'Leer el presente' es un espacio que dedicamos a libros desde eldiario.es/murcia. Del mundo a la página y viceversa. Coordina José Daniel Espejo.
`Illska. La maldad´, Eiríkur Örn Norddahl
No sé si «la novela ‘que explica’ el auge de la ultraderecha europea» es del todo acertado. Esta presentación, que es la que más veo en redes y cualquier medio que haga mención al libro, es cierto que cumple la función de todo slogan: da una idea bastante aproximada de lo que encierran las páginas y capta la atención del potencial lector. Pero, aunque hay bastantes salpicaduras de ensayo en esta novela, yo creo que más que explicar, describe, nos sitúa directamente en ese escenario. Cierto es que los tres personajes principales tienen su flashback (dos en su propia piel, y Agnes en la de sus bisabuelos) que pueden sentar las bases de este presente tan poco esperanzador, pero creo que una de las cosas más destacables de la novela es precisamente lo que desmonta el slogan: no explica, muestra, y no da respuestas, sino que ayuda a hacerse las preguntas adecuadas. Dicho lo cual quiero dejar claro que me ha parecido una novela estupenda tanto en la forma como en el fondo.
Y es que la forma, cuando se trata de un texto de 640 páginas, es primordial. La novela está estructurada a modo de puzle, con capítulos no muy largos compuestos de pequeños fragmentos donde se alternan los tiempos y las voces de los protagonistas, la de un narrador omnisciente de la novela y la de un segundo narrador que contextualiza el presente (aquellas salpicaduras de ensayo que mencionaba antes). En el último tercio interviene incluso la voz-pensamiento de un bebé a modo de bisagra. Esta estructura, un lenguaje muy cercano y el tratamiento de hechos que más o menos todos conocemos por más que miremos hacia otro lado, hacen que las 640 páginas vayan pasando casi con la naturalidad de una conversación cara a cara.
Entrando ya en la historia, el eje principal es el triángulo (que no termino de ver como «amoroso», afortunadamente) entre Agnes, Ómar y Arnor. Agnes es una islandesa judía descendiente de lituanos que estudia el auge de los populismos (de los nazis, hablando claro, que ya está bien de dar rodeos) para su tesis; Ómar, un filólogo al que la crisis de 2008 ha golpeado fuerte y alterna períodos en paro con el reparto de pizzas; Arnor, un activista y teórico de la extrema derecha. Como digo, me parece injusto reducir a «triángulo amoroso» una batalla, tanto en el plano físico como en el psíquico, de egos, miedos y frustraciones de este calibre.
Orbitan esta trama principal, como se ha dicho, el pasado de los implicados. El niño con madera de líder y unas inclinaciones intelectuales impropias de un infante que acabaría teorizando las bondades de la patria, la tradición y otros mantras de la extrema derecha; el adolescente introvertido hijo de padres separados que acabaría paseando su tortura interior por toda Europa; y los testigos (de ambos bandos) de la masacre de judíos en Jubarkas, Lituania, donde nazis y nacionalistas lituanos mataron a 2000 personas en 1941.
Toda esta amalgama se remata con una suerte de final multidimensional que pone la guinda al pastel de una lectura incómoda (en el mejor sentido), llamada a remover conciencias y a no dejar indiferente a nadie (perdón por el tópico, pero en este caso es cierto).
No sé si «la novela ‘que explica’ el auge de la ultraderecha europea» es del todo acertado. Esta presentación, que es la que más veo en redes y cualquier medio que haga mención al libro, es cierto que cumple la función de todo slogan: da una idea bastante aproximada de lo que encierran las páginas y capta la atención del potencial lector. Pero, aunque hay bastantes salpicaduras de ensayo en esta novela, yo creo que más que explicar, describe, nos sitúa directamente en ese escenario. Cierto es que los tres personajes principales tienen su flashback (dos en su propia piel, y Agnes en la de sus bisabuelos) que pueden sentar las bases de este presente tan poco esperanzador, pero creo que una de las cosas más destacables de la novela es precisamente lo que desmonta el slogan: no explica, muestra, y no da respuestas, sino que ayuda a hacerse las preguntas adecuadas. Dicho lo cual quiero dejar claro que me ha parecido una novela estupenda tanto en la forma como en el fondo.
Y es que la forma, cuando se trata de un texto de 640 páginas, es primordial. La novela está estructurada a modo de puzle, con capítulos no muy largos compuestos de pequeños fragmentos donde se alternan los tiempos y las voces de los protagonistas, la de un narrador omnisciente de la novela y la de un segundo narrador que contextualiza el presente (aquellas salpicaduras de ensayo que mencionaba antes). En el último tercio interviene incluso la voz-pensamiento de un bebé a modo de bisagra. Esta estructura, un lenguaje muy cercano y el tratamiento de hechos que más o menos todos conocemos por más que miremos hacia otro lado, hacen que las 640 páginas vayan pasando casi con la naturalidad de una conversación cara a cara.