En un ejercicio más difícil todavía, Isaac Alcántara, David Omar Sáez y Juan Jesús Botí, más conocidos como 'Ad Absurdum', se han propuesto en su tercer libro, 'El pene perdido de Napoleón' (La Esfera de los Libros), responder a 333 preguntas sobre la vasta historia humana. Lo hacen, desde luego, en clave de humor y entretenimiento, como estos tres historiadores y divulgadores acostumbran. Pero no nos engañemos: la lectura del libro es una continua ruptura de esquemas sobre lo que creíamos saber acerca de la historia. Quien tenga entre sus manos 'El pene perdido de Napoleón' sentirá tambalearse el suelo bajo sus pies.
Sabéis que la gente va directamente al apartado dedicado al sexo.
Desde luego, por eso quisimos ponerlo casi al principio, así el ansia de pecado se calma rápido. Tenemos experiencia ya en anteriores publicaciones y en nuestro blog, así que sabemos que a la gente le suelen tirar estos temas. Por eso desde el principio decidimos meter un apartado para solventar algunas dudas históricas picantonas.
¿Es, como afirmáis, la estupidez transversal en la historia?
Sin duda. Uno de los caballos de batalla en los que montamos es el de explicar que los personajes del pasado también eran personas, y las personas solemos hacer muchas estupideces por minuto. Sin embargo, cuando se habla de historia, se tiende a eliminar esos aspectos de la vida, pero ahí estaban, igual que ahora.
Como es habitual en vosotros, el libro está muy documentado. Como decís, “divertido no es lo contrario de serio, sino de aburrido”.
Lo curioso del asunto es que las fuentes del pasado también nos hablan de acontecimientos absurdos, ridículos y estúpidos, así que podemos rescatarlos sin problema. Pero en este libro hemos ido mucho más allá, no solo hay preguntas de acontecimientos graciosos, sino que hemos intentado resolver todo tipo de preguntas sobre el pasado que, por lo que vemos, siguen muy vivas.
Algo que impacta de 'El pene perdido de Napoleón' es ver cómo a menudo los mitos que determinan la ideología, las creencias y pensamientos de millones de personas se basan en flagrantes falsedades y distorsiones. Por poner sólo dos ejemplos, la figura del Cid o los 300 espartanos de la batalla de las Termópilas, que eran muchos más.
El pasado sigue muy vivo en las conversaciones del día a día, en política y en muchos rincones de nuestra sociedad. Muchas veces, aunque no se trate de falsedades absolutas, es cierto que la historia pasa por el tamiz del mito. Encontramos historias que se narran una y otra vez y que no son sino mitificaciones, relatos nacidos de distintos intereses o incluso confusiones, como los casos que citas, en los que a veces lo histórico queda empañado por la leyenda.
Lo efectiva que era la propaganda nazi lo demuestra el hecho de que un falso relato como el de los jinetes a caballo polacos enfrentándose a tanques alemanes siga siendo ampliamente creído hoy.
Y no solo ese relato. Ese Hitler casi ascético que vendían sigue existiendo en el imaginario colectivo. Hablamos de los dos casos en el libro, y la verdad es que ha sido una sorpresa tremenda ahondar en esas historias, ya que nosotros mismos partíamos de ciertas ideas a las que tuvimos que dar la vuelta tras documentarnos.
Es interesante la revisión que hacéis de la imagen de Isabel II como una “ninfómana” y el sexismo histórico que hay tras ese “mito”.
Es una cuestión interesante el trato que se ha dado a las mujeres en la historia: incluso aquellas que pertenecen a la elite se han visto reducidas a un papel hipersexualizado. De ahí que visitemos figuras como la zarina Catalina la Grande o la reina Isabel II para compararlas con sus colegas varones y ver qué salía de ahí.
Enumeráis grandes pintoras olvidadas. El rescate de mujeres artistas borradas de la historia ha suscitado cierto enfrentamiento entre quienes lo consideran una reivindicación lógica y justa y quienes sostienen que se trata de artistas menores rescatadas por “moda ideológica”.
Sí, lo de la “moda ideológica” es una idea que pulula por ahí, pero que le pregunten a Felipe II por qué escogió a Sofonisba Anguissola para retratarlo. Ella es autora de uno de sus retratos más famosos. Que le pregunten al papa Clemente VIII por qué eligió a Lavinia Fontana para retratarlo, o a Cosme de Médici y Carlos I de Inglaterra por qué quisieron contratar a Artemisia Gentileschi. El prerrafaelismo tuvo en Sophie Gengembre Anderson y Evelyn De Morgan unas de sus principales exponentes. ¿Por qué se han borrado los nombres de pintoras como la propia Anguissola o Judith Leyster, entre muchísimas otras, cuyas obras con el paso del tiempo fueron atribuidas a hombres?
También desmontáis el mito de la legendaria enemistad entre Góngora y Quevedo.
Y no es cosa nueva, pero es difícil matar los mitos. En realidad hay estudios sobre esto desde hace mucho tiempo, pero es mucho más grandioso si mantenemos este tipo de historias de grandes rivalidades que no lo fueron tanto.
Como la de Salieri y Mozart: resulta que no eran enemigos, sino más bien camaradas que tal vez tuvieron algún rifirrafe.
Como era habitual entre los artistas de la época. Se nos olvida que había que abrirse paso en un mundo de mecenazgo muy duro, y, pese a eso, personajes como estos en realidad se admiraban más que otra cosa.
Y Newton mandó gente a la horca. Esa parte no nos la explicaron en el colegio.
Volvemos sobre nuestros pasos: la historia edulcorada. Como es lógico, en el colegio y el instituto hay tiempo para lo que hay tiempo, así que se enseña que Newton fue un genio, que lo fue, y avanti. Pero más allá de la educación obligatoria, sí podemos indagar y aprender sobre su figura, comprender mejor qué significa que revolucionase la ciencia y que su influencia llegue a nuestros días, pero también descubrir sus intereses, que transitaban caminos más que curiosos como la alquimia, y sobre la persona más allá del genio, sobre cómo pisaba el cuello de todo aquel que consideraba una amenaza para su estatus y, en definitiva, que no era la mejor de las personas.
Nunca hubo tanto conocimiento al alcance de la gente como hoy. Sin embargo, lo que llamáis homeohistoria (Nostradamus predijo el 11-S, el Holocausto judío nunca existió, etc.) parece hacer fortuna en las cabezas de muchas personas… ¿Por qué?
Quizá precisamente porque hay mucha información de todo tipo, y porque es más fácil caer en un relato cerrado, que lo explica todo bien y satisface nuestras dudas, aunque este sea falso, que asumir que a veces el conocimiento del pasado tiene lagunas, y sobre todo, dudas.