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Un paseo completo: explorando el río Moratalla

Rafa López

Moratalla —

La ruta comienza en la confluencia con el río Alhárabe con el descenso al interior del cañón, de 440 metros de altitud y donde el río Benamor comienza a llamarse Río Moratalla.

Para bajar por el fondo del cañón, es necesario seguir una senda de ganado por el margen izquierdo del río, hasta encontrar la casa del Cura. El cañón es estrecho y aparecen bellas pozas de agua remansadas sobre el lecho de pura roca caliza. Hay tramos en que el río ha cortado como un cuchillo el terreno y las paredes del cañón no tienen más de dos metros de anchura, por más de 15 de profundidad. En estos tramos es recomendable atravesar por fuera, siguiendo una senda de ganado que lleva a la derecha o la izquierda del cauce.

Pasados cerca de 1,85 kilómetros del inicio de esta etapa de hoy, el cañón termina de golpe, en una canaleta y lo que parece un antiguo salto de agua que movía un molino. Bajando a la derecha de éste por una senda entre los pinos, se pueden encontrar en el río juncos y cañas. En el margen izquierdo aparece entonces un camino a seguir. En este tramo solitario el río ha cortado acantilados de tierra donde anidan los abejarucos y es fácil sorprender patos en las pozas de agua. Los pinos centenarios se aferran a las orillas.

Continuando por el margen izquierdo se observa cómo un camino baja de la casa La Fuente. Algo más adelante la confluencia del arroyo de la casa de Doña Mariana desemboca en el Moratalla (kilómetro 3.57) y a continuación la confluencia con el arroyo de la casa del Caño (kilómetro 4) a la que baja un camino más pisado. Lo mejor en este caso es seguir el cauce, junto a antiguas terrazas de cultivo del arroz.

En el kilómetro 4.75 (380 metros de altitud) si se cruza la carretera (camino de la casa) se llega al molino de Batán. Aquí el río Moratalla realiza una revuelta antes de llegar a la casa de Carrasco y los antiguos arrozales, escalonados en terrazas, que eran inundados por el agua del río, distribuida en canaletas.

En el kilómetro 7.50, tras cruzar un arroyo que baja de la sierra del Espartal, un camino conduce sin pérdida alguna al cortijo de Escámez. Después de aproximadamente unas 2 horas y 30 minutos de caminata hay que bajar al río para cruzarlo en otro meandro del mismo.

Los primeros pasos por el Canal del Bolvonegro son impresionantes. Es un cañón excavado por el río y que muestra en las rocas del cauce las huellas de lo que fue un antiguo delta en forma de ondulaciones fósiles producidas por el movimiento del agua.

En los escarpes rocosos anidan las collalbas negras y las lavanderas cascadeñas; en las pozas excavadas por el agua el galápago leproso tiene cuando no hay contaminación, un lugar excelente para desarrollar su biología, ya que allí encuentran refugio y alimento. Las laderas del Bolvonegro están pobladas de sabinas negrales, enebros, romeros y acebuches, hábitat ideal para pardillos, currucas cabecinegras y escribanos montesinos.

Río abajo, entre cañaverales y taludes arcillosos, algunos de gran altura y verticalidad, en sus agujeros no dudan en instalar sus nidos cernícalos, grajillas y hasta algún halcón peregrino. Ocasionalmente aparece algún bosquecillo de álamos blancos.

Al paso por el cortijo de la Casa Escámez existen gran cantidad de almeces (alatoneros), con ejemplares notables muy bien conservados por no haber sufridos talas salvajes. Sus frutillos (alatones) atraen en otoño a zorzales, mirlos, petirrojos y currucas cabecinegras. Son perfectamente comestibles por su sabor dulce por lo que podemos llenar una bolsa y degustarlos a la vez que continuamos la marcha.

Y es momento de llegar al embalse de La Máquina, si tiene agua cabe la posibilidad de sorprender a algún ánade azulón, polla de agua, roscón... entre la vegetación de aneas.

Rebasado el muro del embalse hay unas grandes rocas a la izquierda donde pueden distinguirse antiguos nidos de águila perdicera, hoy ya desaparecidas de la zona como de otros muchos lugares de la geografía regional debido a la acción directa y salvaje del hombre.

La confluencia con el río Segura de intrincada vegetación, puede deparar la sorpresa del estruendoso y precipitado canto del carricero tordal o el vuelo de alguna garza real que huye tras ser sorprendida posada en la rama seca de algún álamo.

Cuando el cauce pasa bajo un tendido eléctrico, y junto a una obra de futura carretera que lo cruzara, llevaremos 9.19 kilómetros andados. Se encuentra a la derecha el cortijo de la Hoya de la Carrasca y el cerro de los Pallares al fondo (sierra de San Miguel). Todas estas tierras de la parte baja del cauce, serán anegadas por las aguas del embalse de Moratalla, en construcción.

En el kilómetro 10.3 un camino lleva del margen izquierdo al derecho y, al poco, nuevamente al izquierdo. Sube, pasa bajo un tendido eléctrico y, a 40 metros, en un cruce, lleva a la derecha bajando hacia unos viñedos. Tenemos de frente, y en alto, una casa blanca hacia la que nos dirigimos, sin coger a la izquierda el camino a la presa. En ese punto el río hace un giro a la derecha, encajonándose ante unas murallas rojas en la zona de El Campillo.

A los 13.3 kilómetros el camino sale a la carretera asfaltada de Calasparra-Socovos (MU-510). Entonces, por ella a la derecha, pasando junto a un cortijo a la derecha, llegando al puente sobre el Río Moratalla. Sin cruzar el puente coger a la izquierda el asfalto hasta la casa del Río o del Fabricante y, ya por el camino principal de tierra, bajamos entre huertos de albaricoqueros, hasta pasar junto a una granja de cerdos. El camino principal en esta parte cruza ante una rambla cementada y en un cruce para continuar recto, se puede pasar bajo el tendido eléctrico, buscando el río.

El siguiente paso lleva al cauce pedregoso y, a la derecha, aparece la casa del Cura (kilómetro 16.1) Un encajonamiento de paredes de conglomerados y una antigua presa (restos) llevan por el lecho del río, hasta encontrar a derecha la carretera asfaltada que del Camping Los Viveros, hasta el Santuario de Nuestra Señora de la Esperanza.

Después de salir al asfalto y, tras pasar junto a un corral de cabras, aparece el paraje de Cañaverosa, donde un lugar pintoresco, rodeado de chopos, el río Moratalla desemboca en el río Segura (kilómetro 17.5). Desde la confluencia, y siguiendo 600 metros por la carretera asfaltada, se encuentra el santuario, lugar éste muy visitado y pintoresco. Está excavado en la pared del acantilado que el río ha modelado con el paso del tiempo.

El Santuario de la Virgen de la Esperanza

El Santuario de la Virgen de la EsperanzaEn un recodo del río Segura, después de la desembocadura del río Moratalla y al pie de Las Lomas de la Virgen, el agua ha labrado una cueva natural en un paraje de impresionante belleza, donde el bosque de ribera se separa de las peladas montañas del entorno (más peladas desde el incendio de 1996).

Las leyendas y los rumores aparecen sobre el origen de la imagen y de la ermita. Puede decirse que pocos pueblos tienen dos imágenes a venerar. Una pequeña talla apareció y se cree que proviene de las que llevaban los caballeros medievales y que ocultaban en caso de peligro. Después el azar y el tiempo favorecieron su aparición en la zona.

La imagen grande puede tener su origen en el siglo XII. La ermita tampoco tiene una historia clara; se tienen noticias de cuando unos visitadores de la Orden de San Juan de Jerusalén citan una nueva ermita en esta localidad ya en 1609.

En la actualidad es un espacio de esparcimiento y devoción muy apreciado por los habitantes de Calasparra y por otros peregrinos que provienen de todas partes para dedicarle sus rezos y oraciones.

La ruta comienza en la confluencia con el río Alhárabe con el descenso al interior del cañón, de 440 metros de altitud y donde el río Benamor comienza a llamarse Río Moratalla.

Para bajar por el fondo del cañón, es necesario seguir una senda de ganado por el margen izquierdo del río, hasta encontrar la casa del Cura. El cañón es estrecho y aparecen bellas pozas de agua remansadas sobre el lecho de pura roca caliza. Hay tramos en que el río ha cortado como un cuchillo el terreno y las paredes del cañón no tienen más de dos metros de anchura, por más de 15 de profundidad. En estos tramos es recomendable atravesar por fuera, siguiendo una senda de ganado que lleva a la derecha o la izquierda del cauce.