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Antonio Sitges-Serra, escritor: “Llamo al empoderamiento de los ancianos y a una reconciliación con la muerte natural”

Antonio Sitges-Serra (Barcelona, 1951) es un médico con enorme prestigio profesional, académico y científico. Se licenció con Premio Extraordinario en la Universitat Autònoma de Barcelona (1974) y se formó como cirujano general en el Hospital de Bellvitge. En 1985 se trasladó como jefe de servicio al Hospital del Mar donde ha desarrollado su carrera asistencial y académica como Catedrático (habilitado) de Cirugía y Jefe de Departamento de Cirugía hasta Diciembre de 2019. Ha sido presidente de la European Society of Parenteral and Enteral Nutrition y de la European Society of Endocrine Surgeons.

Ha publicado 220 artículos indexados cuyo impacto clínico ha sido notable en la áreas de la ictericia obstructiva, las infecciones por catéter venoso, el tratamiento de las fístulas intestinales y la prevención de la hipocalcemia tras tiroidectomía total. Es Premi Virgili de la Societat Catalana de Cirurgia, y Miembro de honor del Royal College of Surgeons, L’Acadèmie Française de Chirurgie y de la European Society of Endocrine Surgeons. Colabora en prensa con artículos de opinión general y crítica cultural de la medicina. Es co-fundador de la asociación civil Federalistes d’Esquerres. Según dice, sus primeros referentes intelectuales fueron los fundadores de la liga del LLSD (lucidez, libertad, sinceridad y decencia): Wittgenstein, Orwell, Machado, Aranguren y Camus.

Ha escrito un libro rompedor titulado 'Si puede, no vaya al médico', que está siendo un enorme éxito de ventas y ha acaparado gran atención de los medios de comunicación. En la obra denuncia la deriva de la medicina como institución fruto de un contexto económico y social dominado por el consumismo y el mercado. Hace poco, la divulgadora científica y colaboradora de eldiario.es, Esther Samper, denunciaba en este medio que, según un artículo científico, la polimedicación (más de 5 medicamentos distintos diarios) se había multiplicado por 10 en los ancianos españoles en la última década.

La autora destacaba acertadamente que la polimedicación se ha relacionado directamente con más ingresos hospitalarios, más mortalidad, más gasto sanitario y una disminución de la calidad de vida. De hecho, en los últimos años hay un estancamiento en la expectativa de vida en EE.UU, Reino Unido o Francia que algunos expertos relacionan con un incremento desproporcionado del número de medicamentos que utilizan las personas mayores.

Esa prescripción masiva, según cuenta Sitges-Serra en su libro, estaría basada en una mezcla de ciencia corrupta, conflictos de interés de profesionales y sociedades científicas, cierto reduccionismo del conocimiento biomédico que tiende a ignorar los condicionantes sociales de la salud y una sociedad atemorizada, que niega la muerte y busca desesperadamente la juventud eterna a través de la tecnología médica y la atención sanitaria para cualquier dolencia o síntoma.

Hemos publicado nuestra opinión sobre el libro en la web de la Plataforma NoGracias, y, aprovechando que presenta el texto en la ciudad de Murcia (Libros Traperos, este jueves a las 19:30) le hemos pedido que responda a algunas preguntas.   

El libro 'Si puede, no vaya al médico' es transgresor desde el título ¿Cree que es bueno generar desconfianza en los médicos por parte de la población? 

Es cierto que los médicos hemos sustituido a otras nobles profesiones como garantes de la salud física y espiritual y gozamos de buena consideración por parte de la población. No pretendo, ni mucho menos, erosionar la confianza que nos depositan los ciudadanos, pero ello no impide que crea necesario clarificar situaciones injustas, ineficientes o corruptas. El libro no busca culpables sino arrojar una mirada lúcida sobre los dilemas a los que nos enfrentamos al hablar de salud, enfermedad, muerte y curación en estos albores del siglo XXI.

Los problemas que describe sobre los excesos de pruebas, la utilización poco apropiada de la tecnología médica o la excesiva medicalización... ¿significa que los médicos están mal formados, mal informados por la literatura científica o directamente se dejan manipular por las empresas?

De todo un poco. La enseñanza de pregrado es inmune a la reflexión e impermeable a las nociones más elementales de sociología médica, y ello comporta un grado notable de inocencia en los recién graduados cuya meta más próxima es aprobar el examen MIR. Por otra parte, me parece que las autoridades académicas no están por la labor de promover una formación más amplia de la que se ciñe estrictamente a la medicina de perfil más biologista.

En varias ocasiones expresa la idea de que la medicina es reflejo de la sociedad ¿En qué medida piensa que la sociedad está contribuyendo a los problemas que señala?

El objetivo general del libro es esclarecer el impacto que los valores culturales vigentes tienen sobre el sistema sanitario y nuestro modo de entender la enfermedad y la muerte. Cabe señalar algunos especialmente relevantes como la tecnolatría, la mercantilización, la publicidad interesada o la privatización. Muchos ciudadanos conocen, por ejemplo, el efecto catastrófico que están teniendo las inversiones de fondos buitres en un escenario tan sensible como el de la vivienda, pero, si se les explicara que algo similar ocurre en medicina no se lo creerían.

El sistema sanitario crece a buen ritmo y es objeto predilecto de los grandes fondos de inversión que buscan la rentabilidad más alta posible. Así se entienden las inversiones masivas de las que somos testigos en clínicas privadas, mutuas aseguradoras, tecnificación de los hospitales, etc. Un ejemplo: el grupo alemán Fresenius, que compró la mitad de la medicina privada española al adquirir el grupo Quirón en 2016 (por cerca de 6.000 millones de euros), invirtió a lo largo de los dos años siguientes más de 500 millones de euros en España, Alemania y Austria.

¿Cree que es posible una relación ética con la industria farmacéutica de profesionales y sociedades científicas o es mejor evitar todo contacto?

La colaboración honesta entre industria farmacéutica y profesionales de la sanidad ha dado frutos de gran valor. Nuestro grupo del Hospital del Mar, por ejemplo, ha mantenido relaciones transparentes en el desarrollo de fármacos fundamentales como la Piperacilina-Tazobactam o el Octreotide. Sin embargo, especialmente a lo largo de la última década, la agresividad industrial ha favorecido connivencias sospechosas y los 'líderes de opinión' son objeto de trato preferencial por parte de las grandes multinacionales farmacéuticas y de tecnología sanitaria.

La ley Bay-Dole, aprobada en EEUU en 1980, favoreció la mercantilización de la universidad y de las sociedades científicas hasta extremos inimaginables y este modelo norteamericano se ha ido imponiendo asimismo en nuestros centros académicos, especialmente en áreas de gasto elevado como oncología, intensivos y quirófanos, donde más y más facultativos reciben, directa o indirectamente, sustanciales emolumentos de la industria. El libro proporciona algunas pistas para aquellos investigadores que deseen aprovechar honestamente la oportunidad de colaborar con la industria. 

Usted denuncia el auge de las pseudoterapias debido a malas experiencias de los ciudadanos con la medicina convencional, y, por otro lado, también anima al autocuidado. Muchas de las llamadas pseudoterapias atienden dimensiones espirituales que están muy relacionadas con el sentirse mejor y estar más sano en un sentido amplio.

Si las personas no deben ir al médico ni tampoco a talleres de mindfulness ¿dónde pueden acudir para buscar ayuda cuando tienen una dolencia?

Nuestra cultura ha derivado hacia un monismo que rompe con la tradicional dicotomía alma/espíritu-cuerpo y ya no distinguimos entre las dolencias del alma, asociadas a las dificultades e inconvenientes que nos encontramos a lo largo de nuestras vidas, de las dolencias orgánicas que son aquellas a las que puede enfrentarse con más éxito la medicina convencional. Esta confusión ha dado lugar a la así llamada medicina psicosomática que se ocupa de aquellos trastornos físicos debidos a inquietudes del espíritu.

En este contexto no es sorprendente que las medicinas complementarias hayan ganado terreno –incluso entre la clase adinerada y con estudios- y creo que lo seguirán ganando en el futuro pues muchos ciudadanos cabales prefieren el reiki o la acupuntura antes de engancharse a los neurolépticos. Las medicinas alternativas se nutren también de casos que huyen de la medicina convencional bien por haber sufrido efectos adversos o porque esta no tiene nada más que ofrecer.

Comenta la necesidad de las unidades de referencia ¿Es partidario de recentralizar algunos aspectos de la atención sanitaria y el sistema de salud? 

En cirugía cada vez son más las evidencias empíricas a favor de centralizar los procedimientos más caros, infrecuentes y/o complejos. Los dos principales argumentos a favor de dicha centralización son el beneficio que obtiene el paciente de un centro donde su dolencia se trata habitualmente, y una mejor selección de aquellos casos que pueden beneficiarse realmente de una intervención onerosa para el sistema. Secundariamente, la centralización es la única de manera de rentabilizar las grandes inversiones en tecnología médica. La política de hospitales de proximidad, como han promovido muchos partidos políticos, es irresponsable. Sobran ejemplos en las comunidades que más conozco: Catalunya y Madrid.

En las redes sociales, que usted no recomienda ni utiliza, ha habido opiniones críticas sobre su libro. Algunas lo acusan de alarmista, exagerado y de matizar poco ¿Qué tiene que decir sobre estas acusaciones? ¿Se le han quejado sus compañeros de la universidad o del hospital?

Yo no estoy 'enredado' y, por tanto, no tengo ni idea (ni realmente me importa) acerca de lo que se vierte en los basureros de Twitter y semejantes. No se encontrará ni una sola respuesta con mi firma a los comentarios aparecidos en las redes. Además, por la celeridad con la que han aparecido dichas críticas es improbable que los tuiteros cobardes escondidos en el anonimato hayan leído el libro y, por consiguiente, opinan superficialmente a partir de un título chocante.

De todos modos, la mayoría de ellos es posible que sigan opinando lo mismo incluso después de leerlo (si es que lo llegan a leer). Hoy el hooliganismo tiene una difusión mucho más allá de los campos de fútbol como bien ha demostrado Brennan en su inteligente ensayo 'Contra la democracia'. El libro que he escrito es un libro para la reflexión y el buen juicio, no para la demagogia ni el menosprecio.

Otra de las polémicas desatadas en redes es aquella en la que se critica su visión de que el feminismo es una ideología que está alimentando la medicalización de las mujeres ¿Cree usted que el feminismo es una ideología que hace daño a las mujeres, al menos en el terreno médico?

La 'salud de la mujer' ha sido una diana muy apetecida por la industria farmacéutica y la cirugía plástica, siempre con ánimo de lucro. Pero el libro busca entender situaciones y no culpables. Por ello, no descarto, más bien me parece cierto, que ciertas maneras de pensar el feminismo han resultado aliadas de una industria que ha perjudicado seriamente a la mujer en los campos, por ejemplo, de la prolongación del tratamiento hormonal para el retraso de la menopausia, la fertilización de madres tardías, las mamografías periódicas o la generalización de la cirugía estética. Creo que el feminismo debería preocuparse más de reducir la ansiedad en la mujer, combatir el tabaquismo y promover la maternidad a edades más saludables para ellas y para sus hijos. Pero esto no está en su agenda y, me temo, tampoco en la agenda política o industrial. ¿Se imagina el lector/la lectora la polvareda que levantaría suprimir el cribado mamográfico cuyo coste/beneficio es prácticamente nulo?

Finalmente, en el libro expresa su idea de que es necesario limitar la alta tecnología en los casos de personas muy mayores ¿No puede ser acusado de estar proponiendo dejar morir a los ancianos para ahorrar costes?

No se trata solo de costes, de hecho estos llegan al final de mi discurso. Sostengo que la expectativa de vida actual sugiere que las intervenciones médicas heroicas en pacientes ancianos suelen tener un beneficio mínimo. La reserva funcional cae con la edad y las posibilidades de sobrevivir a tratamientos invasivos son limitadas. La mayoría de ancianos supervivientes a dichos tratamientos pierden autonomía y calidad de vida, quedan altamente dependientes del sistema sanitario, de sus familias, son una carga demográfica que se hará cada vez más insostenible y no deben olvidar que tienen una responsabilidad para con la gente joven.

En el Hospital del Mar, la mitad de los pacientes quirúrgicos (electivos) de más de 70 años (76 años de media) que ingresan en la UCI por más de una semana fallecen en el hospital tras una estancia media de 40 días. De los supervivientes el 80% fallece durante los cinco años siguientes. Llamo al empoderamiento de los ancianos y a una reconciliación con la muerte natural, algo que deberíamos recuperar antes de que la maquinaria biomédica siga incrementando la carga de enfermedad en nuestro mundo privilegiado que cada vez lo será menos. En este sentido la reseña de Abel Novoa en el web NoGracias sobre la posición de Daniel Callahan a favor de una 'muerte natural' me parece muy esclarecedora y la recomiendo vivamente al lector.