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¿Cuál es el origen de la riqueza? Esclavitud y azúcar

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A finales del siglo XIX Joseph Conrad publicó El corazón de las tinieblas (1899). La voracidad del proceso imperialista en África y, en concreto, el caso del Congo, como territorio propiedad personal de Leopoldo II y la explotación de sus minas de forma inhumana, como así atestiguan los testimonios fotográficos. Conrad, quien conocía bien cómo se desarrollaba el comercio en la cuenca del Congo y los costes humanos, se adentra en su novela en las tinieblas del alma humana, cuando se pierde cualquier rastro de empatía y se cae en la miseria más profunda. La obra de Conrad marca una serie de textos que van a ir publicándose en Europa, ya de carácter político o literario, que harán una crítica del imperialismo y la explotación colonial.

Este ejemplo paradigmático para mi, me sirve de elemento conductor para acercarnos a dos obras de naturaleza histórica y literaria, que se publicaron a finales de 2021, que ponen de relieve un tema que - a mi juicio- ha permanecido como un tabú histórico en España. Esto es la vinculación de España y el nacimiento de las grandes fortunas de este país a la trata de esclavos y a la explotación azucarera en el Caribe hasta la pérdida de Cuba y Puerto Rico (precisamente en el año que Conrad publicaba su obra).

La primera de ellas, Azucre (Pepitas de calabaza, 2021) escrita por Bibiana Candia a través de una prosa casi poética nos adentra en el viaje que hacen desde Galicia un grupo de chicos, que faltos de un horizonte en la España de 1853, se embarcan para trabajar en la explotación azucarera. Bibiana consigue trasladarnos a esa aldea, con su universo de supersticiones, creencias, su propia lengua, miedos para después sumergirnos en la miseria del trabajo, en las cartas que se envían a casa como refugio a un mundo deshumanizado, donde la esclavitud en pleno siglo XIX trasciende más allá del racismo generalizado y pasa por la explotación del hombre por el hombre. Esclavos del mismo país, personas aparentemente libres que entran, por la pobreza extrema, en el círculo del trabajo forzado muy alejado de la imagen idealizada de “hacer las américas”, donde los únicos beneficiados son las familias que controlan las explotaciones azucareras. Familias, que a lo largo del siglo XIX y hasta los primeros años del siglo XX, colocaron a diputados en las Cortes o auparon a distintos presidentes de gobierno.

La obra de una gran sensibilidad de Bibiana Candia se complementa perfectamente con el ensayo histórico: Negreros. Españoles en el tráfico y en los capitales esclavistas (Catarata, 2021) de José Antonio Piqueras, quien trabaja todo el proceso de la trata de esclavos desde el siglo XVI cuando desde el Caribe se asentaba a la población africana esclava desde los puertos de Veracruz, San Juan de Ulúa, Santiago de Cuba, La Habana, etc. Este negocio permaneció activo y vivo, donde tuvieron un papel importante no sólo aquellos que literalmente secuestraban a la población africana de sus casas y su posterior distribución por América, donde tuvieron un papel importante los traficantes portugueses e ingleses, que después en territorio americano generaba toda una red de comercio y distribución de personas.

Con la ilustración y el nacimiento del movimiento abolicionista decimonónico, los caminos de este sistema organizado de explotación fue modificándose y adaptándose, hasta crear hilos invisibles de explotación, esto es, en una legalidad donde la esclavitud ya no era legal se mantenía un sistema cercano a la misma, como el que nos relataba Bibiana. Hasta ese momento Piqueras destaca cómo a partir del siglo XVIII marinos catalanes y vascos eran mayoritarios en porcentaje de navíos españoles juzgados por tribunal de Sierra Leona en 1835, donde destaca el caso de Juan José Zangroniz, quien vivía en La Habana y controlaba desde allí una sociedad familiar cuya actividad era el comercio humano. Esto sirve de ejemplo para el rastreo minucioso de Piqueras, quien hace un recorrido vital por los sujetos que basaron su riqueza en estos fines. Ya en el siglo XIX la base de Cuba se convertiría en un engranaje fundamental económico por la producción azucarera, pero además como escuela militar ya que la mayoría de generales (Sanjurjo, Cabanellas, Queipo de LLano) con papel relevante en la Guerra Civil en 1936 se habían forjado en su primer destino en la guerra de Cuba; o el propio Emilio Mola, quien nació en Cuba y tuvo que regresar a la Península en 1898.

Como apuntaba anteriormente, lo trascendental de este negocio en el corazón de las tinieblas, fue el poder en la sombra que consiguieron al constituirse como un verdadero lobby capaz de comprar voluntades políticas, pero también ganar el favor del gran capital siendo la base del desarrollo del capitalismo industrial en España, ya que parte de esta fortuna de una forma u otra desembarcó en los industriales catalanes, gallegos y vascos mayoritariamente, como es el caso de Vidal- Ribas o Juan Güell, quien de la riqueza de la trata de esclavos consiguió forjarse como un alto industrial participando en la industria del ferrocarril a través de La Maquinista Terrestre Y Marítima (1855), la industria textil con la sociedad Güell, Ramis y Cía; y formó parte de la fundación del Banco de Barcelona (1845) y la Caja de ahorros y Monte de Piedad de Barcelona (1850).

Ante las biografías de quienes conocemos como motores de la industrialización, son necesarias estas voces críticas histórica y literaria, ya que ¿cuál es el origen de la riqueza?. Cuando hablamos de “progreso” ¿cuál es el peaje o cuáles son los límites éticos y morales?. Esta reflexión es vital para acercarnos al pasado y al sistema que habitamos y, sobre todo, a la hora de narrar y construir nuestro pasado histórico seamos capaces de hacerlo viendo más allá del discurso clásico o del poder, junto a aquel universo que por desclasado, marginado y mudo no ha tenido la misma capacidad de crear relato.

 

A finales del siglo XIX Joseph Conrad publicó El corazón de las tinieblas (1899). La voracidad del proceso imperialista en África y, en concreto, el caso del Congo, como territorio propiedad personal de Leopoldo II y la explotación de sus minas de forma inhumana, como así atestiguan los testimonios fotográficos. Conrad, quien conocía bien cómo se desarrollaba el comercio en la cuenca del Congo y los costes humanos, se adentra en su novela en las tinieblas del alma humana, cuando se pierde cualquier rastro de empatía y se cae en la miseria más profunda. La obra de Conrad marca una serie de textos que van a ir publicándose en Europa, ya de carácter político o literario, que harán una crítica del imperialismo y la explotación colonial.