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El problema no son las putas, el problema es la putofobia

Como sabemos gracias a la historia emancipadora de los feminismos, sólo hay sujeto político cuando se produce discurso. Esto es la política: la creación de una escena de enunciación donde representar un discurso propio en el que se visibilizan y denuncian las opresiones y en el que se articulan propuestas no sólo en un marco teórico-ideológico, sino también en un plano social y, por supuesto, jurídico. Para que ese sujeto político goce de plena y verdadera agencia, esta visibilización, denuncia y articulación tiene necesariamente que hacerse desde las voces protagonistas de esa opresión y, afortunadamente también -que para eso la política es por definición solidaria y contagiosa- desde los diversos, múltiples y transversales frentes aliados. Nombrarse desde otro lugar o, dicho de otro modo, romper con el estigma y el estereotipo para re-significarse es, gracias a lo que seguimos aprendiendo de las luchas decoloniales de los colectivos y de las personas migrantes y racializadas, un ejercicio de resistencia. Pero el colonialismo no es sólo una invasión y apropiación de los territorios y los cuerpos, la resistencia queer y la Voz Puta nos siguen enseñando que también hay una colonización violenta y una ocupación de los discursos, y no es fácil, cuando el interlocutor es el Señor Patriarcado, deconstruir las posiciones de opresión para posibilitar la creación de nuevos espacios desjerarquizados.

En este escenario, resulta evidente que nos encontramos ante una crisis de colectividad en los movimientos feministas. El Heteropatriarcado no contaba con un nuevo sujeto en la arena política, del mismo modo que para el feminismo hegemónico ha sido inesperado el surgimiento de nuevos sujetos políticos. Si la violencia ejercida en las casas del régimen heterosexual dejaba de ser algo íntimo y privado para convertirse en algo político (¡por fin!), las putas nos han enseñado que follar ya no es íntimo ni privado ni se hace gratis (a pesar de los no pocos esfuerzos de tradición romántica redoblados especialmente a partir del S.XIX); follar ahora gracias a ellas es político. Como es político el trabajo reproductivo y el trabajo maternal, como es político el trabajo doméstico, como es político el trabajo de cuidados, como es política la miseria y la precariedad.

La irrupción de partidos y discursos ultraderechistas en los medios de comunicación, en la sociedad y en las urnas está íntimamente relacionada con la creciente ola de racismo, xenofobia, persecución y criminalización que comporta todo un abanico de violencias reales y simbólicas para las personas trans, migrantes y racializadas. Observamos un fenómeno curioso, y es que con el empuje de estas ideas reaccionarias y conservadoras paralelamente está cobrando poder un discurso violento, inspirado en nostalgias censuradoras y puritanas disfrazadas de feminismo de izquierdas. A nadie se le escapa que un gran porcentaje de mujeres que ejercen el trabajo sexual son migrantes y/o racializadas y/o trans, por lo que la coincidencia de la presencia de estas voces reaccionarias con la fuerza de los discursos abolicionistas no es baladí. Los ultrafantoches están sacando pecho, las abolicionistas también. Lo vimos en las jornadas que se iban a celebrar en la Universidad de La Coruña en septiembre de este año, pero que fueron finalmente canceladas ante la presión de las abolicionistas (del mismo modo que Hazte Orín consiguió que se retirara aquella campaña publicitaria que mostraba a una familia homoparental -en este caso de dos papás- forrando los libros del nene para el inicio del cole). La censura siempre es la respuesta cuando se trata de defender el pensamiento único, grande y libre. En esta misma línea censuradora, este lunes 11 de noviembre, ocurría otro intento de boicot a la libertad de expresión en la universidad Carlos III en Madrid. Afortunadamente, desde los colectivos violentados y las organizaciones y personas aliadas, se ha articulado una respuesta para insistir en mantener el debate en las universidades, centros de expansión de pensamiento crítico y conocimiento formativo por excelencia. Libertad de expresión y libertad de pensamiento se retroalimentan, y difícilmente vamos a tener libertad de pensamiento si no habilitamos lugares donde compartirnos el pensar, reflexionar, escuchar y debatir.

Este viernes, el debate sobre trabajo sexual llega a la Universidad de Murcia de la mano de la Coordinadora Anti Represión, de la que una se enorgullece de ser miembra, cuyas VII Jornadas* se han pensado para reflexionar sobre cómo el castigo puede disfrazarse de feminismo y enarbolar discursos que defiendan políticas punitivistas y violencia institucional. Atendiendo al engranaje perverso desde el que las instituciones también ejercen violencia sobre las trabajadoras sexuales, queremos hablar del peligroso papel del poder macho institucionalizado y sus agentes sociales y, por último, de la violencia –y el error- que supone entender el feminismo como una forma de castigo, cuya única alternativa o propuesta ante las violaciones grupales y los incesantes feminicidios parece ser el endurecimiento del código penal y la normalización y naturalización de la existencia de las cárceles.

Llegadas a este punto de violencia (lo estamos viendo en las redes sociales, en las universidades, lo vemos cada 8M) que las abolicionistas (supuestamente en nombre del feminismo, y esto es lo más grave) están ejerciendo sobre la Voz Puta, me gustaría aclarar que mujeres ejerciendo violencia sobre mujeres es el capítulo uno del Manual Básico de la Misoginia Interiorizada. El abolicionismo refuerza doblemente el sistema de castigo a “las mujeres descarriadas”; por un lado, pidiendo un recrudecimiento del sistema penal legal (sanciones, multas, deportaciones, CIEs, cárcel), y por otro del sistema de castigo social, reforzando el estigma, la criminalización, relegando la Voz Puta al ostracismo, negándole su participación como sujeto del feminismo. ¿Contemplaríamos la posibilidad de un movimiento antirracista que persiguiera a las personas migrantes y racializadas? ¿Que no las dejara hablar ni ocupar espacios? ¿Cómo es posible que sigamos llamando feminismo a la censura y persecución a las trabajadoras del sexo? Poner palos en la rueda para dificultar que las trabajadoras sexuales tengan derechos laborales es hablar de moral puritana, es retrotraernos a imaginarios que hacen una conexión directa entre pecado y sexualidad femenina, es ser hipócritas en los planteamientos anticapitalistas y de “libertad de elección” sólo cuando hablamos de trabajo sexual pero no cuando hablamos de la feminización de la pobreza o de precariedad en cualquier otro trabajo. Si queremos hablar de abolición para poner en el centro las vidas de las personas que decimos que nos importan, vamos a empezar por aunar esfuerzos por abolir la Ley de Extranjería y la Ley Mordaza y a repensarnos las políticas del castigo. Del mismo modo que está sobradamente demostrado que las cárceles no sirven para acabar con la delincuencia ni para reinsertar a nadie en la sociedad, la prostitución tampoco deja de existir porque los estados o los gobiernos sean abolicionistas o prohibicionistas (ahí están Suecia y EEUU para que lo veamos).

Mientras todavía puedo oír los ecos falofamiliares al más puro estilo Opus Dei sobre lo que se supone que es el día más feliz de nuestras vidas (casarnos, ser madres), me gustaría irme fuera de esos campos de concentración para mujeres y decir bien claro que lo más feliz que políticamente nos está pasando es la Voz Puta. Del mismo modo que el problema nunca fueron los, las y les homosexuales sino la homofobia, vamos a decirlo claro y sencillito para que se entienda: que el problema no son las putas, que el problema es la putofobia que nos atraviesa a todas y que trae consigo múltiples violencias de muy larga tradición patriarcal.

*Las charlas/debate organizadas por la Coordinadora Anti Represión Región de Murcia tendrán lugar el próximo viernes 15 de noviembre a las 18h en el Hemiciclo de la Facultad de Letras, patio de la Merced.

 

Como sabemos gracias a la historia emancipadora de los feminismos, sólo hay sujeto político cuando se produce discurso. Esto es la política: la creación de una escena de enunciación donde representar un discurso propio en el que se visibilizan y denuncian las opresiones y en el que se articulan propuestas no sólo en un marco teórico-ideológico, sino también en un plano social y, por supuesto, jurídico. Para que ese sujeto político goce de plena y verdadera agencia, esta visibilización, denuncia y articulación tiene necesariamente que hacerse desde las voces protagonistas de esa opresión y, afortunadamente también -que para eso la política es por definición solidaria y contagiosa- desde los diversos, múltiples y transversales frentes aliados. Nombrarse desde otro lugar o, dicho de otro modo, romper con el estigma y el estereotipo para re-significarse es, gracias a lo que seguimos aprendiendo de las luchas decoloniales de los colectivos y de las personas migrantes y racializadas, un ejercicio de resistencia. Pero el colonialismo no es sólo una invasión y apropiación de los territorios y los cuerpos, la resistencia queer y la Voz Puta nos siguen enseñando que también hay una colonización violenta y una ocupación de los discursos, y no es fácil, cuando el interlocutor es el Señor Patriarcado, deconstruir las posiciones de opresión para posibilitar la creación de nuevos espacios desjerarquizados.

En este escenario, resulta evidente que nos encontramos ante una crisis de colectividad en los movimientos feministas. El Heteropatriarcado no contaba con un nuevo sujeto en la arena política, del mismo modo que para el feminismo hegemónico ha sido inesperado el surgimiento de nuevos sujetos políticos. Si la violencia ejercida en las casas del régimen heterosexual dejaba de ser algo íntimo y privado para convertirse en algo político (¡por fin!), las putas nos han enseñado que follar ya no es íntimo ni privado ni se hace gratis (a pesar de los no pocos esfuerzos de tradición romántica redoblados especialmente a partir del S.XIX); follar ahora gracias a ellas es político. Como es político el trabajo reproductivo y el trabajo maternal, como es político el trabajo doméstico, como es político el trabajo de cuidados, como es política la miseria y la precariedad.