'Disidencias de género' es un blog coordinado por Lucía Barbudo y Elisa Reche en el que se reivindica la diversidad de puntos de vista feministas y del colectivo LGTBQI.
Subcultura de la apariencia y malestar
“Bajo el signo de mercancía, la cultura se compra y se vende; bajo el signo de la moda, son todas las culturas las que actúan como simulacros en una promiscuidad total”, Baudrillard.
Lipovetsky hablaba en 'El imperio de lo efímero' (Anagrama) de la moda en Occidente y cómo las grandes estructuras determinan la organización social de las apariencias. Así lo hace también Parkins en 'Fashioning the Body Politic', donde nos cuenta que la moda no solo es una cuestión de gusto, sino de estatus y dominación política.
Cuando hablamos de moda tendemos a pensar en un tipo de moda muy concreto: en el modelo elitista de las pasarelas, esos diseños ultracaros y poco funcionales que nos muestran sobre cuerpos canónicos (cada época los suyos) y que provocan inseguridades al resto de mortales bajo la presión estética. Inseguridades que son capitalizadas en forma de cremas antiedad, maquillaje, pantis reductores o los recientes push up.
Sin embargo, la moda también opera en las subculturas, o como lo queramos llamar, y queda reflejada en vestir de negro, usar ropa deportiva o llevar alguna prenda asociada con el folklore obrero como una cazadora Harrington o unas zapatillas Adidas. Aquí también encontramos un canon corporal asociado, que puede ser tener un cuerpo andrógino y/o hipersexualizado, joven, sin diversidad funcional visible y delgado. A veces llevar una dieta vegana y practicar deporte es coherente con tus ideales y también con los estándares gordofóbicos.
Parte del cambio de paradigma es también que, lo que era de raros/as en los 90 (con todo el bulliyng que eso conllevaba) ahora sea guay en las pelis de Netflix y que ahora lo extraño sea no cuestionarte tu sexualidad o no tener practicas estéticas 'disruptivas' con tu género. Cuando en el 2000 irrumpió la teoría queer, de la mano de Javier Saez, Paco Vidarte y Paul B. Preciado (Beatriz en aquel entonces), nunca imaginamos que el devenir estético asociado iba a superar al ético. Y mucho menos que se fuera a establecer un sistema de privilegios estéticos en base a nuevos-viejos criterios, que resultaría igual de opresiva.
Retomando la obra de Lipovetsky, él hablaba de como la seducción, lo efímero y la diferenciación ha consolidado las democracias liberales, y pareciera que a través del consumo de bienes estéticos estuviera anticipándose a estos tiempos líquidos de los que tanto ha hablado Bauman. Ya lo decía Braudillard, la moda “es la desesperación de que nada dura”. Y en esa presión estética por gustar y conseguir la aceptación del grupo, dinámica y en continuo cambio, vemos cómo aumentan las cirugías estéticas dentro y fuera del colectivo LGTBIQ buscando 'La Conquista del cuerpo Equivocado', que diría Miquel Missé, sin ser capaces de ver que el malestar no está en nuestros cuerpos, aunque sea sobre ellos donde recae y donde se expresa.
En resumen, la moda sigue estando presente en los movimientos sociales donde encontramos un perfil de persona joven, carismatica y atractiva que, como decían en Ad Nauseam (texto de plena vigencia), “cumplen a la perfección su función real, que no es propagandística, que consiste en separar y diferenciar -aislar, en definitiva- al integrante del gueto, y reforzarlo como objeto que sirve para ser contemplado, y no como sujeto con el que se puede establecer una comunicación.” Estos sujetos suelen ser jóvenes y canónicamente atractivos con un estudiado aire desaliñado y autorreferencial que pocas veces tiene que ver con su verdadero estatus o clase social.
No es transgresor ponerse prendas del otro sexo, tener un cuerpo andrógino o de gimnasio y exhibirte en las redes como alguien de carácter abierto y sexy. Lo transgresor sería coger esas prendas y apropiarse de ellas, no porque te queden bien y encajes mejor en ese grupo, sino porque entrecruzas variables y, ¿por qué no?, las parodias. Hemos perdido ese sentido de la autenticidad y la autoexperimentación que nos dejó Ocaña en herencia en pro de una cultura de la homogenización y la cirugía estética. Hemos perdido las diversas maneras de entender los cuerpos, las identidades y los roles y no somos capaces de ver desnudo al Rey del Traje Nuevo del Emperador. Es transversal a la clase social: solo cambian los códigos.
En resumen, el malestar asociado al privilegio estético no es un tema superficial o banal ya que involucran la autoimagen y cómo somos percibidos por el resto. Sin embargo, me gustaría que un día llegáramos a considerar la apariencia como lo que es: algo superficial y transitorio.
“Bajo el signo de mercancía, la cultura se compra y se vende; bajo el signo de la moda, son todas las culturas las que actúan como simulacros en una promiscuidad total”, Baudrillard.
Lipovetsky hablaba en 'El imperio de lo efímero' (Anagrama) de la moda en Occidente y cómo las grandes estructuras determinan la organización social de las apariencias. Así lo hace también Parkins en 'Fashioning the Body Politic', donde nos cuenta que la moda no solo es una cuestión de gusto, sino de estatus y dominación política.