Entrevista

Santos Martínez, escritor y periodista: “Ahora mismo ser un romántico es no querer opositar”

Paternidades tóxicas, litros de cerveza, desarraigo y mucho humor. Esta es la carta de presentación de la primera novela del escritor y periodista murciano Santos Martínez (Fuente Librilla, 1992). 'Ropasuelta' es el título y es también el apodo del padre del protagonista, Santini, un chaval de 29 años que vuelve a casa por Navidad -coincide que tanto autor como personaje comparten pueblo de origen-.

La novela se podría describir como lo absolutamente contrario a un anuncio navideño de los turrones 'El almendro'. Santini no termina de sentirse adulto, no termina de sentirse arraigado a ningún sitio, no termina de entenderse con su padre ni de conectar con su familia. Lo único que termina para Santini es la veintena, y se sorprende tocando la puerta de los treinta con una mochila a la espalda que a estas alturas ya daba por resuelta.

No parece entonces demasiado pretencioso afirmar que 'la gran novela rural murciana' se presenta como un relato generacional para todos los nacidos en los 90 que, al igual que Santini, creyeron en la idea de que la Universidad y la vida más allá de lo que ya conocían serían el billete de ida hacia un futuro cómodo y fácil. Un futuro que ya es presente y que, lejos de una vida resuelta, se cristaliza en términos de precariedad, incertidumbre y desarraigo.

'Ropasuelta' se presentará en Libros Traperos (Murcia) el próximo miércoles 13 de noviembre; en Librería 80 Mundos (Alicante) el día 14 de noviembre y en La Montaña Mágica (Cartagena) el viernes 15 de noviembre.

¿Cuánto de Santos -autor- hay en Santini -protagonista de ‘Ropasuelta’-?

Hay bastante, pero hay más de mí en el conjunto del libro que en el propio Santini. Muchas veces lo que Santini habla con otros personajes es lo que yo hablo conmigo mismo, y quizá haya más de mí en el otro personaje que en el protagonista. Otras veces Santini soy yo viéndome desde fuera. Hace tiempo que tengo claro que ese nombre es el de un alter ego literario.

La relación de Santini con su padre, el ‘Ropasuelta’, está marcada por la distancia emocional y la ausencia de entendimiento. En términos de masculinidades tóxicas y nuevas masculinidades, ¿qué diferencia hay entre los hombres del ‘baby boom’ y los hombres de la generación ‘millennial’?

Noto que nosotros, los 'millennials', identificamos y ponemos nombre a esas conductas tóxicas, y que el conflicto con nuestros padres está en que nos pregunten que qué nos han hecho para que vayamos a terapia. Ellos piensan que hay que estar loco para ir a terapia.

Creo que mi generación llega tarde a una masculinidad totalmente deconstruida

Creo que lo natural para nosotros es aceptar que no podemos comunicarnos con ellos, podemos limar ciertas cosas, pero a un señor de la edad del ‘Ropasuelta’ no le vamos a enseñar a comunicarse. Aunque, al mismo tiempo, creo que esta posición se puede convertir en un derrotismo que nos lleve a no comprometernos del todo con esa transformación necesaria y que tenemos que asumir.

También creo que mi generación llega tarde a una masculinidad totalmente deconstruida, creo que los 'millennials' entendemos qué cosas no están bien, pero a posteriori nos damos cuenta de que hemos seguido esas mismas conductas de las que nos quejamos de nuestros padres, y nuestras parejas o exparejas nos confirman que así ha sido. Claro que hay matices y diferencias con la generación de nuestros padres, pero creo que llegamos tarde. Es un pensamiento muy pesimista por mi parte, pero tengo esa intuición, no sé si seremos capaces de ejercer unas paternidades totalmente sanas, a mí me asusta pensar que mi conducta puede crear un trauma a mi hijo.

¿Qué comportamientos del ‘Ropasuelta’ han determinado el comportamiento de ‘Santini’?

Creo que fundamentalmente el ver a sus hijos como un todo, como una fuerza de trabajo, y pensar: ‘este me va a cuidar; este otro será quien críe a los animales y el último será quien los venda’. Un amigo me dijo que Ropasuelta se parece más a la Edad Media que al siglo XXI. Además, cuando los hijos se educan en otro contexto y momento histórico, como es el caso de Santini, eso crea una fuente de incomunicación e incompresión total.

Por otro lado, Santini sabe desde muy joven que él es más listo que la media, y su padre no le reconoce eso del todo. Le reconoce el potencial, pero no lo que hace con ese potencial, por lo que hay una sensación constante de estar decepcionando al padre.

¿Crees que alguien nacido en un pueblo como Fuente Librilla tiene el futuro escrito? ¿Hasta qué punto haber nacido en un pueblo es un condicionante de clase?

No creo que alguien nacido en un pueblo tenga el futuro escrito, creo que tiene una forma de ver el mundo muy concreta, quiero decir: yo no me siento arraigado a mi pueblo, y Santini en el libro tampoco, pero en ambos casos lo vemos todo como un niño de pueblo. Creo que siendo de ciudad las experiencias son más homogéneas, menos diferenciables entre sí. Las experiencias de pueblo son más particulares. Por lo otro lado, en la novela Santini es consciente de que ha leído equis cosas y que gracias a eso ha tenido un trampolín para salir del pueblo.

Mi experiencia personal es diferente a la de Santini en este aspecto, mis padres son maestros, mi padre siempre decía que como nosotros no tenemos un apellido era importante que nos formáramos. Él forma parte de esa generación que tenía mucha fe en la universidad, entonces siempre nos recalcó que solo a través de la educación podríamos llegar a algún sitio. Así que no, no creo que ser de pueblo sea un condicionante, creo que más bien la cosa va por aquello que decía Harry Crews, que él salió del pueblo, pero el pueblo no salió nunca de él.

En el libro Santini dice: “Yo era hijo del camino de cabras que unía mi pueblo con la ciudad. No pertenecía a ninguno”. Esta sensación está catalogada como “habitus clivé”, haciendo referencia a la contradicción que existe entre, por un lado, los marcos mentales del medio social de origen y, por otro, los entornos y valores sociales en los que finalmente una persona acaba desarrollando su vida adulta. Como autor, ¿has llegado a experimentar tu propio “habitus clivé”?

Me identifiqué mucho con Irvine Welsh cuando leí que en el grupo de sus amigos hooligans él era el escritor, y en el grupo de los escritores, era el hooligan. Yo nunca he notado que en la ciudad de Murcia la gente me trate como un pueblerino, pero si he notado que en mi pueblo me tratan como alguien que es de allí, pero que no está allí, ¿sabes? Y yo soy de mi pueblo, pero hay una diferencia entre ‘ser’ y ‘pertenecer’, y lo que también siento es que no pertenezco a ningún sitio.

Esto es algo a lo que le doy vueltas, sobre todo yendo y viniendo de mi pueblo, y si soy de algún sitio es de la media hora en coche que separa Murcia de Fuente Librilla, soy de esa carretera.

Otra frase que marca el carácter del protagonista en el libro es: “No se aflige uno por los trabajos de mierda”, ¿permea esto también al autor?

Como todo el mundo, he trabajado en curros de mierda. Recuerdo una vez que me llamaron para trabajar en un almacén de limones después de llevar mucho tiempo en paro, y me puse súper contento hasta que mi compañero de piso me dijo: “Tío, es un puto almacén de limones”, y me di cuenta.

Ya que la realidad laboral es así de mierda, creo que tenemos que tratarla con desprecio, con insolencia y sabiendo lo que es: cuando un jefe se comprometa conmigo, yo me comprometeré con él, y no al revés

Entendí que tenemos que conseguir tratar como una mierda a los trabajos de mierda, y también que hay que aprender a entender que si nos echan del trabajo y tenemos seis meses de paro, no pasa nada por estar un mes sin hacer nada, ¿sabes? No caer en esa culpabilidad -en la que yo he caído mucho- por no tener curro, o por sentir que no estamos haciendo lo suficiente, o por pensar que deberíamos aceptar cualquier cosa que nos pongan delante. Ya que la realidad laboral es así de mierda, creo que tenemos que tratarla con desprecio, con insolencia y sabiendo lo que es: cuando un jefe se comprometa conmigo, yo me comprometeré con él, y no al revés. Entonces no, no se llora por un trabajo de mierda, o se intenta.

¿Y qué crees que pasa con esa potestad para renunciar a los ‘trabajos de mierda’ cuando uno tiene hijos?

No lo sé porque no tengo hijos, pero dicen que te cambia tanto la vida que supongo que esa potestad desaparece. Lo importante ya no es uno mismo, así que imagino que si yo tengo hijos, me quedo en paro y me llaman de un call center, ya no podré decir que no se llora por los trabajos de mierda.

Parece que la generación 'millennial' está en una rueda en la que por no tener estabilidad económica no puede tener hijos pero a la vez, no tener hijos le permite -en cierta medida- renunciar a ‘trabajos de mierda’.

Sí, es un ciclo muy venenoso. Somos una generación que no tiene dinero para ahorrar lo suficiente como para comprar una casa, por lo que destinamos ese dinero que nunca es suficiente a viajar, por ejemplo. Mis padres tenían una casa a los 25, pero el primer viaje de mi padre fuera de España fue hace unos ocho años. Supongo que la precariedad también eterniza la juventud, yo estoy empezando a ser canoso ya y todavía llevo zapatillas, ¿cómo voy a tener un hijo?

¿Cómo describirías a nuestra generación, los 'millennials'?

Estoy muy en esas de que nuestra generación no somos nosotros dos aquí, haciendo una entrevista cara a cara para un periódico progresista, y tampoco soy yo con mi voluntad de ser escritor. También hay un porcentaje de nuestra generación que va a ver los toros un domingo, así que no sé qué es nuestra generación. Puedo hablar del entorno que conozco y que pertenece a esta generación, y lo que yo veo es gente muy perdida. Probablemente, somos gente que está intentando hacer habitable la resignación.

En los años más convulsos de mi veintena yo era muy entusiasta con las cosas que hacía: la música, el romanticismo en el periodismo, no opositar… Supongo que ahora mismo ser un romántico es no querer opositar

Cuando veo gente en mi entorno que se niega a aceptar cómo, probablemente, van a ser las cosas me parecen unos verdaderos rebeldes a los que admiro, y pienso: ‘Ojalá estuviera yo en esas y no tendiera tanto al vinagre’. En los años más convulsos de mi veintena yo era muy entusiasta con las cosas que hacía: la música, el romanticismo en el periodismo, no opositar… Supongo que ahora mismo ser un romántico es no querer opositar.

Nómbrame tres escritores o escritoras que te marcaran.

Como novelista John Fante. John Fante para mí es como el Real Madrid, para mí todo empieza con él. Fue con quien me di cuenta de que se podía escribir de una manera determinada. Estoy enamorado de su escritura; el segundo es Harry Crews, estilísticamente me ha influido menos, pero su escritura y su ética con respecto a la escritura me ayuda mucho y es un terreno al que acudo cuando la tierra tiembla un poco, me ha enseñado a intentar enfrentar la vida desde la escritura; y, en el tercer puesto, hay un empate entre Irvine Welsh y Kurt Vonnegut.

Aunque ahora mismo destacaría al ruso Serguei Dovlátov, me parece el tío más gracioso, listo y elegante de la historia. Me encantaría ser su colega.

¿Y alguna escritora?

Pfff… ya. Hace poco me mudé y cuando miré los libros que me había llevado me di cuenta de que solo había una autora. El porcentaje de la literatura que me gusta es muy pequeño, la gran mayoría de autores no me interesan nada, así que al igual que en su momento me costó llegar a encontrar los escritores que me gustaban, supongo que con respecto a las autoras estoy en ese punto ahora mismo.

La Virginia Despentes ensayista me mola, pero la narradora me vuela la cabeza. También me gusta Esther García Llovet, Laura Fernández o Mariana Travacio.