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¿Ciudadana del mundo?

Martes, nueve de la mañana. Sala de espera de la oficina de extranjería. Una mujer musulmana y sus dos hijos pequeños erifican en la pantalla el número del turno asignado, e ingresan con un fardo de papeles en sus manos. Ingreso yo también para ser atendida. Mientras buscan mi expediente, escucho como con displicencia solicitan un documento y la mujer, tras la rapidez con la que le hablan, no atina qué hacer. Le dicen que debe regresar otro día. La mujer toma a los dos pequeños y sale empalidecida.

Kate Millet nos regalaba hace años esa poderosa y preciosa frase “lo personal es político”, que visibiliza que cada historia personal es una micropartícula de la configuración del poder en el sistema mundo. Millet, puso principalmente el foco, en la primera forma de poder, que es el sistema sexo género.

Si bien el sistema sexo-género constituye la primera forma de poder,  no es una forma monolítica y apartada de la clase, raza, nacionalidad. Así, cada historia personal es una amalgama compleja, que devela la existencia un orden mundial y sujetos de primer y segundo orden. O en otras palabras, vidas que importan más, vidas que importan menos,  y otras vidas que directamente se ignoran.

A raíz de dificultades para arreglar mi situación migratoria en España, después de haber permanecido ocho años consecutivos, de pronto caigo en cuenta de mi ingenuidad al creerme eso de la ciudadanía mundial. No es que no tuviera consciencia en mi propia vida de esta amalgama de ser mujer, asexual, migrante ecuatoriana. Pero también siempre reconocí (y reconozco) las condiciones de privilegio en las que migré, y en las que aún puedo permanecer en España. Por esa misma razón, una se piensa que basta con desearlo. Con las ganas de fundirte en otra u otras culturas y comprar también eso de que las fronteras son líneas imaginarias. Bueno, sigo creyendo que lo son, pero el poder imaginador tiene también el poder jurídico y político, para darles una existencia firme. Para quien tiene el poder imaginador curiosamente las fronteras si son líneas inventadas y fáciles de franquear. 

A fin de tratar de definir mejor la frontera como ese espacio de tensión histórica, política y jurídica encontré el acertado análisis de Paola Contreras: Las actuales tendencias migratorias muestran la irrupción de la frontera como una dimensión que, más allá de las implicancias geográficas y políticas, se articula como una construcción material, un dispositivo simbólico, una dimensión jurídica que configura realidades múltiples; zonas donde lo nacional entra en disputa con la heterogeneidad de escenarios que ahí confluyen…”[i]

La autora apunta que la globalización ha traído un flujo e intercambio de bienes y dinero que circulan cada vez con menos restricciones. Pero el flujo humano ha encontrado barreras cada vez más duras. Aunque lo de las barreras para el flujo humano son bastante relativas, la facilidad con la que pueden fluir las personas europeas occidentales o norteamericanas no tiene nada que ver con el camino tortuoso de las personas africanas en busca de una vida mejor.

Y menos aún con el tortuoso camino burocrático rumbo a la  regularización, que implica demostrar el arraigo a un lugar, más allá del dominio del idioma, bajo la constante displicencia del personal de las oficinas de extranjería, cuyo rol pareciera estar diseñado para volver imposibles obtener la tarjeta de residencia.

Esta situación personal liminal en la que me encuentro, debido a mi irregularidad jurídica, me ha llevado a cuestionar y observar cuidadosamente este tema de las fronteras. Confieso que me sentía poco legitimada  para escribir un artículo sobre este asunto en clave personal. Porque mis circunstancias personales de migración no son, ni han sido, las más difíciles, pero comparto esa sensación de ciudadanía de segundo orden, de límite geográfico, de tributar sin tener derecho a nada en el territorio que decidí escoger como mi casa. Y ante el argumento vacío y tonto de que las personas migrantes en situación de irregularidad no tributamos y somos parásito del estado, les invito a darse cuenta de que el IVA es un impuesto. Que desde el día 1 que pisas territorio español, estás contribuyendo al comprar algún bien o servicio.

En puros y fríos términos econométricos, una cantidad determinada de dinero en manos de una persona racializada, tiene mucho menos rentabilidad que en manos de una persona occidental. Les invito a ver este vídeo, en el que un activista africano dibuja en pocos minutos de manera hiper clara el tema de las fronteras.

En este punto, se preguntarán por qué abordar el tema de las fronteras en un espacio dedicado a las disidencias de género. Creo que es vital empezar a hacer frente a un orden mundial que clasifica a los seres humanos y les da rango según su origen nacional o pertenencia étnica. Porque es un rasgo más de la construcción patriarcal, en donde las mujeres y hombres racializades son vidas en permanente riesgo. Es necesario visibilizar que así mismo cuando se habla de que no existe el concepto MUJER, como tampoco puede hablarse del concepto HOMBRE, precisamente por todas las diferencias que el sistema geopolítico impone.

Yo seguiré intentando y creyendo en eso de volverme ciudadana del mundo. Aquí la fuerza y la fe para esta migrante sudamericana me la devolvió una mujer africana que siempre entra a la cafetería en la que suelo estar con el ordenador, y que con un español fluido me ofrece pequeñas artesanías. Quizás por las trabas jurídicas su tránsito por el mundo no sea fácil, ni fluido, ni ligero, pero la habilidad de acoplarse a otra cultura e idioma distintos al suyo me deja ver que la supervivencia humana es la adaptación. Esta hermosa mujer africana es una ciudadana del mundo.

[i] http://desde-elmargen.net/fronteras-migracion-y-genero-reflexiones-desde-el-feminismo-fronterizo/

Martes, nueve de la mañana. Sala de espera de la oficina de extranjería. Una mujer musulmana y sus dos hijos pequeños erifican en la pantalla el número del turno asignado, e ingresan con un fardo de papeles en sus manos. Ingreso yo también para ser atendida. Mientras buscan mi expediente, escucho como con displicencia solicitan un documento y la mujer, tras la rapidez con la que le hablan, no atina qué hacer. Le dicen que debe regresar otro día. La mujer toma a los dos pequeños y sale empalidecida.

Kate Millet nos regalaba hace años esa poderosa y preciosa frase “lo personal es político”, que visibiliza que cada historia personal es una micropartícula de la configuración del poder en el sistema mundo. Millet, puso principalmente el foco, en la primera forma de poder, que es el sistema sexo género.