿Qué te impulsó definitivamente a escribir 'Postales del Este'?
Las historias de los prisioneros. Estaban convencidos de que no iban a salir vivos de allí. De que los nazis, una vez completado el exterminio, cerrarían y borrarían cualquier huella del campo como si jamás hubiera existido. Por eso los presos escribieron mensajes, sus nombres y apellidos, incluso planos del funcionamiento de las cámaras de gas y hornos crematorios, en postales y cartas. Lo enterraron todo bajo el suelo con la esperanza de que algún día alguien encontrase sus relatos y se descubriese qué había sucedido allí. A mí, que trabajo con las palabras, esa fe en ellas, ese afán por dejar un testamento vital, me conmovió.
Arriesgaban sus ya de por sí escasas posibilidades de supervivencia.
Sí, porque que te sorprendieran escribiendo en Auswichtz estaba penado con la muerte. Maria Mandel mató a una prisionera a golpes sólo porque la pilló escribiendo un poema. Imagínate el miedo que tenían los nazis a las palabras.
La publicación de 'Postales del este' coincide con el 75 aniversario de la liberación del campo ¿Es una coincidencia buscada o casual?
Es en origen algo casual. En cualquier caso, una historia de Auswichtz nunca está de más: Es una parte de nuestra historia que no debemos olvidar. El odio que llevó a la creación de estos campos no quedó enterrado con ellos. Es algo que sigue en nuestro ADN, en la condición humana, en nuestro tejido social. Y espera cualquier oportunidad, por pequeña que sea, de volver a salir.
¿Existe el riesgo de que olvidemos o que lo veamos como “historias viejas”?
Algunos dicen eso: que son historias viejas, que queda lejos… Pero no es cierto: Hay cosas que, mientras no nos caen encima, sea una guerra o una pandemia, no las vemos. No somos conscientes de lo débiles que somos, y olvidadizos. Tendemos a creernos inmunes, impunes a la historia. Ella no hace más que mandarnos mensajes desde el pasado, recordándonos los peligros que nos acechan en el presente. Como dice la frase de Primo Levi que pongo al principio del libro: 'Ocurrió. En consecuencia, puede volver a ocurrir'. No con los hornos crematorios y demás, pero quizá sí de otra manera.
'Postales del este' nos habla también del poder de las palabras.
La novela trata del poder curativo y liberador de las palabras, pero es que con ellas empieza todo: Tanto lo bueno como lo malo. Todo depende del uso que les demos. Auswichtz empezó con las palabras, y terminó con las palabras. El Holocausto no comienza con Hitler enviando judíos a los crematorios, sino décadas, siglos atrás, con el odio antisemita que llevaba mucho tiempo alimentándose en Europa. En Alemania hubo palabras que luego fueron leyes que negaban a los judíos el acceso a sus pensiones, al trabajo, a los lugares públicos. Las palabras se pueden retorcer, y hacer mucho daño con ellas. Por eso, cuando un político dice algo chocante y decimos: “Sólo son palabras”… No, hay que tener cuidado. El Tercer Reich empezó con palabras: “La Gran Alemania”. Lo mismo que “La Gran Serbia” de Milosevic.
Tu novela muestra que incluso en la más densa oscuridad puede abrirse paso la luz.
Auswichtz es uno de los capítulos más negros de nuestra historia, pero allí también hubo amor, esperanza, amistad y mucha luz que aportaron los prisioneros por esa relación tan especial que hubo entre ellos y ellas: personas que no se conocían de nada, pero a las que el destino convirtió en hermanas. Hay historias increíbles, como la de la ginecóloga Gisella Perl: toda mujer que llegaba embarazada a Auswichtz -a menudo por la violación de un alemán- estaba condenada a muerte, tanto ella como su futuro hijo. La única posibilidad que tenía esa mujer de sobrevivir era que el bebé naciera muerto. Entonces Gisella se vio en la tesitura de salvar al menos una de las dos vidas, y la del niño iba a ser imposible, así que practicaba abortos clandestinos de madrugada, en pleno invierno, entre los barracones. Ella logró sobrevivir a Auswichtz y posteriormente trabajó en el hospital Monte Sinaí de Nueva York, donde trajo más de 3.000 niños al mundo, casi todos judíos. Ella decía que esa era su particular venganza a los nazis y que, con la perspectiva del tiempo, todas las historias terminan con los buenos ganando, aunque haya cosas horrorosas en el camino. En su caso al menos, tenía razón .