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Leo Espluga, filósofo: “El sistema educativo confunde el pensamiento crítico con el sentido común”

Con más de 100.000 seguidores entre Tik Tok y Youtube, el filósofo catalán Leo Espluga (Castelldefels, 2001) consigue que las obras de María Zambrano, Ursula K. Le Guin o Barthes capten la atención de un público mayoritariamente joven (18–36 años) al que se le achaca –precisamente por la omnipresencia de las pantallas en su día a día– la falta de costumbre e interés por la lectura.

‘¿Qué política, qué economía, qué arte transporta cada discurso sobre el amor?’, es la pregunta a la que se ha intentado arrojar luz a través de la perspectiva de figuras destacadas de la escena cultural contemporánea (en el sentido más filosófico del término) en las jornadas sobre enamoramientos, deseos y vínculos llamada 'Máteme tu vista y hermosura', celebrada en el Centro de Documentación y Estudios Avanzados de Arte Contemporáneo (Cendeac) de Murcia. Figuras entre las que destacaba Espluga, compartiendo cartel con la filósofa y política Clara Ramas (Madrid, 1986) o el periodista y crítico cultural, Enrique Rey (Madrid, 1992).

Aprovechando su paso por la ciudad –“Es la primera vez que estoy en Murcia, ¡qué calor!” –, hablamos con Leo Espluga sobre la filosofía en las aulas, las no–monogamias o los retos que enfrentan las generaciones más jóvenes (y las que ya no lo son tanto).

¿Por qué elegiste la filosofía como camino?

Empecé estudiando moda, pero pronto sentí algunas contradicciones: ya tenía una voluntad crítica con el mundo a la vez que la moda representaba la punta de lanza del capital, solo eso ya me hizo preguntarme qué cojones hacía ahí. Además, iba a una universidad privada porque en la pública no existe esa opción, por lo que estaba hipotecando a mi familia con un dinero que no tenía.

Todo aquello fue en mitad del procés en 2019, durante la sentencia y las manifestaciones. Estando ahí, en medio de todo eso, pensé: ‘Esto de la moda no es mi sitio’. Entonces llamé a mi madre y le dije que me iba a filosofía, que era donde siempre había estado mi interés y lo que siempre me había gustado de verdad.

Con qué faceta te identificas más: ¿Divulgador? ¿Filósofo? ¿YouTuber? ¿TikToker?

De todas esas opciones, la que más odio es la de divulgador, seguido de YouTuber y TikToker. Con la que me siento cómodo es con la de filósofo, aunque me dé un poco de pudor decirlo. Además, no considero que lo que yo hago sea divulgación, de hecho estoy en contra de la divulgación porque divulgar es vulgarizar. De alguna manera, divulgar es presuponer que la gente no tiene las aptitudes necesarias para conocer algo y que hay que darle los contenidos masticados y de forma amable, algo así como: ‘Cinco tips de la filosofía’.

No considero que lo que yo hago sea divulgación, de hecho estoy en contra de la divulgación porque divulgar es vulgarizar

Me parece un flaco favor ofrecer una sensación de conocimiento en vez de un conocimiento real, porque lo que se genera es una opinión fundamentada y no una opinión propia.

Entonces, ¿te consideras filósofo en tanto a qué?

Todavía no estoy licenciado en filosofía, pero ya ejerzo como tal. Sobre todo porque existe una praxis vital que acompaña el ejercicio de la filosofía, es decir: no es una cosa complementaria en mi vida sino que es una cosa que articula mi experiencia vital, mi manera de estar en el mundo y de habitarlo.

En los últimos años la filosofía en las aulas ha sido objeto de algunas modificaciones, tanto en horarios como en contenido, ¿qué importancia le das a la filosofía dentro del marco escolar y académico?

Mucha y muy poca. Estoy en contra de la defensa abstracta de la filosofía, me explico: todo el mundo se alarma cuando hablan de eliminar la filosofía obligatoria en las aulas, y todo el mundo sale en defensa de la filosofía y el pensamiento crítico, aunque nadie sepa qué significa el pensamiento crítico. Mucha de esa gente no ha leído un libro en su vida.

Evidentemente, no celebro la eliminación de la filosofía en las aulas, no soy un cínico, a mí me ha gustado y me ha servido. El problema es que la filosofía se enseña como un ‘qué’ y no como un ‘cómo’, probablemente también porque a nivel material es imposible.

Se romantiza la idea de los peripatéticos dando clase mientras andaban, pero es que nosotros somos 35 alumnos en una clase, con un calor infernal, donde no se pueden leer los textos porque no hay tiempo para dedicarse a leer los textos, por lo que, inevitablemente, la filosofía se explica desde un punto de vista anecdótico y no se profundiza en ella.

¿Cuál es la diferencia entre lo que el sistema educativo considera ‘pensamiento crítico’ y lo que tú consideras ‘pensamiento crítico?

La idea del pensamiento crítico tiene dos problemas fundamentales que podrían parecer contrarios entre sí pero que forman parte de lo mismo.

Por una parte, el sistema educativo confunde el pensamiento crítico con el sentido común. Te permite decir ciertas cosas, tener ciertas ideas, pero siempre que encajen dentro de los límites de la normatividad. Si no es así, van a decir que lo que piensas es una locura.

En defensa de la idea de que todo es debatible, se debaten cuestiones que no deberían serlo: la existencia de la gente trans no es debatible. Lo que se hace en nombre del pensamiento crítico es ejercer violencia sobre quien se encuentra en una posición vulnerable.

Por otro lado, se confunde el pensamiento crítico con el cuñadismo fundamentado. En defensa de la idea de que todo es debatible, se debaten cuestiones que no deberían serlo, por ejemplo: la existencia de la gente trans no es debatible. En estos casos, lo que se hace en nombre del pensamiento crítico es ejercer violencia sobre quien se encuentra en una posición vulnerable. Este tipo de pensamiento crítico nace de quien está en una situación de poder, y entonces el pensamiento crítico se convierte en una categoría ideológica más que teórica.

En mi opinión, lo primero que debería ser el pensamiento crítico es silencio.

En la última década se ha generado un debate social en torno a la crítica al amor romántico y la exploración de otras formas de vincularse más allá de la relación monógama, ¿por qué crees que ha sucedido esto?

Creo que ese debate ya ha pasado al mainstream. Después del 2010 se hablaba del terror monógamo, la gente probaba las relaciones poliamorosas, estalló el 15-M… Visto con perspectiva, lo que pasó fue el estallido de un ciclo social y político que abrió espacio a nuevas ideas y formas de relacionarse, pero creo que ahora todo eso se ha ido al carajo.

Ahora ha estallado una posición reaccionaria donde, por ejemplo, la figura del incel adopta un protagonismo ideológico muy fuerte; se habla de ‘energías masculinas o femeninas’, o se vuelve a idealizar la figura del hombre que va a la guerra.

Lo que ha fallado en cuanto a las otras formas de vincularse es que la gente ha adoptado el ‘qué’ de la crítica a la monogamia sin pasar por el ‘cómo’. Pero uno no puede sustentar una praxis vital sobre un ‘qué’, porque entonces pasa lo que ha pasado: de repente, se da una serie de personas no monógamas que lo que hacen en realidad es ejercer una violencia descomunal sobre aquellos con quienes se relacionan en nombre de ciertos ideales emancipatorios.

Actualmente, creo que nos hemos dado cuenta de que el poliamor o las relaciones no monógamas no son sencillas, y a la vez hemos aceptado que la crítica al amor romántico es válida. Por lo que se ha abierto un nuevo escenario de debate en el que me da la sensación de que aún se puede hacer cierta praxis política.

No es una cuestión generacional, es una cuestión de clase. Estoy cansado de que me hagan creer que los problemas que tiene una persona que vive en un piso de propiedad heredado a los 28 años son los mismos que los míos

Nuestra generación está muy marcada por la precariedad laboral, la incertidumbre, o las pocas perspectivas de futuro, ¿cómo crees que afecta eso a la hora de relacionarnos?

Que no podamos tener acceso a la vivienda tiene algo que ver con toda esta crisis relacional que hay montada, es decir: cómo no voy a adoptar sin crítica la monogamia si necesariamente tengo que vivir y compartir gastos con alguien más para pagar una habitación por 600 euros. De hecho, no es una cuestión generacional, es una cuestión de clase. Estoy cansado de que me hagan creer que los problemas que tiene una persona que vive en un piso de propiedad heredado a los 28 años son los mismos que los míos.

¿Cuáles son los desafíos a nivel emocional y relacional a los que se enfrentan nuestra generación?

Sin olvidar las diferencias de clase, creo que tenemos el reto de no renunciar a la potencia, es decir: no ser fan de Pedro Sánchez con 20 años. No votar al PSOE con 20 años. No renunciar a la vitalidad. La apatía es el signo de nuestro tiempo, pero no debemos renunciar a la potencia que tiene el espíritu.

Aun con 20, 30 o 40 años, nunca es aceptable perder esta potencia. El paso del tiempo será un escudo ideológico para aquel que se acomoda, pero nunca una causa de valor.

¿Qué libro fue el que marcó un punto de inflexión en tu relación con la literatura y la filosofía?

Muy a mi pesar, te diría que ‘Así habló Zaratustra’ de Nietzsche. Y digo muy a mi pesar porque no hay nada peor que un hombre nietzscheano de 18 años. Evidentemente, yo no entendí nada de ese libro, pero me conmovió su potencial poético. Ese fue el primero que me marcó, pero no ha sido el que más me ha marcado.

¿Cuál ha sido el libro que más te ha marcado?

Ese libro está entre ‘Delirio y destino’ o ‘Claros del bosque’ de María Zambrano. Desde la esfera del pensamiento, la obra de Hegel también me ha marcado mucho.

Aunque para ser específicos, el párrafo que más me ha atravesado está en ‘La lógica del sentido’ de Gilles Deleuze, donde aparece una frase que dice: “Antes la muerte que la salud que se nos propone”. Actualmente, esa frase articula mi vida.

¿Qué importancia tiene la obra de María Zambrano para ti?

Mi amor por Zambrano ha ido evolucionando a lo largo del tiempo. Al principio me sedujo su potencial poético, pero después me maravilló lo liberadora que resulta para el mundo de la filosofía del conocimiento. No pienso desde la obra de María Zambrano, vivo desde ella. Es una autora que no es que te transmita el conocimiento, hace que el conocimiento nazca en ti. No hay nada que se la parezca, es una autora irrepetible.

A lo largo de tu vida, ¿qué te ha enseñado la literatura?

Mi relación con la literatura me resulta problemática porque normalmente está muy capitalizada por el ‘yo’, el claro ejemplo es Borges que –aunque me encanta– habla del mundo para hablar de sí mismo.

Leo mis primeros escritos y también encuentro ese punto narcisista, que no me gusta nada, pero con el tiempo la literatura me ha ayudado a liberarme de mi arrogancia, a convertir la rapidez mental en algo más que pura afirmación narcisista. La literatura me ha enseñado la pausa, a escuchar. Me ha enseñado el amor por la contemplación.

¿Y de qué te ha salvado la filosofía?

La filosofía me ha salvado la vida.