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Lo de dentro y la mirada externa: sobre 'Gente normal' de Sally Rooney

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Vengo a propósito de 'Normal People' (Sally Rooney, 2018). La novela, que traducida por Inga Pellisa Díaz se publicó en España con el título 'Gente normal', lleva vendidas más de un millón de copias. Por si fuesen pocas, Lenny Abrahamson y Hettie Macdonald han dirigido una serie que sigue ampliando su público. En todo este tiempo se han hecho muchas reseñas y comentarios acerca de la obra en sí a los que poco o nada nuevo se me ocurre qué añadir. Julia Quero, historiadora del arte y lectora detrás de la cuenta de Instagram “Si no lo veo, no lo leo”, dice algo que sirve de trampolín a lo que tengo en mente:

“La novela sigue los pasos de la pareja [Connell y Marianne] a lo largo de cuatro años. Nunca llegan a ser novios en el sentido convencional. Durante los años que abarca la novela, se dedican a acercarse y a alejarse, a ser amigos en vez de pareja, a ser amigos y amantes, a partirse el corazón mutuamente una y otra vez…

Aunque parece una historia convencional (que, en parte, lo es), un melodrama adolescente de dos jóvenes y sus idas y venidas, su incapacidad para el compromiso, las decisiones personales que los separan pese a la inmensa atracción sexual y la admiración mutua, conforme pasan los años y las páginas va ganando en profundidad cuando vamos descubriendo el lado oscuro de los personajes, sus patologías y perversiones de “gente normal”“.

Etiquetar tiene doble efecto. Si atendemos a eso de “lo que no se nombra no existe”, las etiquetas o categorías ayudan a identificar y a sacar a la luz lo que no se conoce, lo que se deja en segundo plano o lo que se esconde. Pero a la misma vez pueden resultar excluyentes o restrictivas, creando una “otredad” frente a lo que consideramos “normal”, así como prescriptivas, dejando poca fluidez a realidades que son cambiantes.

Que no exista una etiqueta no siempre es algo negativo. Estamos viendo cómo crece el interés y se habla y se investiga mucho sobre formas de vincularnos afectiva y románticamente con otras personas más allá de la monogamia heterosexual y el “para toda la vida”. Y además, para que esas otras alternativas no se reduzcan al consumo de cuerpos o personas ni vayamos dejando cadáveres emocionales por donde quiera que pasamos, se habla también de responsabilidad afectiva, es decir, de respetar y tener en cuenta las emociones y necesidades de la/s otra/s persona/s independientemente del tiempo que pasemos con ella/s o del tipo de relación que mantengamos. Algunas formas sanas de relacionarse no tienen un término que las defina o al menos no uno que mucha gente conozca. No es la falta de etiquetas lo que me inquieta de la novela o de la miniserie, sino qué interpreta de ella público más joven o, sin atender a edades, público con poca o ninguna experiencia en relaciones sexoafectivas o pocas herramientas para relacionarse y gestionar sus emociones.

¿Tienen Connell y Marianne una relación sana pese a que no necesiten ser pareja para admirarse mutuamente, acostarse o intentar cuidar el uno del otro? A lo largo de la historia ambos cometen errores, se ven, se echan de menos y también tienen relaciones convencionales de pareja con otras personas. Pero a menudo esas relaciones no funcionan o tienen pinta de tapadera, al menos en mi lectura. Entre cierto público cala la idea de que son dos personas que se quieren más allá de etiquetas y estereotipos. Pero si no puedo desmentir que se quieran y se hagan felices, permitidme que al menos lo dude.

'Gente normal' me parece carne de reflexión más allá de lo literario y lo ficcional. Es digna de análisis como los que María Esclapez ha hecho de 'La isla de las tentaciones'. Yo no soy psicóloga, avisado queda. Me baso en experiencia propia y de gente cercana o en cosas que una lee, ve o consume por ahí; así que si digo alguna tontería, no tengo problema en cambiar de opinión si alguien me explica dónde me equivoco. Los protagonistas sienten que no terminan de encajar en ningún entorno y nunca terminan de ser felices. ¿Se querrían tanto o sentirían esa conexión tan íntima que no tienen con nadie más si fuesen felices? ¿Lo suyo es amor y apego o adicción y dependencia emocional de la mala? ¿Se admirarían tanto mutuamente si la autoestima de ambos no fuese preocupantemente baja? ¿Por qué no funcionan sus relaciones de pareja con otras personas? ¿Nunca hay compatibilidad o se da a entender que esa dependencia del uno con el otro lo impide? Una novia de Connell le dice enfadada que se comporta de forma rara cuando Marianne está cerca. Él le revela también enfadado que esa es su verdadera forma de ser y que es en ausencia de Marianne cuando no es él mismo. ¿Es esto bonito o es profundamente triste y no ya por esa novia sino por el propio Connell? ¿Dónde habría quedado todo desde un principio si la familia de Marianne no fuese deplorable o si hubiese tenido amigos en el instituto? Si no hubiese estado sola y hubiese tenido una red de apoyo real, quiero decir.

Podremos pensar que qué importan todos estos “y si...” si la realidad de los personajes es la que es. Y también tendremos razón. Qué importará, según se mire, lo que pasaría con una Marianne en otra familia si la realidad de Marianne no es otra que la que es. ¿Para qué pensar en lo que no existe si lo que hay es lo que hay? ¿Acaso no tiene derecho a intentar estar bien? Por supuesto que lo tiene. ¡Triste acabará quien con tal de nunca sufrir se conforme con una vida aséptica! Que viva el derecho a equivocarnos, a rectificar, a sentir mucho y a no racionalizarlo todo. Pero tengamos en cuenta que resolver lo interno y lo personal es necesario a la hora de relacionarnos con otros. Aunque lo de fuera ayude, una autoestima sólida y fuerte viene de dentro, no de la validación de otra persona. Vivir en un ambiente hostil o superfluo, no tener amigos de verdad ni una red de apoyo y sentir sólo conexión real con alguien con quien tienes idas y venidas no es sano ni debería idealizarse. Las ficciones están para ser disfrutadas pero también hay que prestar atención a cómo nos afectan. Que cale también entre los lectores y quienes ven la serie que Marianne y Connell son personajes creados para enganchar a un lector que mira desde fuera, pero en la vida real somos y tratamos con personas reales.

Me ha parecido que la novela está bien escrita. Rooney construye personajes y acontecimientos que son coherentes dentro del universo que crea; si ya ese universo gusta personalmente o no a cada lector es otro tema. Es difícil que las dinámicas a las que asistimos en la forma de relacionarse de los personajes nos resulten ajenas o desconocidas y esto, sumado al hecho de que los tira y afloja son continuos, hace que la historia enganche mucho. No hay nada malo ni alarmante en disfrutar de “Gente normal”. No se trata de censurar contenidos o de pedirle a escritores, editoriales o productoras que adjunten un manual pedagógico a lo que crean. Pero que la relación de estos protagonistas no encaje en etiquetas típicas no quiere decir que sea libre y sana, por mucho que otras relaciones fluidas o sin etiquetas sí lo puedan ser. Y creo que entender esto es tan importante como disfrutar de la novela o la serie.

Vengo a propósito de 'Normal People' (Sally Rooney, 2018). La novela, que traducida por Inga Pellisa Díaz se publicó en España con el título 'Gente normal', lleva vendidas más de un millón de copias. Por si fuesen pocas, Lenny Abrahamson y Hettie Macdonald han dirigido una serie que sigue ampliando su público. En todo este tiempo se han hecho muchas reseñas y comentarios acerca de la obra en sí a los que poco o nada nuevo se me ocurre qué añadir. Julia Quero, historiadora del arte y lectora detrás de la cuenta de Instagram “Si no lo veo, no lo leo”, dice algo que sirve de trampolín a lo que tengo en mente:

“La novela sigue los pasos de la pareja [Connell y Marianne] a lo largo de cuatro años. Nunca llegan a ser novios en el sentido convencional. Durante los años que abarca la novela, se dedican a acercarse y a alejarse, a ser amigos en vez de pareja, a ser amigos y amantes, a partirse el corazón mutuamente una y otra vez…